Slipak: “Todo es consecuencia de evoluciones de uno”
Entrevista al actor Martín Slipak en su clásica sección “Fuera de agenda”.
– ¿Te reconocés una persona exitosa?
– Si, pero desde el inconformismo.
– ¿Por qué?
–Siento que se pueden hacer las cosas mejor. Siempre hay lugares que miro desde lejos sin recorrer y son cosas que me gustaría hacer. Tiendo a mirar muchas cosas que no tengo y nunca puedo disfrutar del lugar donde estoy. El trabajo me lleva a lugares muy extremos y gratificantes pero sólo por un ratito. La neurosis es más fuerte de lo que uno recorrió e hizo. La sensación de éxito nunca llega del todo.
– ¿Te analizás?
– Me analicé bastante. Pero ciertas decisiones importantes en la vida llegan cuando uno deja el análisis.
– ¿A quiénes reconocés como tus maestros?
–A muchos. Hugo Midón y Nora Moseinco fueron muy importantes. Empezar desde ese punto de vista la actuación coincidió con la construcción y los pasos que sigo eligiendo tomar hoy. Fue estructural empezar por ahí. La escuela de Hugo y las clases con Nora tuvieron mucho que ver con quién soy hoy y cómo veo la profesión. Y todavía debo agradecerles a mis padres el haber ido por ese camino.
–¿Hay algún personaje que interpretaste del que aprendiste algo que aplicaste en tu vida?
–Aprendí de todos.
–¿Qué aprendiste de tu personaje actual en El principio de Arquímedes?
–Mi personaje actual implicó ponerme en un lugar especulativo que no suelo recorrer. Convivo con el problema de soltar todo lo que pienso y que eso, luego, me traiga consecuencias horribles. Este personaje espera y no habla.
–¿Y empezaste a aplicarlo?
–No sé si lo empecé a aplicar pero al menos lo pude concientizar. Si bien este personaje responde a una especulación más terrible, el tema de quedarme callado, sí debería empezar a aplicarlo, es algo que me cuesta muchísimo. De todos los personajes hay un accionar que uno aprende y concientiza. Todo proviene de uno: las cosas que le pasan, las percepciones que tiene sobre la historia… Todo se combina con cuestiones que uno tiene adentro y que, a veces las tiene tapadas, escondidas. Al componer hay como una zona de destape. Entonces al actuar, hay algo que se concientiza y se vuelve a abrir. Se dice mucho que uno actúa todo el tiempo, pero es muy difícil para un actor empezar a aplicar conductas día tras día. Es difícil no pegarse con cosas de un personaje porque en realidad no son de un personaje sino de uno mismo que está poniendo en actividad o en movimiento.
–¿Qué aspectos de tu personalidad creés que te hacen ser diferente como actor?
–No tengo mucha idea de que particularidad tengo como actor. Desde mi infancia tuve una cuestión casi obsesiva de la observación de las personas grandes.
–¿De qué manera?
–Les preguntaba a mis padres por qué tal o cual persona pensaba de una manera u otra. Estaba obsesionado con ese tema. Siempre que aparecía alguien empezaba a indagar por qué esa persona era así. Tenía preguntas que para mi edad no podía resolver porque se necesitaba de una comprensión que llega después. Y eso que me superaba lo sacaba mediante la representación. Todo eso se empezó a organizar cuando empecé a estudiar y a saber aplicar ciertas conductas en lugares determinados.
–¿Artista se nace o se hace?
–Uno nace con ciertas características que son compatibles con una rama determinada del arte. Si nacés con la motricidad fina exacerbada, pintás bien. Desde muy chico observaba y eso me hacía representar y es por eso, tal vez, que actúo. No creo mucho en que haya una cosa divina en el arte, lo creo desde un lugar darwinista, por eso nunca me siento exitoso o especial. Creo que todo es consecuencia de evoluciones de uno mismo.
–¿Te interesan otras expresiones artísticas?
–Me interesa escribir, bastante. De hecho lo intento. Escribí Relato íntimo de un hombre nuevo, una obra que ganó la Bienal de Arte joven y que pude dirigir.
–Y la música o la pintura ¿no?
–Siempre me gustó dibujar. Después el tiempo fue haciendo que dibuje menos. El tiempo que no me demandan ni la actuación ni mi hija, que son tiempos de disfrute, me gustaría dedicarlo a volver a dirigir, que fue una zona donde me sentí muy pleno. Pude redescubrir cuestiones que tienen que ver con lo actoral y con muchas cuestiones de lo estético, lo temporal, lo espacial. Quiero seguir explorando por esos lados.
–¿Y la lectura?
–Me gusta la literatura americana. Me gusta Salinger, Kurt Vonnegut. Me gusta Carver. De los argentinos, Saer. Me gustan los autores que escriben sobre lo cotidiano y que derivan en reflexiones más metafísicas sobre cierta cuestión mental. Y que son más bien oscuritos.
–¿Esos gustos coinciden con que ver en cine o series?
–No veo series. Cine bastante. Veo las obras de Herzog. Tengo todo lo que hizo con Klaus Kinski. Hay cosas de Bergman que me gustan. Hay directores contemporáneos que me gustan muchísimo: Paul Thomas Anderson, también los hermanos Coen, hay tantos directores increíbles de cine que me cuesta enlistarlos.
–¿Y cine nacional no ves?
–Si hubo películas que me impresionaron bastante. Como Buenos Aires viceversa, de Alejandro Agresti y las de Leonardo Favio. Él fue uno de los tipos que más me interesaron descubrir.
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