viernes, noviembre 22, 2024
Sociedad

Una familia se “aisló” para proteger a su hijo autista de la pirotecnia


El pequeño padece Trastorno generalizado del desarrollo (TGD) con espectro autista y no tolera los ruidos. Por eso se refugiaron en una chacra donde no llega el estruendo.

La única manera que Maximiliano Galante encontró para proteger a su hijo autista es abandonar el hogar antes de que el reloj marque las 00:00.

Cada Navidad y Año Nuevo no tiene otra alternativa que exiliarse lejos de la ciudad.

El año pasado publicó un video en redes sociales en el que mostraba cómo recibía la Navidad junto a su hijo, en la oscura y solitaria noche de la meseta, en Allen. Mientras en la ciudad todos alzaban las copas y se deseaban felicidades, Maximiliano y su hijo Franco, que padece Trastorno generalizado del desarrollo (TGD) con espectro autista y no tolera los ruidos fuertes, escapaban de los estruendos de la pirotecnia.

“Lamentablemente este año nos vamos a tener que ir de la ciudad, pero esta vez lo vamos a hacer a la zona rural, a la chacra de unos familiares donde casi ni se sienten las explosiones”, contó Maximiliano al diario Río Negro.

Pasar la Nochebuena en el barrio Santa Catalina de Allen, donde vive, sería una tortura para Franco, que tiene 12 años. “Hubo algunas propuestas de algunos padres para juntarnos entre todos y autoexcluirnos en algún lugar. Pero la verdad es muy feo tener que hacer eso para visibilizar el reclamo”, dijo.

Como padre de un niño autista, Maximiliano emprendió una lucha que no es para nada fácil pero que aún sostiene: la de lograr que la sociedad comprenda que hay otras maneras de celebrar la llegada de la Navidad o el Año Nuevo, sin perjudicar a quienes sufren los efectos de la pirotecnia.

Maximiliano encabezó el reclamo contra la pirotecnia en Allen. Participó de un foro que el Concejo Deliberante abrió para discutir el tema y fijar un criterio para la venta. En ese ámbito explicó ante los concejales cómo la pirotecnia perjudica a las personas con autismo y a sus familias. “Creíamos que la cosa iba bien encaminada, también estuvimos acompañados por la Asociación Protectora de Animales que presentó su postura, pero entre gallos y medianoche se terminó sancionando una ordenanza que no sirve”, aseguró.

La norma aprobada habilitó solamente la comercialización y el uso de la cohetería de tipo lumínica y la de bajo poder explosivo. La ordenanza debutó en la Navidad pasada y fue un fracaso porque las explosiones se hicieron sentir en cada rincón de la localidad y quedó al desnudo la falta de controles.

“Traté de pedirle a las autoridades que –al menos– se aplique la ordenanza que tenemos. Si uno habla de prohibir, hay que prohibir prácticamente todo. Porque vos mirás las disposiciones del Renar y ves cómo está tipificado cada artificio pirotécnico y hay únicamente 15 ó 18 tipos. Pero cuando ves los catálogos de las empresas, hay cientos de fuegos artificiales. Yo siempre doy el ejemplo del Volcán, que en la ordenanza de Allen no está prohibido, pero tiene un fuerte estruendo final. Todo es de muy difícil aplicación, ¿cómo hace el municipio para tener un laboratorio y medir los decibeles de miles de artificios pirotécnicos que se comercializan?. Es imposible”, explicó.

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