Niños con mayor consumo de tablets sufren cambios en su estructura cerebral
Un nuevo estudio realizado por la Revista de la Asociación Americana de Médicos de Estados Unidos (JAMA, por sus siglas en inglés) señala que a mayor consumo tecnológico, menor lenguaje expresivo y capacidad de nombrar objetos.
También se veían afectadas de manera negativa otras aptitudes vinculadas a la alfabetización. La función ejecutiva, que es el proceso que participa del control y la autorregulación, se vio incluso muy alterado.
El grupo sobre el que trabajaron estuvo compuesto por 27 niñas y 20 niños de entre tres y cinco años, acompañados por sus padres. Los pequeños hicieron primero los exámenes estándar para medir el desarrollo cognitivo.
Luego de darles un cuestionario a los padres para evaluar la cantidad de tiempo que los hijos pasaban frente a una pantalla obtenían un coeficiente de consumo de pantalla o “ScreenQ”. Luego lo cruzaban con el tiempo de respuesta de los niños a las evaluaciones. Así justamente encontraron la relación entre el mayor consumo y los cambios estructurales.
Son muchos los padres de familia que utilizan los teléfonos celulares y tablets para mantener entretenidos a sus hijos mientras realizan los quehaceres de la casa, trabajan o se toman un rato libre, por ejemplo. Esto no es malo, siempre que sea por breves periodos y bajo supervisión.
Como cada vez hay mayor consumo de los niños, suele haber estudios analizando el fenómeno. John Hutton, autor del estudio y director del Centro para el Descubrimiento de la Lectura y la Alfabetización del Hospital de Niños de Cincinnati, explicó que “las pantallas están destinadas a prevalecer en cualquier ambiente donde haya un niño”.
El trabajo de Hutton se suma a otros estudios que comprobaron las consecuencias negativas en el desarrollo de los niños que pueden tener los dispositivos. Uno de ellos, publicado en abril de 2019, mostró que a mayor tiempo de exposición a las pantallas, menor plazo de atención en los niños de preescolar. Un mes antes, otra investigación halló que el uso de celulares demoraba la aparición del lenguaje expresivo en bebés de 18 meses.