Los famosos que decidieron alejarse de todo, en su momento de mayor éxito
A fines de marzo celebró su incorporación al Bailando 2017 con sushi, champán y una tarde de compras. Sobrina de la Primera Dama, Juliana Awada, pero con una declarada admiración hacia la ex presidente Cristina Kirchner, su ascenso fue más vertiginoso que una caída libre. Y así, creyéndose más popular de la cuenta (las redes sociales son engañosas), un sábado convocó a sus fanáticos al Planetario. No fue nadie.
Algunos meses y un tendal de polémicas después, Naiara Awada renunció a ShowMatch sin previo aviso. Se habló entonces de pico de estrés, de crisis de llanto, de colapso. Y también habló su mamá, luego de que Marcelo Tinelli hiciera público su desconcierto por la carencia de novedades sobre Nai: ¿cómo está y dónde se encuentra Nai? “Ella está bien, y mejorando. Está tranquila, tratando de recuperar su salud”, le dijo Melanie Alfie, la ex mujer de Alejandro Awada, a Teleshow.
Mientras se espera una reaparición televisiva de Naiara (hace unas horas se mostró en Instagram), su caso sirve para repasar otros similares: el de aquellos que, por decisión propia o circunstancias ajenas, le dieron la espalda a la fama, el éxito, el dinero y la popularidad, cuando tanto habían hecho por adquirir ese combo deseado.
Millie Stegman
Con Perla Negra, siendo la contrafigura de Andrea del Boca, la popularidad le abrió la puerta. Con Naranja y media, junto a Guillermo Francella, se topó con la masividad. Y con el Bailando por un sueño, donde inició un inesperado romance con La Tota Santillán, se expuso al escándalo mediático aunque en una época -2008- donde todo parecía un inocente juego de niños.
Hasta que Milagros -como la conocían en su Coronel Pringles natal- se bajó del escenario de una manera tan sigilosa que pocos repararon en su ausencia. Hasta que la prensa la halló en 2012 cuidando los jardines del Hospital Rivadavia. “Es algo que surge del amor, no lo hago para que se me reconozca por eso -declaró Millie-. El servicio nace de mi creencia en Dios. Además, me encanta trabajar en jardinería y con las plantas. Ese es mi trabajo. Y también rezar“.
Milagros era católica aunque no practicante. “Pero el Espíritu se manifestó y me consagré al Señor y la Virgen”, dijo sobre su experiencia mística frente a la Virgen del Cerro, en Salta. “Escuché el llamado…”, precisa sobre ese día, del que ya pasaron más de diez años. Y en consecuencia Millie dejó de atender otros llamados: los de aquellos productores que le ofrecían trabajo en una televisión que la tuvo como protagonista, dos lejanas décadas atrás.
Juanse Stegman
Un spin-off de esta historia de película de Millie podría protagonizarlo su hermano, Juan Segundo Stegman. A mediados de los 90 y bajo su apodo –Juanse– este periodista de andar campechano y aspecto de modelo alcanzó notoriedad como movilero del programa 360 Todo para ver, haciendo crónicas vinculadas con la naturaleza (por caso, viajó a África para hacer un informe sobre gorilas). Aquel envío de Canal 13 era conducido por Julián Weich y María Belén Aramburu, quien fuera la mujer de Juan Segundo por más de una década.
Pero luego de un puñado de años de pantalla chica y elogios grandes -¡las señoras lo anhelaban de yerno!-, la televisión le cerró las puertas. Hombre devoto, Juanse se volcó a la religión. Y al igual que Millie cuidó los patios internos del Hospital Rivadavia. En 2012 coordinó la campaña Prendete María, recorriendo distintas ciudades y pueblos del país junto a una imagen de la Virgen de Luján. “Mi familia sabe bien que todos los caminos de la Fe tienen alguna renuncia, cosas que uno tiene que dejar definitivamente si está comprometido con lo que están haciendo”, declaró un Juan Segundo que ya peina canas sobre ese andar campechano todavía intacto.
Camila Bordonaba
Hoy, Luisana Lopilato es una figura reconocida a nivel mundial, al tiempo que Benjamín Rojas y Felipe Colombo -aún con menos fama, claro- siguen construyendo sus más que respetables carreras artísticas. Los tres conformaban Erreway, el desprendimiento musical de Rebelde Way. En rigor, era un cuarteto: Camila Bordonaba se ubicaba en el vértice restante.
