jueves, noviembre 21, 2024
Nacionales

La vida de los corruptos está haciéndose cada vez más difícil

 

Escribe Rodolfo Terragno – Político y diplomático (*).

La vida de los corruptos, poderosos o no, está haciéndose cada vez más difícil.

La mayoría no sabe dónde poner el dinero mal habido. Es que la guerra al narcotráfico y al lavado ha impuesto restricciones extremas a los movimientos bancarios internacionales. Y varios paraísos fiscales se han convertido en purgatorios.

Las operaciones en efectivo, por otra parte, están cada vez más restringidas. En varios países de la Unión Europea está prohibido pagar en efectivo más de 3.000 euros. En Estados Unidos, si se quiere transar por más de 10.000 dólares cash, hay que someterse al control de la unidad de inteligencia financiera del Estado. Y el dinero “negro” no puede pagarlo todo.

Eso deja a muchos gobernantes, y exgobernantes, en posesión de billetes que -escondidos en cajas fuertes o maletas- tienen poca utilidad.

A eso se agrega la exposición pública a la cual son sometidos por las redes sociales, que a veces difunden calumnias, pero a menudo aportan datos para un procesamiento.

La exposición pública puede alcanzar también a cómplices o encubridores, que siempre tratan de lavarse las manos, pero en ocasiones se convierten en “arrepentidos” y ayudan a la justicia.

Todo gobernante o ex gobernante a quien se lo procese corrupción se declara inocente, y dice ser víctima de una “persecución”. En algunos casos, puede ser así, pero no es la norma. Pero pocas veces las sentencias son injustas o desproporcionadas.

La corrupción, como decía Roberto Arlt, “es una polilla que roe poco a poco al Estado”. El corrupto no elige al que mejor puede hacer una obra; elige al que le pone plata en el bolsillo. Los gobiernos corruptos distorsionan las prioridades: colocan lo prescindible antes que lo urgente, si lo prescindible les da billetes y lo urgente no.

Un gobierno no puede corromperse sin la participación o el consentimiento de quien lo preside. Pero un presidente necesita, para ejercer la corrupción, la complicidad de una gran estructura de poder.

Eso suele ayudar a los fiscales, que a menudo tienen un catálogo de sospechosos. Pero, para castigar esta degradación, se necesitan jueces intachables e imparciales que apliquen la ley sin contemplaciones.

(*) Extracto de la nota publicada este domingo 12 de agosto en el diario Clarín.

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