“Miedo no hay, solo pensamos en ayudar”, dicen quienes cuidan a los enfermos de coronavirus
El Centro de Aislamiento para pacientes con Covid-19 de la ciudad de Berisso comenzó a funcionar con el ingreso de nueve enfermos, entre ellos un niño, que son atendidos las 24 horas por médicos, enfermeras y voluntarios que afirman: “Miedo acá no hay, solo pensamos en ayudar”.
“¡Chicos, se viene el almuerzo!”, anuncia Yanina Quetti con voz alegre, pero no se trata de una escena hogareña: Yanina es una de las 15 enfermeras que trabaja en el Centro de Aislamiento y así avisa a los pacientes que ingresará al sector donde se alojan para llevarles su comida.
Minutos después, la enfermera les recuerda:”Pónganse los barbijos”, y aguarda en un extremo del pasillo que conduce a las habitaciones de los pacientes a que estos se asomen, lo que ocurre poco después cuando saludan animosos detrás de sus tapabocas.
Yanina entrega la bandeja con la comida y los pacientes reingresan a sus habitaciones para que la exposición de la enfermera con ellos sea mínima.
“No trabajás con miedo, el miedo te juega en contra porque te paraliza. Se trabaja de manera consciente, usando las herramientas que tenés para cuidarte”, contó Yanina a Télam después de quitarse el equipo de protección que debe colocarse para acceder al sector de los pacientes: cofia, antiparras, barbijo, máscara, camisolín, cubrebotas y varios guantes.
La enfermera explicó que “el equipo sofoca, marea, y apenas se atraviesa el separador de nylon grueso (que divide el ‘sector limpio’ del sector de los pacientes), una quiere sacarse todo rápido y es ahí que se puede tocar algo contaminado. Por eso, una compañera que no entra te va guiando y recordando el modo de retiro de cada prenda”.
La escena se repite en las cuatro comidas que se brindan en el Centro de Aislamiento montado en el Albergue Estudiantil de la Universidad Nacional de La Plata, ubicado en las calles 127 y 61 de Berisso, donde hasta mediados de marzo se alojaban unos 150 estudiantes universitarios de todo el país.
Cuando se dispuso el aislamiento social y obligatorio, el Albergue quedó vació de estudiantes y se lo acondicionó como Centro de Aislamiento para casos positivos de coronavirus.
Así, el 3 de junio llegaron los primeros pacientes, todos vecinos del barrio popular “José Luis Cabezas”, que se extiende entre las ciudades de Berisso y Ensenada y en el que se declaró un brote con más de 50 contagios de coronavirus.
En el Centro está alojada una familia compuesta por cuatro hombres y una mujer; otra mujer y su hijo de 11 años; y dos hombres jóvenes sin vínculo entre sí.
“Son muy respetuosos, tranquilos, ni siquiera deambulan por el pasillo, están siempre en sus habitaciones”, contó la enfermera Mariana Lezcano, que con Cristina Jara comparten turno laboral con Yanina.
No fue fácil para las enfermeras contarles a sus familias que iban a trabajar atendiendo pacientes con coronavirus.
“Mi papá tiene 89 años y se largó a llorar; a mi mamá le tuve que describir todas las medidas de protección que tenemos; y a mi pareja no hizo falta porque él también es trabajador de la salud”, dijo Jara.
Mariana tuvo que tomar una decisión muy difícil: la de alejar de su lado a su hija de 9 años.
“Cuando aún no había pacientes acá, un día llegué a casa y mi hija corrió a abrazarme antes que pudiera quitarme la ropa y ahi pensé qué iba a pasar cuando llegaran los pacientes. ¿Y si, a pesar de mis cuidados, mi hija resultaba contagiada?”, relató la enfermera, que debió pedir a su hermano que se llevara a su hija a vivir con su familia mientras dure la pandemia.
Uno de los siete médicos del lugar, llamado Mateo Carzolio, contó a esta agencia que tampoco fue fácil manejar con su entorno su trabajo en el Centro.
“Mi familia está en la ciudad de Dolores, no los veo desde el inicio de la cuarentena pero están muy orgullosos de mi”, dijo emocionado aunque su mirada se ensombreció al recordar: “Cuando arranqué a trabajar acá, mi novia se fue a vivir con sus padres. Lo acordamos así porque ella trabaja con ellos y era riesgoso para estos”.
Carzolio explicó: “Los pacientes están bien, no tienen complicaciones respiratorias, me encargo de auscultarlos, tomarles la temperatura y, en esos momentos, suelen preguntarme cuánto durará la enfermedad o qué síntomas pueden aparecerles. Además, tenemos un grupo de Whatsapp con ellos por el que me avisan, por ejemplo, si les duele la cabeza”.
El médico también se se encarga de recibir y descontaminar los bolsos con ropa que los familiares de los pacientes alcanzan hasta la puerta del Centro, ya que no pueden ingresar al lugar.
Los pacientes comen en sus habitaciones y se encargan también de la limpieza de estas: “Saben que no deben barrer, por eso se les dio un trapeador, balde y lavandina”, retomó la enfermera Mariana Lezcano.
El médico y las tres enfermeras coinciden en que genera stress estar alerta para no tocar nada contaminado pero, como sintetiza Lezcano: “La inseguridad y el miedo son el peor enemigo; acá, no lo permitimos, solo pensamos en ayudar a los pacientes”.