jueves, noviembre 21, 2024
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La selfie, entre la democratización del autorretrato y la idealización del narcisismo

Los avances tecnológicos como el surgimiento de las cámaras en los teléfonos celulares permitieron en los últimos años la irrupción de la “selfie”, una práctica fotográfica y social relacionada con la visibilidad y la exposición como un signo de estos tiempos, alimentada por las redes sociales, que derivó en la creación de museos como El reino de la Selfie, en Dubai, donde se invita a los visitantes a convertirse en artistas de su propia imagen.

Ese museo, creado en la ciudad de los Emiratos Árabes de mayor lujo arquitectónico, busca que sus visitantes disfruten al máximo de las instalaciones al tomarse las selfies y para ello invita a recorrer 15 salas con los mejores escenarios y un amplio abanico de fondos, con la intención de promover el arte, la creatividad y la diversión.

Este fenómeno surge en un momento de acceso masivo a la tecnología y en el que la construcción de identidades pone el énfasis en la imagen que las personas desean mostrar de sí mismas, y donde se exacerba el narcisismo que postula como fundamental aparecer bello, feliz y exitoso.

Como otra cara de esa misma moneda, esta práctica permite autorretratarse “a gusto y piacere”, reformulando de alguna manera el lugar del fotógrafo o de quien toma la imagen.

“Hay autores de la sociología contemporánea que sostienen la existencia de un desplazamiento en la construcción de subjetividades: si en los siglos XIX y XX el eje de esa construcción estaba puesto en la lógica de la interiorización -es decir, en lo oculto, lo íntimo, lo escrito- hoy la construcción de identidades pone el énfasis en la visibilidad, la exposición y la imagen”, explica el fotógrafo, curador y director artístico del Buenos Aires Foto, Francisco Medail.

“Uno es en función de cómo se muestra hacia los demás, de cómo es visto por los demás”, afirma y cita a la antropóloga Paula Sibila que evalúa que este comportamiento tiene que ver con “el desplazamiento del diario íntimo y las fotos guardadas en álbumes a las redes sociales, así como la auto exposición, la intimidad como espectáculo”.

Precisamente, el fotógrafo realizó un trabajo llamado “Extimidad”, en el que abordaba la relación entre la representación del cuerpo y los dispositivos digitales, donde exploraba “la disolución de las fronteras entre lo público y lo privado y cómo los juegos de seducción virtual están atravesados por una serie de condicionamientos fijados por el dispositivo tecnológico”, según explica en diálogo con Télam.

“Para 2013 el año en que realicé esa obra, el término selfie aún no existía como tal, si bien esa práctica ya estaba empezando a cristalizarse. Existían otros, como el sexting, del que el proyecto intentaba dar cuenta, y refería a la práctica de enviar autorretratos desnudos por mensaje de texto. Hoy ya podríamos pensarlo como una categoría dentro de la selfie, a la que se accede con solo repetir la frase “send nudes”.

Desde una mirada más crítica, el filósofo argentino Esteban Ierardo explica a Télam que “en la selfie la persona que se autorretata, no se percibe desde el ojo sensible del fotógrafo retratatista sino desde una necesidad de repetición serial de la propia imagen” y considera que “la repetición mecánica de la selfie es consecuencia del fenómeno del “facilismo digital” o de la facilidad tecnológica digital para obtener nuevas fotos de uno mismo”.

La selfie es parte de lo que en su obra “Mundo virtual” llama “el Teatro virtual del yo”, “es decir la necesidad de construir una imagen idealizada de sí mismo para mostrar a los demás”.

En coincidencia con esta mirada, la psicoanalista Silvia Ons, autora de “El cuerpo pornográfico” señala que la selfie “habla de querer captar todo el tiempo mi identidad, pero desde mi propio ojo, no desde el ojo del otro que siempre me va a devolver algo distinto de lo que creo de mí mismo, y que tiene que ver con aceptar la diferencia, aceptar la alteridad”.

“Creo que en este momento la mirada del otro es lo que se rechaza: vemos la conformación de grupos que parten de una identificación común y rechazan al diferente. Este es un fenómeno notable, y la intolerancia tiene que ver con esto”, afirma Ons.

Desde el lugar de quien privilegia la libertad de acceso a la propia imagen, la escritora colombiana María del Mar Ramón, postula en su libro “Coger y comer sin culpa” que “La democratización del retrato a través de la tecnología es un fenómeno fascinante. La autonomía sobre el autorretrato al alcance de un clic es un ejercicio en sí mismo revolucionario y emancipatorio. Que la posibilidad de retratarse esté cada vez entre más manos …rompe el paradigma sobre el retrato y lo acerca, también, a la voluntad y al deseo propio”.

Fundadora de la Red de Mujeres -que busca llevar la perspectiva de género a diferentes ámbitos en la región- Ramón sostiene que “Las autofotos eróticas o las nudes son una de las prácticas más interesantes, emancipatorias, placenteras y paradigmáticas que ha traído consigo la masificación de la tecnología”

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