Fallece por Covid-19 la única mujer que se casó con un excombatiente durante la guerra de Malvinas
La única mujer que se casó con un excombatiente de Malvinas en pleno desarrollo de la guerra con Gran Bretaña y por medio de representantes legales, murió esta semana en la ciudad fueguina de Río Grande a los 63 años, afectada de coronavirus.
Silvina Elisa Martínez había protagonizado un hecho histórico, al contraer matrimonio con el suboficial principal René Marcelino Aguilar, que por ese entonces combatía en Puerto Argentino.
La ceremonia, realizada a través de representantes legales el 9 de junio de 1982, constituye “el único casamiento entre argentinos llevado a cabo durante la guerra” y “el primero realizado en el archipiélago después de 150 años de ocupación británica”, recordó Aguilar al rememorar aquel episodio.
Martínez y Aguilar estaban de novios en Puerto Belgrano, cerca de la ciudad de Bahía Blanca, cuando el integrante del Batallón Antiaéreo de Infantería de Marina fue convocado a sumarse a las filas argentinas que defendían la recuperación territorial de las Islas Malvinas, producida el 2 de abril del 82´.
“Ni bien llegamos a Malvinas nos destacaron a nuestro objetivo principal, que era realizar la defensa antiaérea de la pista de aterrizaje de Puerto Argentino. Debíamos mantener operable el puente aéreo con el continente y lo hicimos, porque hasta el 20 de junio en que nos retiramos, la pista seguía operativa”, destacó el ex combatiente durante una entrevista con FM Aire Libre de Río Grande.
Sin embargo, el 1 de junio, mientras manipulaban las 12 piezas de artillería de 30 milímetros y los tres lanzadores de misiles tierra-aire, y recibían fuego constante de artillería naval, Aguilar se hizo tiempo para hablar con su segundo comandante.
Le dijo que su novia, en Bahía Blanca, estaba embarazada, y que quería casarse para dejarle el apellido a su hijo por nacer.
“También le expliqué que mi deseo no era regresar al continente, porque estaba seguro de que iba a morir. Pero que para mí, como soldado, no había nada más honorable y digno que eso”, sostuvo el veterano de guerra.
El subcomandante le contestó, primero, lo más natural: que un casamiento era imposible, dadas las circunstancias, aunque igual comenzó gestiones ante sus propios superiores, para evaluar alguna posibilidad.
“El 9 de junio me ordenaron abandonar mi posición y destacarme al pueblo. Allí me estaba esperando el propio gobernador, el general (Mario Benjamín) Menéndez. Estaba todo listo para celebrar el matrimonio”, relató Aguilar.
La ceremonia se desdobló en dos actos que se realizaron en forma simultánea: en Bahía Blanca estaba Martínez y la mujer del subcomandante con un poder para representar al soldado, y en Puerto Argentino estaba Aguilar y el subcomandante, con un poder para representar a Martínez.
“Fue todo rápido, a la misma hora. Recuerdo que se hizo de noche y tuve que volver a mi posición. Me regalaron un almanaque con una mujer desnuda para mi luna de miel. Y un cartón de cigarrillos para compartir con mis compañeros. Esa noche recibimos fuego de artillería hasta la madrugada”, recordó el veterano de guerra.
Aguilar contó que ya de regreso a Bahía Blanca, tras la finalización del conflicto bélico, se extravió el acta de matrimonio en Puerto Argentino y las autoridades no le reconocían el casamiento, lo que le traía problemas para la obtención de la obra social para su hija.
“Quise casarme de nuevo y no me dejaron. Un general me dijo que yo no tomaba dimensión de lo que había pasado, que era un hecho histórico, un acto de soberanía. Tardé 8 años en obtener el acta definitiva que acredita mi matrimonio, donde figuro como casado en Puerto Argentino”, señaló el ex combatiente.
Después la historia siguió su curso y la pareja terminó radicándose en Río Grande, donde fueron felices hasta que Silvina contrajo Covid-19 hace unas semanas, debió ser internada y falleció en el hospital de la ciudad, el pasado miércoles 28.
Con todo, Aguilar conserva en su memoria hasta los más mínimos detalles de lo que representó haberse casado en aquellas circunstancias, en medio del horror de la guerra, e inclusive deja espacio para algún episodio risueño.
“En mi casamiento estaba mi subcomandante en representación legal de mi esposa y yo. El encargado de la celebración decía: “puede firmar el novio”, y lo hacía yo, y “puede firmar la novia”, y firmaba el subcomandante. Cuando terminó la ceremonia, unos muchachos del fondo gritaron: “el novio puede besar a la novia”, y todos nos reímos mucho”, rememoró.