Los espacios culturales, en emergencia y con un futuro incierto, repiensan su funcionamiento
Con una situación crítica previa que se vio fuertemente agravada por el cierre de sus espacios debido a la pandemia, los centros culturales independientes y autogestivos de la Ciudad de Buenos Aires se repiensan durante la cuarentena para diagramar la forma de subsistir, que no solo abarca la difusión de prácticas artísticas sino también la posibilidad de contener y articular demandas y lazos comunitarios.
Hugo Damián Szmoisz, de El emergente; Patricia Gómez y Diana Maffía, de Tierra Violeta; Lisa Kerner, de Casa Brandon; Anabella Etchegaray, de Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA) y Camila Zapata Gallagher, de Club Cultural Matienzo dialogaron con Télam sobre cómo están trabajando en la continuidad de las actividades, que aseguran que no seguirán de la misma manera, ya que esos espacios se nutren del encuentro con otros y de la puesta en común.
“Somos espacios que vivimos muy al día y muchos de nosotres podemos programar y vivir con ayuda del Estado, no somos autosustentables. Nos autopercibimos con una función social, no somos proyectos comerciales. Haber sido uno de los primeros en cerrar las puertas y ser quizás los últimos que volvamos a abrir, vuelve a la situación muy desesperante”, explica Kerner , quien, no obstante, apoya las medidas para contener el avance del coronavirus.
Etchegaray, representante de MECA, sostiene que “enfrentar esta coyuntura siendo proyectos autogestivos”, los ubica “en una situación de total vulnerabilidad” porque, “sin actividad, se vuelve prácticamente imposible sostener la sustentabilidad de los proyectos”.
En ese sentido, indica que “MECA está integrada por más de 40 espacios culturales de la Ciudad de Buenos Aires, de los cuales más de 800 trabajadorxs dependen de manera directa, al mismo tiempo que artistas, productorxs, sonidistas, iluminadorxs, programadorxs, maquilladorxs, se encuentran sin lugar donde realizar sus actividades”, explica sobre una situación que “afecta a todo el entramado del circuito cultural independiente”.
Szmoisz, de El Emergente -un proyecto que cuenta con dos sedes y una radio online- cuenta que hoy el espacio enfrenta “una dificultad muy grande” porque, sin la posibilidad de presencia del público y de generar ingresos, la actual coyuntura representa “un tobogán sin sostén, una caída libre”.
“Hay una situación de incógnita muy grande. Estamos tratando de generar ideas de trabajo, de seguir manteniendo el equipo funcionando, repensarnos y construir desde otro lugar”, resalta, no obstante, el impulsor de El Emergente.
Gómez y Maffía afirman que no pueden dictar los habituales talleres de informática orientados a personas en situación de exclusión ni tampoco abrir la biblioteca u organizar muestras, lo que hace que el sostenimiento del espacio se torne “basta te difícil”.
“Si bien estamos haciendo teletrabajo, muchas de nuestras actividades tienen que ver con el espacio social y el espacio colectivo en el que participamos”, aseguran y marcan así una característica que atraviesa la realidad de todos los centros que no solo ven afectados sus ingresos sino también la tarea social que desarrollan.
Zapata Gallagher, directora de Club Cultural Matienzo, relata que, en enero, el aumento “considerable de público y de consumo” lo había hecho ilusionar con que sería “un año de recuperación” luego del “estado deplorable” en el que habían quedado después de “cuatro años de políticas neoliberales”.
“Esto nos vuelve a dejar con el corazón desgarrado, sin posibilidad casi de dar respuesta”, asegura la referente del Matienzo en relación al impacto de la pandemia.
Incluso, desde Tierra Violeta, Patricia Gómez cree que no se va a volver a la normalidad “tal como la conocíamos sino que van a haber nuevos espacios de socialización”.
En el ‘mientras tanto’, rescata las alternativas que ofrecen los espacios virtuales pero recalca que “no es lo mismo hacer un vivo en Instagram que poder estar colectivamente, reflexionando, viéndonos”.
En la última semana, el Gobierno nacional dispuso que los centros culturales, constituidos como asociaciones civiles, queden exentos del corte de servicios en caso de mora o falta de pago de hasta tres facturas consecutivas o alternas con vencimiento desde el 1 de marzo.
“Es una caricia entre tanta precarización. Sin dudas, se aplauden y nos hacen pensar que el Estado ha decidido mirarnos de frente y atender, desde donde puede, a los problemas del sector. No alcanza, pero aplaudimos y agradecemos el enorme esfuerzo de les compañeres del Ministerio que siguen pensando y militando la cultura”, dice la responsable del Matienzo.
Si bien el panorama es complejo y la posibilidad de sostenerse es la preocupación central, quienes llevan adelante estos proyectos siguen apostando a una continuidad en sus tareas, reconfigurando formas y resignificando prácticas.
“Los espacios culturales independientes han sido históricamente sitios de encuentro, de creadores y difusores de arte, espacios de resistencia y de transformación social. Muchos de los contenidos que hoy ven, leen y disfrutan durante la cuarentena, han nacido y han sido creados en muchos de nuestros espacios. Nuestra propuesta es impulsar y difundir el acceso a la diversidad cultural que, como bien sabemos, es un derecho humano”, sintetiza Etchegaray.