jueves, noviembre 21, 2024
Sociedad

Encontró una alianza de 1948, la publicó en redes y halló a su dueña

Un ex campeón de karate lo encontró en en el Sanatorio Los Arcos, de Palermo. Publicó una foto con la alianza y un mensaje “si es de tu abuelo o tu papá, avisame”. No tardó mucho en dar con la abuela de 87 años que la había perdido.

El almuerzo familiar de los Meller, el sábado pasado, se había transformado en algo triste: es que Rosa, de 87 años, contaba en la mesa mientras comían que su dedo anular había quedado vacío por primera vez desde 1948. Es que después de una visita al médico había perdido la alianza de casamiento. Lo que no sabía ella era que en ese mismo instante, más de tres millones de personas la buscaban por Twitter para devolvérsela.

Franco Icasati, un ex campeón Panamericano de karate (y ahora también campeón solidario) encontró el anillo tirado cerca de un tacho de basura el viernes a la noche: “Me encontré una alianza de 1948 en Sanatorio Los Arcos. Si es de tu abuelo o tu papá avisame (me gustaría devolverlo)”, decía el mensaje de Franco junto a una foto del anillo de oro que guardaba las iniciales de J y R. Había ido con su mujer y su hija al hospital porque la nena tenía fiebre. Lo primero que pensaron fue dejárselo a la gente de seguridad, pero luego prefirieron no decirle nada a nadie y analizar una estrategia mejor.

“Preferimos quedárnosla y no decirle a nadie. Pero a mi se me ocurrió que mejor podíamos publicarla en Twitter. Hace un tiempo habíamos leído que una mujer en España devolvió un anillo de bodas que el dueño había perdido hacía 37 años. No había mejor ejemplo que ese, pero mi mujer mucho no quería porque tenía miedo que cualquiera la reclamara y no su verdadero dueño. Le dije que no la iba a publicar, pero no le hice caso y esa misma noche mandé el mensaje”.

A la mañana siguiente el celular de Franco ardía, 1500 retweets que significaban millones de personas que estaban en pleno proceso para volver a vestir aquel dedo desnudo. “Amor, ¿Qué pasa si pongo la foto del anillo en Twitter?”, le preguntó el hombre a su mujer: “¿Estás loco? No hagas eso”, le respondió y entonces le tuvo que admitir la verdad: “Bueno, ya lo hice y hay un montón de gente que me está ayudando a buscar a su verdadero dueño”.

En realidad no era dueño, sino dueña. Rosa se había ido a atender al Sanatorio Los Arcos el viernes, era un chequeo que debía hacerse. Pero antes de volver a casa pidió ir al baño y fue ahí que la alianza se deslizó de su dedo como un tobogán: “Ella todo el tiempo juega con el anillo, se lo saca, se lo pone, lo gira. En una de esas se le cayó y no se dio cuenta. Fue recién dos horas después que lo notó”, cuenta Sergio, el hijo de la mujer que ya lo había dado por perdido: “Seguro alguien lo agarró, listo, no se hagan problema”, decía angustiada.

En ese momento la solidaridad de Franco y las redes sociales cumplían un rol fundamental. Fue una millenial -pariente de Rosa- la que vio en su celular el anillo desaparecido: “¡Miren! Parece que es la alianza perdida. Voy a escribirle así me contacto con él”, lo comentó con la emoción de una adolescente.

Franco relata que le hizo varias preguntas para chequear que sea la dueña verdadera: “Parecía del FBI, pero quería asegurarme de que fueran ellos. Hasta les pedí que me traigan la otra alianza y ahí me contaron que el marido de Rosa había fallecido hacía 15 años. Me di cuenta que eran ellos los dueños y al otro día nos juntamos”.

El momento del encuentro fue el domingo entre Sergio y Franco. El saludo fue muy formal estrechando sus manos. Pero la despedida, luego de la entrega de ese tesoro perdido, fue entre abrazos y la promesa de un reencuentro: “Yo creo que somos más la gente buena que la gente mala. Una acción así debería ser algo de todos los días”, cuenta Franco quien llegó a estar en el top 10 del ranking mundial de karate.

Existen historias de amor que parecen no tener fin, que perduran hasta la eternidad. Existen gestos solidarios que rompen las barreras de la distancia. Cuando Sergio le llevó el anillo a su mamá él la miró y le dijo: “Mirá, parece que papá no quiere dejarte”. Y ella susurró: “Todavía no me suelta la mano”.
(Clarín)

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