viernes, noviembre 22, 2024
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La revelación del “Oveja” Hernández: “El oro nos hizo mal”

Sergio Hernández es un hombre de básquet pero, ante todo, es un hombre de deporte. Por algo no define a sus dirigidos como “basquetbolistas”, sino como “atletas”. Siempre busca la mirada integral, algo que excede al mundo en el que se mueve: también lo hace cuando se entusiasma desglosando la idiosincrasia deportiva argentina. Faltan horas para que Argentina se presente (ver aparte) en la segunda ventana de las eliminatorias FIBA para el Mundial de China 2019. Los ojos se le iluminan; gesticula, toma una pelota entre sus manos que no soltará en la media hora de entrevista. Casi que le funciona como cable a tierra.

-El año pasado te juntaste con Jorge Sampaoli. Cuando ves cómo se lo evalúa dentro y fuera de la cancha, ¿agradecés no ser de ese “palo”?

-El fútbol es bravo… Acá no sólo es deporte:es cultura, religión. Saca lo mejor y lo peor de nosotros… (Piensa, antes de reírse) Más lo peor. Y me incluyo, porque también me he encontrado más de una vez criticando un cambio pese a que no tengo idea. Pero a veces veo que hablan de su capacidad como entrenador… Yeso está fuera de discusión:no se puede dudar de eso. Nadie llega a dirigir a la Selección de fútbol por ser “amigo de”. Yo admiro cómo los entrenadores de fútbol mantienen la calma y siguen, porque es complejo.

-Y vos, ¿qué tan criticado te has sentido en tu carrera?

-Antes de salir campeón era joven, prometedor, simpático, carismático. Cuando gané el primer título, como no era mucho, poca gente me miraba mal. Al segundo, ya era un poco agrandado, canchero, vendehumo. Cuando gané el tercero, ya era soberbio. Pero al final, cuando estás 20 años en el mismo lugar, eligen apuntar a otro (risas).

-¿Es exagerada la crítica al entrenador deportivo?

-El deporte tiene su ciencia. Hay un estudio, una preparación. Hay que empezar a respetar un poco más al entrenador, te guste o no. Nunca vamos a dudar del conocimiento de un médico, de un arquitecto, de un ingeniero. Vos contratás a uno u otro porque te gusta más o porque le conviene a tu bolsillo, pero dudar del conocimiento y la capacidad de esa persona es exagerado. Y acá es normal. La palabra vendehumo es un clásico, la tenemos incorporada.

-Los argentinos somos polarizadores natos, también en el deporte. En el básquet, sin embargo, no parece pasar eso. Casi no se discute la línea de trabajo. ¿Por qué?

-Es cierto, pero hubo algún momento de polarización. Cuando reemplacé a Rubén Magnano hubo un par de años ásperos, porque yo tenía una forma de conducción muy distinta a la suya y él había ganado la medalla de oro en Atenas. Si Argentina ganara el Mundial de fútbol y el entrenador decidiera irse y llegara otro, más le vale a ese ni empatar el primer tiempo del primer partido. En cambio, en el básquetbol se entendió, se toleró un poco más.

-De todos modos, y aunque la gente del básquet suele entender la coyuntura, hay un grueso de público que puso la vara alta de un tiempo a esta parte.

-Es que en algún punto y en algún momento, la medalla de oro nos hizo mal. Nos creímos que nos íbamos a codear permanentemente con Estados Unidos y las potencias de Europa. Hoy estamos aceptando otra realidad, aunque cuando vamos a competir queremos salir campeones o subir a un podio. Eso es un defecto, porque nos pone irascibles, intolerantes, críticos; polarizadores, como decías. Pero también es una virtud: ¿cómo explicamos que en un país con una política deportiva históricamente pobre existan las Leonas, los Leones, la Generación Dorada, los Pumas, el hockey sobre patines, el fútbol sala, los campeones de la Davis? Incluso el fútbol, en el que pensamos que es un fracaso haber sido subcampeones del mundo. En países como China o Australia, que tienen una política deportiva tremenda, te preguntan cómo hacés. Ellos tienen el deporte en el sistema educativo, el 100% de los jóvenes hacen deporte; acá, el 5% de los chicos entre 5 y 18 años hacen deporte federado. Y así y todo tenemos los éxitos que tenemos. Es un tema para estudiar, al menos. Me fui a cualquier lado, pero bánquensela, soy así (risas).

-El ex Chicago Bulls Horace Grant dijo en Clarín que Phil Jackson tenía el 40% de la responsabilidad en los éxitos de los Bulls de Jordan. ¿Es tan importante el entrenador?

-En el básquetbol tenemos una participación importante. Pensá que tenemos cambios ilimitados, minutos para pedir, cercanía en el juego, podés hablar con el jugador y te escucha todo el tiempo… Y la táctica es tan fina que el jugador tiene que estar muy pendiente de lo que le pedís y ejecutarlo porque, si no, no funciona. Pero el deporte es de los que saltan, corren, lanzan, patean. Los demás somos colaboradores. Igual, le agradezco a Horace que ponga la figura del entrenador tan alta (risas).

-¿Cuántas jugadas tenés en tu libro y cuánto de ello se ejecuta en la cancha?

-Soy medio complejo. A veces juego cosas que nunca entrené en mi vida. Julio Lamas, que siempre dice que debe tener todo entrenado, se vuelve loco con eso (risas). Yo cada vez tengo menos dibujos y más deseo de que mi equipo, con un bagaje menor de diagramas, pueda ejecutar según lectura de juego una opción u otra. Antes tenía muchas jugadas; ahora tengo menos, pero entreno al equipo para que esté habituado a responder de la manera correcta ante determinadas situaciones. La idea es tener al equipo entrenado para que ni siquiera tengan que pensar, sino ejecutar en función de lo que está sucediendo. Llevo unos años pensando que el pensamiento y el sentimiento a la hora del juego deberían quedar afuera.

“Los resultados de esta ventana son fundamentales”

Desde las 21, el Parque Carlos Guerrero de Olavarría será el escenario de la tercera presentación de Argentina en las Eliminatorias para el Mundial de básquet 2019. La Selección, que ganó sus dos presentaciones previas (a Paraguay y Panamá) se enfrentará a Uruguay, que también suma 4 puntos en el Grupo A.

“Muchos dan por hecha la clasificación -dice Hernández- pero los resultados de esta ventana son fundamentales”. En caso de lograr el pasaje, el formato impedirá que Argentina llegue con rodaje en un torneo fuerte. Pero en la cabeza de Oveja está todo: “Si clasificamos, tenemos pensada una previa importante, ante potencias. Eso nos dará el roce que tanta falta nos hace porque tenemos un problema fundamental: la falta de éxodo de jugadores a Europa. Nuestra Liga Nacional es la mejor del continente, pero si queremos que nuestros jugadores estén a la altura de las potencias, deben ir a Europa con edad para evolucionar. Uno crece hasta donde está el techo. Con la Selección tratamos, en lo posible, de darle ese roce internacional que estamos necesitando”.

Tres nombres propios que elige Oveja

– “Lo que me sorprende de Manu Ginóbili es que me debería sorprender y no lo hace. Me enseñó más él a mí que yo a él”.

– Gregg Popovich es el mejor entrenador de todos los deportes. Mantiene una línea, gana y pierde con ella, ¡hace 20 años!”.

– “Nunca en mi vida vi otro jugador como Kevin Durant. Cada vez que lo enfrenté, tuvo un ‘momento durantesco’ increíble”.

Fuente: Clarín

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