Martiniano Molina tuvo su primer varón: “Pedro será mi gran compañero”
“Se movió mucha energía cuando el gordo nació. Fue un parto hermoso”, dice Martiniano Molina con sentida emoción y recuerda: “Sucedió en la camilla de preparto, porque todo fue demasiado veloz. Yo estuve todo el tiempo al lado de la cabeza de Ile –Ileana Luetic–, tratando de no mirar mucho para que no me temblaran las piernas. Pero ella lo terminó de sacar, se lo puso en el pecho, él lloró y a mí me atravesó una emoción enorme”.
El reloj del Sanatorio Modelo de Quilmes marcaba las 21:06 cuando Pedro Molina vio por primera vez este mundo. ¿Cómo es? “Un santo y un fenómeno”, piropea instantáneamente el padre, con palpable orgullo.
–¿Por qué decidieron llamarlo Pedro?
–Porque nos gustan los nombres simples. Estábamos entre Pedro y José, pero como al inicio tiramos Pedro y Federica (dos años y diez meses, primera hija de la pareja) lo adoptó, era muy difícil volver atrás. Además, Pedro Molina nos encanta porque tiene un pedazo de personalidad.
–Estaban entre dos nombres súper cristianos. ¿Lo notaste?
–Totalmente. Ile fue a una escuela de monjas en Rosario, y yo creo mucho en la fuerza de Cristo. Pedro tiene todas las connotaciones de la historia del cristianismo y me parece muy lindo todo lo que eso significa, incluyendo lo de la piedra fundamental.
–Teniendo en cuenta esto, ¿dentro de poco se viene el bautismo?
–Mirá, a Federica la bautizamos al año en Rosario. Sospecho que él va a seguir la tradición, porque allá está el Padre Ignacio, que es muy amigo de Ile. Así que será bautizado en Quilmes, hincha de Boca… No, mentira, todo al revés: bautizado en Rosario e hincha de Central… aunque ya tiene el carnet del Cervecero.
–Vos sos de Boca, tu mujer de Rosario Central… ¿Y él va a ser de Quilmes?
–Es que los muchachos ya le hicieron el carnet al enano, lo mismo que a Fede… Igual, ella dice que es de Central, porque el abuelo la vuelve loca. Yo no quise meter presión, porque alcanza con que un día la lleve a la Bombonera y ya está. Una cosa es ser multicampeón, y otra esperar treinta años para ser campeón. Creo que todos mis hijos van a salir de Boca, pero la lucha interna será dura.
–Es la tercera vez que te convertís en padre. ¿Cómo fue la llegada de Pedro para tus dos hijas, Violeta (15, hija de un matrimonio anterior) y Federica?
–Re bien. A Viole le encantan los nenes y ahora colabora un montón con Ile, dándole una mano con el bebé. Y Fede está feliz de tener un hermanito y lo dice. Todo el tiempo quiere agarrarlo y darle besos, pero debemos tener un cuidado tremendo, porque todavía no entiende el grado de fragilidad de Pedro.
–¿Ya estuvieron buscándole parecidos?
–Aunque todavía es una incógnita, mi percepción me dice que se parece más al lado Luetic, porque tiene un corte de cara diferente al de las nenas, que se parecen mucho a mí. Eso sí, es grandote, porque nació con 3 kilos y medio y 52 cm, y en la primera semana aumentó casi 400 gramos, cuando normalmente los nenes bajan. Y en ese sentido, yo de bebé fui un voraz de morfar, morfar y morfar. A los meses ya era un animal.
–¿Sentís que va en el mismo camino?
–Es probable. Yo mido 1.92 y peso 110 kilos. Siempre fui un torito. Y no quiero cantarlo, pero me parece que en lo físico él también viene por ahí.
–¿Qué te genera saber que llegó tu primer varón?
–Un alegrón. Estoy lejos de la cosa machista de pensar que voy a ir a jugar al fútbol con el pibe, pero sé que voy a tener un recontra compañero a la hora de hacer cosas relacionadas con las manualidades, la construcción, las herramientas, la electricidad, la huerta y los muebles… Ahora mismo estoy haciendo una parrilla.
–¿Lo imaginás con vos en la cocina?
–Ojalá, pero eso se verá… En casa, ése es un ámbito abierto a recibir manos. (Gente)