Europa deja la puerta entreabierta a Grecia
Los líderes europeos hablaron de “solidaridad y responsabilidad”, lo que quiere decir que el Eurogrupo será solidario mientras Atenas traiga a la mesa de negociaciones propuestas “serias, precisas y verosímiles”.
Europa mantuvo lo más que pudo el cerrojo de las concesiones y, tras el rotundo rechazo al programa de ajuste de los acreedores de Grecia expresado el domingo por los electores griegos, apenas entreabrió una hipotética salida. Con la misma retórica flotante que los caracteriza, una suerte de combinación entre el amor y la tortura, los dirigentes de la Unión Europea caminaron sobre una cuerda de equilibristas para, al final, seguir diciendo lo mismo que antes de la consulta: Atenas debe emprender reformas. Hay que medir y pesar las palabras de unos y otros con una tolerancia de Buda o una ciencia de filólogo. En París, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, sirvieron en la misma bandeja dos palabras muy ambiguas: “solidaridad y responsabilidad”. Ello quiere decir que Europa será solidaria mientras Grecia se muestre responsable, o sea, traiga a la mesa de negociaciones propuestas “serias, precisas y verosímiles”. En claro, los 18 países de la Zona Euro dejaron a Grecia en la misma situación que antes, como si el resultado del referendo sólo fuera, como lo escribe el eurofanático diario El País de España en su editorial, una aventura activada por el “nacionalpopulismo” del gobierno del primer ministro Alexis Tsipras. La referencia, que no es el único oprobio al que se somete al Ejecutivo y al pueblo griego, es de una ignominia de marrano. Para los gobiernos de la Eurozona un tratado colectivo y sus normas están por encima de la democracia.
Hollande dijo en la capital francesa: “Respetamos el voto de los griegos porque Europa es la democracia”. Faltaría completar la frase: la democracia como la quiere el club de liberales europeos. Berlín sigue siendo la batuta de la Eurozona y nadie desafía sus prerrogativas. Durante la conferencia de prensa que ofrecieron juntos, Merkel se remitió a la última fase de la negociación que precedió la convocatoria a la consulta popular. Según la canciller alemana, la última propuesta que se hizo “fue muy generosa”. Ambos recalcaron que la “puerta está abierta” mientras que, por su parte, Hollande repitió que “no queda mucho tiempo, hay urgencia para Grecia y para Europa”.
El perfil de esa urgencia se delineará hoy cuando se celebre la cumbre extraordinaria de dirigentes europeos y se discutan los planteos nuevos o revisitados que traiga Tsipras. En el camino y pese al aplastante voto a favor de más del 60 por ciento, el dirigente griego dejó a su anterior ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis. El ex titular de la cartera era la oveja negra de los negociadores de Bruselas. No lo querían ver ni en foto. En un par de meses, Varoufakis les rompió el consenso y toda la cultura de los buenos modales con té y galletitas de maicena. Su presencia en las negociaciones era una traba de cara a la construcción de un acuerdo. En un comunicado, el paladín que enfrentó y no se sometió a la troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión de Bruselas) explicó que le “correspondía ayudar a Tsipras a explorar, según como él lo considere adecuado, el capital que el pueblo griego nos ha concedido a través del referéndum del domingo, y seré el portador del odio de los acreedores con orgullo”. Su alejamiento del Ejecutivo era una de las condiciones insalvables planteadas por el Eurogrupo. Su salida parece adelantar, tal vez, un juego de concesiones por parte de Atenas, o quizá sea una forma de distender el escenario en la cual éstas empiezan el 7 de julio.
Habrá de hecho dos reuniones en la capital belga: una, a las 13, con los ministros de Finanzas de Eurogrupo. Luego, a las 18 se realizará la cumbre de los jefes de Estado y de gobierno. Todo está suspendido hasta esos dos momentos. Por lo pronto, en un momento en que los bancos griegos sufren una asfixia de vida o muerte, el BCE, Banco Central Europeo, decidió mantenerlos bajo perfusión mediante la línea de liquidez (ELA) que actualmente asciende a 89 mil millones de euros.
Menos Alemania, la casi totalidad de los países bajaron el tono con respecto a la salida de Grecia de la Zona Euro sin que ello deje prever que un pacto es posible y, si lo es, a qué precio para Grecia. El ultra agresivo presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, dijo “la victoria del No nos acerca a una solución”. Pero las declaraciones como las del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, según el cual “un no de los griegos en el referendo sería interpretado como un no a la Zona Euro”, se han espaciado. Los heraldos de la exclusión de Grecia desaparecieron del firmamento. La más que hostil España negó que ello fuera una realidad. Pero las capitales europeas tienen mala cara. No hay nada preciso, todo es de una incertidumbre con varias cabezas donde sólo Alemania marca el ritmo mientras que Francia gesticula pero no hace nada. Son pura y sencillamente escalofriantes el silencio, la inoperancia, el inmovilismo, la blandura y la cobardía política que han demostrado en esta crisis las llamadas izquierdas o socialdemocracias europeas. No plantearon nada, no rompieron el muro de la incomprensión con ninguna idea creativa. No existen más. Se han vuelto una pobre extensión del liberalismo y hasta han renunciado a la modesta meta de humectarlo con un poco de humanismo para que se disuelva mejor. Hace unos días, el presidente del Parlamento Europeo, el socialista Martin Schulz (sí, sí, crea lo que está leyendo “socialista”) dijo que los griegos iban a tener que “imprimir otra moneda porque el euro dejará de estar disponible”. Con socialistas así, mejor no perder tiempo en ilusiones y votar de una vez por todas a la derecha. Por lo menos, ya se sabe lo que harán.
Hasta anoche, la principal piedra en el camino no había desaparecido: se trata del reclamo griego para que se reestructure su deuda (322 mil millones de euros) y de un nuevo programa de ayuda. Berlín ya adelantó que “no se dan las condiciones para un nuevo programa de ayuda”. En esto, pese a la escenificación ofrecida ayer en París por Merkel y Hollande, el monolito no se ha desplazado. Los impedimentos son densos. Prueba de ello, Grecia amplió el corralito bancario por dos días más. Quedan, finalmente, tres opciones sobre el horizonte: un acuerdo “amistoso” entre Grecia y sus acreedores podría diseñar la salida de lo que el canciller italiano Paolo Gentiloni llama “el laberinto griego”. En realidad, la metáfora es inexacta porque el laberinto es sobre todo y antes que nada europeo. Pero, para ello, Tsipras deberá convencer aportando más reformas (aumento de la TVA, aumento de la edad de la jubilación). La segunda opción es una pura y llana salida pactada de Grecia de la Zona Euro, el “Grexit”. Como, según Alemania, Grecia no acepta las reglas del juego europeo los dirigentes podrían organizar ese “Grexit” de forma coordinada. Si no hay acuerdo ni “Grexit” ordenado se impondría entonces una salida tormentosa de Grecia del euro. Esto se plantearía seriamente a partir del 20 de julio, fecha en la cual, sin acuerdo, Atenas tiene que reembolsar al Banco Central Europeo 3,5 mil millones de euros. Si no ocurre, el BCE cortaría su ayuda de urgencia y Grecia y sus bancos estarían ya no en default, sino en bancarrota. Es, de todas, la peor alternativa. La hora de la verdad europea sigue, por el momento, sujeta a estos tres desenlaces por cuya preeminencia nadie, anoche, se atrevía a apostar.
Fuente: Página12.