Sabella tuvo un cierre con dolor, orgullo e incertidumbre
El entrenador de selección argentina asimila la derrota en la final del Mundial Brasil 2014 con sensaciones mezcladas de dolor por la histórica ocasión perdida, orgullo frente al masivo apoyo recibido e incertidumbre sobre su futuro en el cargo.
El vacío provocado por el festejo de Alemania, después del enorme esfuerzo realizado por el equipo, mutará con las horas hacia una valoración cabal de lo alcanzado en Brasil, donde Argentina volvió al círculo grande del fútbol mundial después de 24 años.
La daga clavada con el gol de Mario Götze, que desterró las ilusiones del tercer título mundial en la historia del fútbol argentino, no alcanzará a desangrar un proyecto todavía con buena salud, que recuperó la imagen del seleccionado tan vapulada desde Italia 1990.
El arribo con honores en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, la posterior recepción de la presidente Cristina Fernández de Kirchner y el festejo del pueblo argentino tras la dolorosa pero digna caída en el Maracaná de Río de Janeiro reflejan el logro de la selección de Sabella en menos de tres años de trabajo.
En su primera conferencia de prensa como técnico de Argentina, en agosto de 2011, el ex entrenador de Estudiantes de La Plata subrayó la necesidad de generar un “sentido de pertenencia” al seleccionado, que llegaba de un duro fracaso en la Copa América organizada en el país.
La eliminación ante Uruguay por penales en Santa Fe había dejado un vestuario disociado y un Messi deprimido por la imposibilidad de traspolar a la selección el brillo que exhibía como futbolista de Barcelona.
El astro, que acumulaba por entonces dos de sus cuatro Balones de Oro FIFA consecutivos (2010, 2011, 2012 y 2013), fue designado como nuevo capitán, en la primera medida simbólica fuerte de Sabella.
Javier Mascherano, compañero del rosarino en el club catalán, le cedió a conciencia la cinta y desde entonces, con Carlos Tevez definitivamente fuera del grupo, el seleccionado se articuló en torno a Messi como figura excluyente.
Así lo entendieron y lo aceptaron Sergio “Kun” Agüero, Angel Di María, Gonzalo Higuaín y el propio Mascherano, todos con una buena relación previa con la “Pulga”.
Con cercanía, diálogo, honestidad, transparencia y trabajo, el entrenador se ganó la confianza del grupo, que comenzó a consolidarse luego de la victoria de visitante ante Colombia (2-1)en noviembre de 2011, por las Eliminatorias Sudamericanas.
A esa altura, con pocos meses de gestión, el ciclo de “Pachorra” ya había sentido el primer y acaso único cimbronazo fuerte tras perder con Venezuela (0-1) por primera vez en la historia y empatar con Bolivia (1-1), en el estadio de River.
Desde ese partido emblemático en Barranquilla, Argentina se fortaleció como “un grupo de amigos”, en palabras muchas veces pronunciadas por los propios jugadores, y Messi se destapó definitivamente con la camiseta celeste y blanca.
El capitán se convirtió en el goleador de la etapa con 24 tantos en 32 partidos, más de la mitad de los que hizo con sus cuatro técnicos anteriores: José Pekerman, Alfio Basile, Diego Maradona y Sergio Batista.
Los valores de la “humildad, sacrificio, trabajo y sencillez” y las ideas de “de dar antes que recibir, perdonar antes que exigir y brindarse siempre por el otro”, mencionadas a menudo por el entrenador, fueron una característica distintiva en sus casi tres años al frente del seleccionado argentino.
Fortalecido en esas cualidades humanas y apoyado en un grupo de trabajo con los mismos atributos, Sabella se granjeó el amplio consenso de los jugadores, lo que le permitió tomar decisiones futbolísticas cambiantes, sin dañar su imagen interna.
El equipo alcanzó su pico de rendimiento a fines de 2012, antes de asegurar la clasificación para Brasil 2014, cuando el entrenador le dio continuidad al esquema preferido por los jugadores: 4-3-3.
Sin embargo, el ex Estudiantes fue fiel a lo que pregonó desde el comienzo del ciclo cuando aclaró que no se ataría a ningún dibujo y varió la táctica hasta en el propio Mundial, lo que produjo un contrapunto con el capitán.
En silencio, con perfil bajo, el seleccionado desandó su camino en la Copa del Mundo hasta instalarse en la final, que perdió dignamente ante una Alemania merecedora del título, pero que pudo ganar de haber tenido puntería en la tarde del Maracaná.
En una enorme paradoja, el principal atributo tantas veces comentado del equipo de Sabella (la riqueza ofensiva) fue finalmente el factor de mayor resistencia para alcanzar el campeonato.
Es que Messi hizo un buen Mundial pero lo transitó de mayor a menor, con cuatro goles en la primera fase y ninguno en la ronda final.
Higuaín y Agüero no llegaron en las mejores condiciones físicas, por lo que se mostraron lejos de su potencial; mientras que Ezequiel Lavezzi y Rodrigo Palacio, transformados en delanteros más “defensivos”, tampoco concretaron las pocas (pero claras) chances que se le presentaron durante la Copa del Mundo.
Ocho tantos marcó Argentina en siete partidos jugados por Brasil 2014. La mitad los hizo Messi y el resto se los repartieron entre el bosnio Sead Kolasinac (en contra), Marcos Rojo, Di María e Higuaín.
Contradicciones al margen, el ciclo de Sabella arrojó un saldo positivo con 26 victorias, 10 empates y cinco derrotas en 41 partidos, en los que la selección anotó 75 goles y recibió 32.
La derrota en la final con Alemania, segunda con el equipo principal en todo el proceso, cortó un invicto vigente desde el 15 de octubre del año pasado, cuando Argentina perdió con suplentes ante Uruguay 3-2 en Montevideo, en la última fecha de las Eliminatorias Sudamericanas.
Las otras dos caídas fueron ante Brasil con un seleccionado local por el “Superclásico de las Américas”.
La fría estadística y también el análisis de todas las variables aprueban la continuidad del proyecto, que el propio Sabella dejó en suspenso luego que su representante, Eugenio López, la descartara a 48 horas de jugar la final en el Maracaná.
“Están más vivos que nunca”, les dijo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al plantel como síntesis del sentimiento nacional tras la experiencia en Brasil 2014.