Liniers: “No me gusta que piensen por mí”
Tras inaugurar una retrospectiva de su obra, asegura que los “puentes” con la infancia son un eje clave de su trabajo. Y argumenta: “Cuando sos chico, sos cien por ciento vos.”
Con jean salpicado de pintura y una remera del genial Jean Michel Basquiat, Liniers se mueve entre sus criaturas en una de las salas más grandes del Centro Cultural Borges donde el sábado pasado inauguró su muestra Todo Macanudo, que estará abierta hasta el 2 de agosto.
La retrospectiva incluye más de 200 originales de sus historietas, retratos de todos sus personajes, tapas de CD, bocetos originales de la tapa publicada en The New Yorker en marzo último y espacios interactivos que invitan a jugar y dibujar.
–¿Su obra es para niños?
–¿Los Simpson son para niños o para adultos? ¿Mafalda es para niños o para adultos? Me gusta pensar que tienen distintos niveles de lectura, que lo que encuentra un chico hoy será distinto a lo que encuentre dentro de 15 años. Yo empecé a leer a Quino a los 7 años y el chiste de que la tortuga se llamaba Burocracia lo entendí muchos años después. Me interesa que la experiencia sea lo más abierta posible.
–En esta época en que todo viene digerido, ¿su estilo enigmático es buscado?
–Yo hago la mejor historieta que me sale. Para subestimar al espectador, ya está la televisión. Me gusta que el sentido quede abierto. Esto pasa en el cine, en la poesía, en la literatura, en la letra de una canción, como el tema “Martha, My Dear”, de los Beatles, que habla del perro de Lennon. Si McCartney hubiera escrito, “Martha, my dog”, no hubiera habido espacio para que cada uno ponga un cachito de su vida. No me gustan que piensen por mí. No entiendo los libros de autoayuda, creo que te puede ayudar mucho más leer Mark Twain o Cortázar y sacar tus propias conclusiones y pensamientos que leer un libro que diga en 120 páginas cómo ser feliz.
–¿Cómo era de chico?
–Yo casi no hablaba y de repente dije “uy mirá, ahí viene un colectivo”, lo que sorprendió bastante a mi mamá. No sé qué significa eso de mí mismo, como un niño, pero se ve que estaba esperando que algo llamara mi atención y ese colectivo debe haber sido muy increíble, un ser mitológico gigante. Para los niños todo es por primera vez. Eso lo perdemos de grandes. Un padre y su hijo salen de ver Jurassic Park y el padre dice “qué buenos efectos especiales” y el chico dice “había dinosaurios”. El que entendió la película es el chico. Yo trato de no olvidarme de ese puente de la infancia. Es ese ratito en que vos sos más vos que nunca, que todavía no te educaron, que no te dijeron el país es así o asá, que la religión es esta o aquella. Cuando sos chiquito sos cien por ciento vos. –Tiene tres hijas, ¿ellas son una fuente de inspiración? –Trato de no meterlas mucho porque debe ser raro que te dibuje tu papá, pero son tan lindas y dicen cosas tan raras, que no lo puedo evitar. Es como vivir con Luis Buñel, ¿cómo no las voy a aprovechar? Son unos pequeños Buster Keatons, genios de la comedia, no puedo no aprovecharlo, pero generalmente le pido permiso a la mamá.
–¿Cómo llegó a la tapa de The New Yorker?
–El año pasaso publiqué un libro en la editorial Toon Books, de Estados Unidos, que es de la francesa François Mouley y Art Spiegelman, el dibujante de Maus. Ellos son mi John y Yoko, dos personas que admiro muchísimo y fueron muy influyentes en la historieta. Ella, además, es la directora de arte y es quien está detrás de las tapas de The New Yorker hace 20 años y me decía “mandá bocetos para la tapa”, pero no me lo tomaba muy en serio, hasta que llegó un contrato.
–¿Cómo surgió La Editorial Común que dirige junto con su mujer, Angie ?
–Esto empezó hace cinco años. Me daba mucha rabia ir a España y ver que muchos autores argentinos influyentes, importantes, publicaban en España, Francia, Italia, Estados Unidos y acá no. Carlos Trillo, Altuna, José Muñoz, Jorge González, y ni hablar de los más jóvenes, que los hay y muy buenos, no están editados acá. Yo hubiese sido mejor dibujante si hubiese crecido con los libros de Muñoz y los franceses crecieron con los libros de Muñoz y fueron efectivamente mejores dibujantes. La idea de la editorial es reavivar el fuego de la historieta o la novela gráfica, no del humor gráfico porque eso siempre estuvo cubierto por Editorial de La Flor. La historieta adulta se descuidó, justo cuando se produjo un salto evolutivo en el mundo. Durante años los editores les decían a los historietistas que el género debía restringirse al humor o aventuras y para chicos. Y en ese corralito