Pasó la mitad de su vida preso y hoy quiere “ayudar a que otros pibes no caigan en el delito”
Claudio Castaño mide un metro ochenta, es macizo y, pese a la mano pesada, agarra la tijera con destreza. Corta el dorso de unas remeras encargadas por una escuela. Sin dejar de empuñar la tijera explica que en un taller textil se necesitan máquinas overlock y coverstitch. Señala otros lugares del amplio salón donde funcional la Cooperativa Hombres y Mujeres libres, ubicada en el primer piso de un edificio que está al lado de la estación Federico Lacroze del tren Urquiza, en el barrio porteño de Chacarita.
Claudio tiene 46 años y pasó su niñez en Caseros, partido de Tres de Febrero, al lado de la planta automotriz de la Fiat. Cuando volvía de la escuela, su madre, costurera, le pedía que ayudara a coser bolsillos. No tiene hermanos y dice que nunca vio malos ejemplos en su familia. Sin embargo, cuando tenía 17 años cayó preso con otros muchachos. Habían ido armados a robar un supermercado.
-Yo era el único menor y el juez me mandó al penal de Olmos.
Era el último tramo del gobierno de Raúl Alfonsín y los pabellones de menores del penal de Olmos eran tierra de nadie. Infobae quiso saber cómo la había pasado Claudio en su debut carcelario.
-Me hice respetar –dice, sin entrar en detalles.
-¿Y qué viste en la cárcel?
-Era la universidad del delito.
Salió antes de cumplir los 22 años. Y confiesa que no salió con la idea de ir a trabajar.
Claudio deja de lado el amplio tablón lleno de remeras. Otros miembros de la cooperativa están en distintos lugares: cortan, cosen, planchan.
Han elaborado sus propios diseños y en la planta baja disponen de un lugar de venta al público, lo que complementan con compras a través de las redes sociales. Pero el fuerte es presentarse en empresas, instituciones públicas o colegios y hacer trabajos por encargo y en grandes cantidades.
-Salí y, la verdad, no me planteé trabajar. Mi vieja la sufría, ella trabajó toda la vida. En mi casa no había alcohol, no había malos ejemplos.
Claudio había salido con libertad condicional. Apenas un año después, mientras se desplazaba con otro muchacho en un auto, los abordó un móvil de la Brigada de San Martín en la localidad de Bella Vista. Pese a que tenían armas, no reaccionaron. Llevaban fierros pesados, armas consideradas de guerra, y por eso le abrieron causa en un juzgado federal y fue a parar a Villa Devoto. Ya no podía gozar de condicional y recuperó la libertad en el último año del siglo veinte.
Con 28 años cumplidos, una vez en la calle, no se planteó sentar cabeza. Volvió a caer preso. Claudio fue de nuevo a Devoto y volvió a salir.
Andar al límite
Un compañero de la cooperativa se acerca con un termo y un mate recién hecho. Claudio toma el mate y tiene que golpear su memoria para hacer la cronología de su vida.
Todavía no había llegado lo más pesado: en 2004 lo volvieron a agarrar y esta vez lo mandaron al complejo de Marcos Paz del Servicio Penitenciario Federal. Módulo 2, régimen de máxima seguridad, muchas horas de encierro individual.
De forma periódica, al igual que el resto, Claudio era llamado por el Consejo Correccional, un organismo que evaluaba su conducta y la posibilidad de acceder a algunas actividades.
-Me decían: “¿Castaño, por qué andás al límite?”. Y la verdad es que yo no buscaba lío. Junto a otros habíamos propuesto hacer el reciclado de residuos. Un trabajo nada lindo. Toda la basura corría por una cinta transportadora y nosotros separábamos lo orgánico del papel, el plástico, las latas… todo por supuesto dentro del perímetro de seguridad del penal.
En esas condiciones, hubo algo que lo hizo cambiar.
-Yo había hecho el secundario en Devoto. Ahí funcionaba el Centro Universitario, y cuando estaba en Marcos Paz llevaron el CBC ahí. Al principio no me dejaban estudiar. Moví cielo y tierra, yo trabajaba y finalmente pude estudiar.
