viernes, noviembre 22, 2024
Sociedad

Los “candados del amor” en Puerto Madero: se quitan muchos kilos por año

LA MODA DE ENAMORADOS DEJANDO “CANDADOS DE AMOR” EN LOS PRINCIPALES PUENTES EUROPEOS PARA GARANTIZARSE LA PERPETUIDAD DEL VÍNCULO, HA LLEGADO TAMBIÉN AL DIQUE 3 DE PUERTO MADERO, DE CUYAS BARANDILLAS SON EXTRAÍDOS CADA AÑO KILOS Y KILOS DE ESTAS CERRADURAS, POR REPRESENTAR UN PELIGRO PARA LAS ESTRUCTURAS.

La moda de enamorados dejando “candados de amor” en los principales puentes europeos para garantizarse la perpetuidad del vínculo, ha llegado también al dique 3 del porteño barrio de Puerto Madero, de cuyas barandillas son extraídos cada año kilos y kilos de estas cerraduras portátiles, por representar un peligro para la estabilidad de las estructuras.

“Demasiado es poco. Julieta y Fede. 06/03/16”, dice uno de los candados entrelazados en las ligas metálicas de la barandilla que circunda el dique.

Junto a él, se suceden uno tras otros cerrojos de diferentes formas y tamaños. En algunos, el nombre de la pareja cuyo amor resguarda, se encuentra pintado sobre el metal, en otros, grabado o rasṕado.

Unos cuantos están escritos en otros idiomas, prueba de que el rito es realizado muchas veces por turistas extranjeros, y hay también de los que revelan amores binacionales, como el que lleva pintadas las banderas argentina y ecuatoriana.

Algunos están entrelazados de a dos, con un candado por cada miembro de la pareja; mientras que otros llevan encerrados dentro de su arco unas arandelas que simulan anillos de compromiso.

Y si bien puede vérselos a lo largo de todo el dique, los candados se concentran en las cercanías del Puente de la Mujer, y su presencia es aún más nutrida en el acceso este, junto a una vitrina que contiene una imagen de la virgen de San Nicolás.

“Hace unos cinco años que veo que la gente pone candados”, cuenta a Télam el vecino Emilio Chacra mientras elonga junto a la baranda.

“No creo que represente un peligro, es algo pintoresco para el barrio y simbólico para las parejas, que eligen sobre todo hacerlo acá porque se lo encomiendan también a la virgen”, cuenta.

Según cuenta, muchas parejas de turistas se enteran de esta moda mientras pasean por Puerto Madero, y después vuelven con un candado para cumplir con la nueva tradición.

Dos empleados de mantenimiento de la Corporación Puerto Madero que están reemplazando unos listones de madera del puente explican a Télam que una de sus tareas es justamente retirar los candados “cada tanto, cuando nos lo piden” porque “hacen que las eslingas se aflojen y deformen”.

“Hace poco se sacaron 10 kilos de candados de sólo 2 eslingas, que de un extremo a otro tienen 10 metros de largo”, contó Fernando.

“Aparecen más por temporadas: ahora que viene el día de la primavera se rebalsa de candados, igual que en el Día de los Enamorados”, agrega su compañero Agustín.

Aunque es martes por la mañana, no son pocas las parejas de jóvenes que se detienen a contemplar románticamente las aguas del dique o a sacarse fotos sobre el Puente de la Mujer.

“A mí me gusta porque es un gesto lindo, pero obvio que no asegura nada. Más bien es un como un regalo o demostración”, afirma Miqueas después de que su novia también veinteañera moviera la cabeza con escepticismo para asegurar que “no creo en eso”.

Al ser consultado sobre esta práctica, el psiquiatra Juan Eduardo Tesone la vínculó con “el horror de lo efímero” que habita en todo ser humano.

En ese sentido, este miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), afirmó que la moda de los candados en los puentes “es quizá un intento alegórico de querer obtener la seguridad, imposible, de garantizar la durabilidad del vínculo”.

“Ningún candado ha mantenido el amor, a lo sumo ciertos matrimonios. Que el peso de los candados plantee un problema urbanístico y de seguridad, es interesante dado que todo candado que se quiere poner a un vínculo no logrará otra cosa que ejercer un peso al punto de agobiarlo, ejerciendo un efecto contrario al buscado”, dijo a Télam.

El psicoanalista recordó que “no existe amor sin libertad y sin la posibilidad de elegirse cada día” y si bien ese elegirse mutuamente “puede durar toda la vida”, eso sólo “se sabrá al final”.

La costumbre de cerrar candados sobre los puentes, barandillas de contención y farolas ubicadas junto a ríos urbanos a cuyas aguas se arrojan las llaves, empezó a expandirse por las más importantes capitales europeas a partir de la publicación, en el año 2006, de la novela para adolescentes “Tengo ganas de tí”, del italiano Federico Moccia.

En ese texto, la pareja de protagonistas cierran un candado sobre una de las farolas del puente Milvio, para arrojar luego las llaves a las aguas del Tiber.

La proliferación de toneladas de candados en este puente y otros, como el Pont des Arts de París, terminó resultando un problema para las administraciones de estas ciudades, con barandas que empezaron a ceder producto del peso y el óxido, y movimientos sociales que comenzaron a hacer presión para que sean quitados, como “No Love Locks”.

Según esta organización son numerosos los perjuicios de esta práctica: el óxido que se extiende a las estructuras y que, unido al peso adicional produce roturas y aumenta los costos de mantenimiento; las llaves que contaminan las aguas y el abarrotamiento que afea el paisaje.

El asesor técnico del Consejo Profesional de Ingeniería Civil, Raúl Barreneche, explicó a Télam que “una carga adicional no prevista en una eslinga”, como las que forman la baranda de contención del dique, “puede soltar el amarre” porque “empieza a hacer esfuerzo y se deforma”, pero “si vos las mantenés, no tendrías demasiados problemas”. (Agencia Télam)

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