Para la ex mujer, “esto fue obra de otras personas, no sabemos de quién”
Lo dijo la jueza Sandra Arroyo Salgado ante el féretro de Nisman. “Sé que confiás en mí para llegar la verdad”, señaló. Además, tres dirigentes hablaron de “asesinato” y pidieron justicia.
La ex esposa de Alberto Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, prefirió no improvisar. De luto, con una voz firme, leyó bajo el sol radiante del mediodía las páginas que había elegido para despedir al padre de sus dos hijas y a su compañero de vida durante diecisiete años. Frente a las doscientas personas que llegaron hasta el cementerio israelita de La Tablada para despedir al ex titular la Unidad Fiscal AMIA, le hizo una promesa a su ex marido, que fue toda una definición. “Sé que confiás en mí para llegar a la verdad, porque ninguno de los que te conocemos creemos que vos hayas sido el hacedor de este final. Tenemos la certeza de que esto fue obra de otras personas, no sabemos de quién. Es muy difícil”, se sinceró la jueza.
No hubo interrupciones y tampoco aplausos. Arroyo Salgado habló de “un montón de presiones” y “cuestiones que debieran estar muy al margen del Poder Judicial”. Minutos antes había pedido perdón por ser parte de un poder que no funciona como debería. Sin embargo, lejos de la resignación, se mostró esperanzada. “Confío en toda la gente con vocación de servicio, que tiene un auténtico interés y que va a ayudar para hacer lo mejor posible. Porque vos lo hubieras encarado así, éste es mi compromiso con vos, como tu ex compañera y como parte del Poder Judicial. Vos te lo merecés”, insistió. Entonces sí hubo aplausos de respeto, apoyo y emoción.
En el único momento en el que a la jueza se le quebró la voz fue cuando leyó la carta que su hija Kala le escribió a su padre. “Nos vemos cuando me muera. Te amo. Espero que descanses en paz”, se escuchó. Dicen, quienes estuvieron presentes, que más de uno rompió en llanto, pero Arroyo Salgado enseguida se recuperó. La acompañó –siempre de cerca– su actual pareja. Sus hijas la esperaron cerca de la madre del fiscal, Sara Garfunkel.
“No puedo creer que yo esté acá y vos estés ahí”, había dicho un rato antes la ex mujer de Nisman. “Ahí” significa seis pies bajo tierra, a sólo 20 metros de donde yacen algunos de los 85 muertos en la AMIA. Los mismos que –en palabras de Arroyo– eran la “prioridad” del fiscal.
Después de las palabras del rabino que ofició la ceremonia, algunos íntimos de Nisman ayudaron a cubrir el ataúd, tarea que completaron los empleados del cementerio. Otros arrojaron tierra y piedras, como es tradición, en último acto de ofrenda a su amigo.
Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Guillermo Montenegro y Hernán Lombardi, los pocos políticos que llegaron hasta La Tablada, se retiraron como llegaron: en silencio. Alrededor del ataúd de Nisman se apreciaba la corona de flores de la procuradora general de la Nación. A su lado se veían otras con los nombres del candidato del Frente Renovador, Sergio Massa, y el intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino. El colegio público de Abogados y el Ministerio Público enviaron las suyas.
El ensayista Santiago Kovadloff, una de las voces que precedió a la de la ex mujer de Nisman, tampoco dejó dudas. “La República vuelve a estar de duelo con este asesinato”, dijo. El vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolf, apuntó –como el fallecido fiscal en su denuncia– al Gobierno y cuestionó el abuso de la ex SIDE que ahora la Casa Rosada denuncia. También le apuntó a Irán. El presidente de la Asociación de Fiscales, Carlos Donoso Castex, fue el único que se animó a improvisar y tuvo que pedir disculpas porque las lágrimas y los sollozos le hicieron difícil mantener la compostura. Dejó para el final un poema sobre Nisman que escribió otro colega.
Los primeros en llegar al cementerio judío, cerca de las 11, fueron los máximos dirigentes de la DAIA y la AMIA. La mayoría lo hizo siguiendo el cortejo fúnebre que había partido media hora antes desde la casa velatoria en Núñez. Hasta ahí, un centenar de vecinos –en su mayoría mujeres– se acercaron para despedir a Nisman. Entonaron el himno y reclamaron Justicia. Otros llevaron pancartas con duras críticas al Gobierno, en especial contra la procuradora Alejandra Gils Carbó. En el puente de General Paz y Superí un grupo minúsculo agitó una bandera argentina, cuando el coche fúnebre que transportaba los restos de Nisman pasó por debajo.
Otro pequeño grupo también hizo guardia –como muchísmos medios– para recibir al cortejo. En Núñez y en La Matanza hubo un numeroso operativo policial.
Nisman ya no está. Quedan las 290 hojas de la denuncia en la que acusa a la presidenta Cristina Kirchner y al canciller Héctor Timerman, entre otros, de encubrir el atentado terrorista más sangriento de la historia argentina. La misma que presentó cuatro días antes de morir. O como sugiere la familia, de que lo mataran.
Fuente: Clarín.