Pero no todo era fácil. En el módulo 4 de Marcos Paz estaban losdetenidos por delitos de lesa humanidad y algunos de ellos se habían anotado para cursar la universidad. También se habían anotado algunos ex policías o gendarmes presos en otro pabellón.
-Ni yo ni el resto de los que nos anotamos en el CBC queríamos estudiar con los de lesa ni con los canas –dice Claudio.
El tema cobró notoriedad y se ventiló por los medios. La UBA y el Ministerio de Justicia tuvieron que mediar en el tema. La solución fue, por lo menos engorrosa.
Estaban los profesores y el grupo de alumnos. De repente, los penitenciarios hicieron ingresar al aula a un detenido de lesa humanidad. Los alumnos se pararon y dijeron que no compartían estudios con él. Se suspendió la clase.
Con la firma de varios abogados, se presentó un recurso de Hábeas Corpus. La solución fue un incordio: el CBC salió de Marcos Paz y ese grupo de presos era llevado en un camión celular al penal de Devoto a la mañana y volvían a la noche.
–La educación me hizo explotar la cabeza. Empecé a entender lo que son los derechos. Cursé Introducción al Pensamiento Científico con un profesor que se había exiliado en México. Me di cuenta que no me resultaba difícil entender, que tenía que hacer un gran cambio en mi vida.
Claudio levanta la vista, que hasta entonces estaba clavada en aquellos laberintos de encierro, y le dice a Infobae.
-Yo me había anotado para cursar materias de Derecho, y alcancé a cursar algunas. Lo hice porque quería saber cómo encarar mi defensa en la cárcel. Eso ya pasó, estoy libre y en junio empiezo la tecnicatura en Economía Social en la Universidad de Quilmes.
Mientras el mate iba perdiendo el gusto, Claudio terminaba de contar sus 23 años de cárcel. La mitad exacta de su vida. Suspiró varias veces, quizá no tenía ganas de hablar de aquellos años pero sabía que era un paso necesario para que los cronistas se interesaran en lo que ahora lo desvela: la Cooperativa Hombres y Mujeres Libres, donde puso todas sus fichas desde hace cinco años, cuando su vida tomó un giro copernicano.
Una nueva vida en cooperativa
Cuando estaba en Marcos Paz, a través de un chateo, Claudio conoció a Verónica Pelozo. Formaron pareja y ella le dio un hijo al que llamaron Taiel –”hombre libre” en mapuche-. Viven en Ciudadela y tanto él como Verónica son socios fundadores de la cooperativa. Taiel tiene cinco años y va a preescolar en Chacarita.
-Un fenómeno, cuando lo vamos a buscar a la escuela dice: “Papá, mamá, quiero ir a la coope…”.
-¿Cómo surgió la cooperativa?, quiso saber Infobae.
-Resulta que el último tiempo me llevaron de nuevo a Devoto. Y ahí Verónica se cruzó con Graciela Draguicevich, una mujer que había sido presa política y que estaba detenida en el 78 cuando se produjo la tragedia del Pabellón Séptimo (N de R: 14 de marzo de 1978, donde murieron al menos 64 personas). Graciela estaba colaborando con la investigación de la masacre y pudimos hablar con ella. Nos contó que en Chacarita estaba la Mutual Sentimiento, donde había muchos ex presos políticos y tenían farmacia, venta de productos alimenticios, lugar de recreación para pibes… Cuando le dije que me faltaba poco para salir en libertad me dijo que fuéramos a verla.
En dos semanas, Claudio, junto a otros muchachos que había conocido en prisión, pusieron manos a la obra. Por entonces, Verónica era la única mujer que participaba del grupo. La primera overlock era una Mitsubishi industrial que donó una tía de Claudio.
Hicieron una reunión para ver cómo llenar los requisitos de inscripción de la cooperativa. Soltaron algunos nombres posibles que no convencían hasta que uno dijo
-¡Cooperativa hombres libres!
Todos aclamaron hasta que la única voz femenina se plantó:
-¡Cooperativa de hombres… y mujeres libres!