Con un debut televisivo en Canta Niño que se dio ¡a sus tres años!, Cami empezó a ser reconocida en el albor de su adolescencia cuando ingresó a Chiquititas. Poco después, lo dicho: el fenómeno masivo e internacional de Erre Way, y como correlato alguna que otra tira y una película. Y enseguida, el adiós prematuro.
También bailarina y directora teatral, en 2009 Bordonaba apagó la tele -en todo sentido- y optó por una vida desprovista de lo material, mudándose a Bahía Blanca para residir en una comunidad artística formada en torno a un centro cultural. “Me harté cuando tuve conciencia de lo que estaba comunicando (en la televisión)”, se explicó alguna vez.
Hoy, mientras Luisana filma en Hollywood, Camila (de 33 años) se encarga de la huerta, limpia el lugar, hace las veces de camarera. Pero aquí las comparaciones no son odiosas: ni siquiera son posibles. Porque este es el camino que ella eligió. Y el que la hace feliz. Esa es la definición más apropiada de la palabra éxito.
Lola Berthet
Las luces de un estudio la iluminaron por primera vez en Verano del 98, pero sintió que la quemaban cuando alcanzó la consideración del gran público. Lo hizo con la mucama Rita, en Son amores, y con Hilda en Los Roldán, una ficción que alcanzaba los 40 puntos de rating. Corría 2003. Otros tiempos televisivos.
El María Lorena del documento de Berthet ya había sido reemplazado por Lola por decisión propia. Y luego fue cambiado por Hilda, por determinación ajena: en medio de ese estallido de popularidad y prestigio (por Rita había ganado un Martín Fierro), ya nadie la llamaba por su nombre artístico. A Berthet, eso le costó. “Y opté por correrme”, dice, recordando cuánto la ofuscaba la atención que la prensa le daba a la intimidad de un elenco estelar encabezado por Miguel Ángel Rodríguez, Andrea Frigerio y El Puma Goity. Ella, en cambio, prefería trabar amistad con los técnicos y las vestuaristas antes que con sus compañeros ocasionales.
Vecina de Monserrat y mamá de Juan Fidel (cuatro años), este 2017 la encuentra alejada de cualquier medio vinculado al espectáculo. Por estos días Lola da clases de teatro y hace una serie web, Soy under, que se emite por YouTube. Integrante de la Asociación de Actores, militante kirchnerista y de la Tupac Amaru, Berthet reclama por la liberación de Milagro Sala.
Según confiesa, en la dirigente jujeña encontró “un antes y un después” en su vida. No así en la fama, el rating y la televisión.
Facundo Espinosa
“Me explotó la cabeza”. Así de simple. Esas son las palabras que Facundo elige para explicar porqué hizo a un lado una carrera que, al igual que Bordonaba, empezó a transitar en la niñez: tenía apenas nueve años cuando formó parte de Clave de Sol, con Leonardo Sbaraglia y Pablo Rago. Después vinieron muchas novelas más, desde Amigovios, Dibu y Campeones, a Son Amores y Los Roldán (como Lola Berthet), entre muchas otras.
“Se dio de casualidad. Me llevaron a un casting y de ahí no paré. No lo elegí, no lo estudié y se convirtió en un trabajo”, cuenta Espinosa, quien llegó a estudiar los libretos en el patio de los recreos de la primaria. Pero luego de más de dos décadas… “Dije ‘¡Basta!'”. Y canalizó sus inquietudes artísticas en la música, formando una banda de rock, Huachu. Además, dejó las doce horas de jornada laboral para privilegiar el tiempo compartido con sus hijas y su familia.
Este año Facundo regresó a la televisión con un papel en Golpe al corazón. Dentro de unos pocos días, no se lo verá más en la novela de Telefe. Será momento de regresar al anonimato.
“Hoy en día soy quien quería ser. Antes, no lo era”, confiesa Facundo, quien no lo duda: “ni loco” llevarías a sus hijas a un casting, como a él le sucedió en la infancia. Lección aprendida.
Fuente: Teleshow