viernes, noviembre 22, 2024
Nacionales

Una semana de exámenes para el Gobierno y el peronismo

ESCRIBE CLAUDIO JACQUELINE – PERIODISTA (*).

Desde hace cuatro meses el Gobierno viene afrontando una sucesión frenética de mesas examinadoras en materia política y económica. Con más aplazados y recuperatorios que aprobados con buena nota, sigue intentando sacar adelante un año inimaginable, acompañado por una oposición que tropieza parejo.

Esta semana, oficialistas y opositores volverán a medirse y a ser examinados. Serán cuatro días que permitirán ir delineando el horizonte con el que terminarán 2018.

El Gobierno necesita dar señales de que podrá contar con algunas herramientas imprescindibles, como el presupuesto , para el cual venía tejiendo apoyos laboriosamente y con cierto éxito. Las medidas tomadas de urgencia el lunes pasado le hicieron saltar varios puntos a ese tejido por el impacto que estas tendrán en cuentas y obras subnacionales antes de lo que los gobernadores e intendentes opositores esperaban. Si hasta acá la fragmentación peronista dificultaba llegar a un acuerdo general tanto como beneficiaba por impedir una oposición unificada, es probable que nuevas cariocinesis compliquen más el panorama.

El efecto positivo para el Gobierno de la causa de los cuadernos de la corrupción acaba de entrar en una fase más incierta, al menos en lo inmediato. Las revelaciones y trascendidos de las declaraciones con las que cerró la semana José López , el primer bolsero in franganti, amenazan con poner los focos sobre provincias y municipios que durante el kirchnerismo recibieron obras y beneficios llave en mano, nacidos de la misma matriz oscura que ahora se expone impúdicamente. Algunos de esos mandatarios siguen en su cargo, otros han sido reemplazados por delfines que fueron parte de esas gestiones bajo sospecha y otros, con menos pasado, dependen para su reelección del poder residual que siguen manteniendo viejos caudillos aliados con el kirchnerismo. Por ahora, no ven negocio en pagar un costo probable a cambio de un beneficio improbable.

La reacción peronista en contra de aquellas medidas, en especial el fin de la coparticipación del fondo sojero, no tiene, entonces, solo una raíz económica. Si bien el primer llamado a la resistencia, que se concretó el viernes pasado, tuvo un acatamiento parcial e ilusionó al Gobierno, el rechazo amenaza con ampliarse esta semana. También podría reforzarse la posición ambigua o menos hostil hacia Cristina Kirchner de varios peronistas a los que ya se contaba entre los emancipados de su influjo.

El Senado se dará la tercera oportunidad este miércoles para definir si aprueba los allanamientos a los domicilios y oficinas de la expresidenta que, a esta altura, difícilmente puedan ser algo más que un tour inocuo y sin sorpresas. Si el oficialismo no vuelve a equivocarse y logra poner coto a la pasión turística para congregar a todos sus senadores en el recinto, es casi seguro que contará, gracias a los peronistas que ya bajaron al recinto la semana pasada, con el número para que los funcionarios del Poder Judicial entren en algunos de los aposentos privados del viejo régimen.

Para el Gobierno, es probable que no necesariamente sea una buena noticia si, como se prevé, los senadores de origen justicialista vuelven a exponer y a refirmar que al único liderazgo al que responden sin dudar es el de sus gobernadores. Solo después, cuando no entran en conflicto con sus jefes, se pliegan a la racionalidad de Miguel Pichetto , un anticristinista sin fisuras, que ha sido más eficiente para sacar proyectos del Ejecutivo que las propias autoridades oficialistas de la Cámara alta. El oficialismo no debería esperar de un opositor lo que sus políticas y sus funcionarios son incapaces de hacer o de darle.

Pichetto vio con sorpresa la semana pasada cómo algunos senadores que hasta ese día venían alejándose consistentemente del cristinismo se negaron a votar los allanamientos pedidos por el juez Bonadio . Es el caso de los dos legisladores que responden al pampeano Carlos Verna, un viejo enemigo de Cristina, o el de los de la provincia de Entre Rios, que gobierna Gustavo Bordet, a quien Macri tiene en alta estima.

Ni los cuadernos ni mucho menos los resultados económicos de la gestión macrista han dado jaque mate a Cristina Kirchner. Las encuestas que circulan por los despachos oficiales, de empresarios locales y de inversores extranjeros lo confirman. Mientras la moneda esté en el aire, todo seguirá siendo incierto.

Hasta esta semana, el peronismo no kirchnerista, incluido Sergio Massa (el desconfiable de siempre, según Macri), se mostraba favorable a facilitar la aprobación del presupuesto que en dos semanas debería enviar el Poder Ejecutivo, aunque todavía los números están en evaluación y hay varios menús sobre la mesa. Las urgencias de los últimos días vuelven a hacerlos dudar.

En el Gobierno confían en que al final lo conseguirán, pero saben que poco los ayudan sobresaltos financieros y cambiarios como los de la semana anterior. Durante el fin de semana y el lunes pasados, los funcionarios económicos y políticos debieron trabajar a destajo para dar señales a los mercados y, sobre todo, al Fondo Monetario Internacional de que el recorte de gastos no solo va en serio, sino que se acelera. Las medidas adoptadas desmintieron en los hechos la afirmación realizada hace no más de un mes de que el ajuste requerido para este año ya estaba sobrecumplido. Si así fuera, no se habría suspendido la baja de las retenciones a los derivados de la soja ni se habría aplicado el recorte a las provincias del fondo sojero, que complicó más las relaciones con la oposición.

“El problema es que en este contexto no nos queda mucho crédito”, se sinceró un importante ministro para graficar las dificultades de estos días. Hacía referencia no solo a la escasez de financistas para un Estado bulímico, sino también a la limitada confianza que despiertan las promesas de resultados y los anuncios de medidas. Crédito y creencia tienen la misma raíz.

La crisis financiero-económica no encuentra su piso y corroe la base social. Por eso, Macri y María Eugenia Vidal rompieron la inercia “nopasanadista” y casi al unísono salieron a decir que son conscientes de las dificultades por las que atraviesa buena parte de la población en busca de empatía y de una cuota extra de paciencia, que también empieza a escasear. Por las dudas, refuerzan la ayuda en las zonas más vulnerables del conurbano.

Mientras tanto, el sismo provocado por la mayor causa de corrupción llevada adelante en el país no encuentra su techo. Por eso, y también por razones de eficiencia procesal, abundan ya en el Poder Judicial, en el oficialismo y en el mundo de los negocios los que propician cierres parciales del proceso con dictados de prisiones preventivas y, luego, elevaciones a juicio de lo que se haya probado, antes que seguir explorando ramificaciones de destino brumoso y conclusiones lejanas. Sería una forma de encontrar algunas de las certezas que se reclaman en medio de la bruma. Pero no hay doctrina pacífica ni consensos firmes para eso.

La corta semana que empieza mañana volverá a tomar examen al Gobierno y a la oposición. Necesitan algunos aprobados para que cada semana no parezca más breve que la anterior. El tiempo apremia.

(*) Nota publicada en la edición de hoy del diario La Nación.

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