Ella no había estado nunca presa pero era una manera de marcar la cancha y, además, de abrir una puerta a lo que luego sucedió: en la actualidad hay tantos hombres como mujeres en ese espacio. Cuando hubo que elegir autoridades, la presidenta fue Verónica, Claudio quedó como secretario y Marcelo García, otro ex detenido, como tesorero.
Los malditos antecedentes
La legalidad no es tan sencilla. La ley de cooperativas tiene un artículo que impide a las personas con antecedentes penales asumir responsabilidades de dirección. Es decir, si desde el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social pidieran los certificados respectivos, deberían modificar la composición societaria. Algo que no tiraría abajo ni esa ni las otras tantísimas experiencias similares. Sin embargo, en un clima social que suele ser adverso a la reinserción de los detenidos, el tema no llega al Congreso.
-Les miento si les digo que nos fue bien de entrada. Pasamos un año y pico de hambre: no teníamos para comprar el equipamiento, las materias primas y repartir algo de plata para cada integrante –dice Claudio.
En cinco años pasaron muchas personas por esa cooperativa. El núcleo básico de ocho integrantes no cambió. Cinco de ellos estuvieron presos.
Hoy, esas personas aprendieron diseño textil y de indumentaria con cursos, lecturas a través de internet y del intercambio con otros emprendimientos similares.
Se distribuyen el trabajo, no solo dentro del taller sino en la búsqueda de clientes. Con Carolina Stanley al frente del Ministerio de Desarrollo Social, en 2017 lograron un convenio para hacer 30.000 guardapolvos.
-Somos tres polos textiles que estamos en eso y permite que trabajen casi 300 personas.
Con el correr del tiempo, una de las obsesiones de Claudio es lograr que otros pibes no hagan lo que hizo él durante los años que salía de la cárcel y al tiempo volvía a caer.
-Estudiar y trabajar, juntarse con buena gente –dice-. Hay muchas cosas que el Estado está en falta. En la provincia de Buenos Aires hay una ley de cupo laboral, que no se aplica -dice.
La ley 14301 fue promulgada en 1996, y fija una cantidad de mecanismos, desde cupos en organismos públicos para incorporar personas salidas de prisión, hasta exenciones impositivas para empresas privadas que hagan lo propio, pasando por el estímulo a contratar cooperativas de ex presos.
Infobae quiso saber si eran proveedores del Estado.
-Nosotros no estamos en condiciones de cumplir con todos los requisitos, no podemos producir grandes cantidades solos, no tenemos crédito. Nosotros sabemos que para las personas que estuvimos detenidas el laburo es un problema, pero para lograr resultados los políticos tienen que tomar el toro por las astas.
Claudio, que es de Tres de Febrero, da un ejemplo:
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-Miren, le pedimos una audiencia al intendente Diego Valenzuela, él no nos pudo recibir pero sí nos atendió su secretario privado. En Tres de Febrero, en un año salieron en libertad 150 personas. Si el municipio promueve cooperativas y esos pibes tienen trabajo yo les garantizo que mejora mucho la seguridad.
Toda la paciencia cultivada en tantos años, al hablar de estos temas, dejan paso a una cuota de ansiedad. La adrenalina se nota en la voz de Claudio:
-Estuvimos con el ombusman de la provincia de Buenos Aires (Guido Lorenzino) y le dijimos todo lo que se puede hacer. Por ejemplo, de acuerdo a la ley de Ejecución Penal (12256) tienen que promover el empleo y fomentar la creación de cooperativas. Nosotros somos solo un ejemplo más de lo que se puede lograr con esfuerzo…
“Ahora mi vieja está tranquila”
Claudio tiene que volver a agarrar la tijera con esas manos que calzaron fierros, que se aferraron a las rejas y que ahora usa para las máquinas, para el centímetro, para cargar datos en la computadora.
Cuando los cronistas llegan a la escalera y lo saludan, sueltan la última pregunta:
-Claudio, ¿y tu madre?
-Está bien. Al principio no me tenía confianza. Ahora voy a su casa a Pablo Podestá, con Verónica y Taiel, y sabe que puede estar tranquila.
Fuente: Infobae