El plagio más descarado que terminó en un juicio histórico: cuando Kodak pirateó la cámara Polaroid
A mediados de siglo XX, y ante el asombro general, la compañía Polaroid logró reducir el tiempo de espera para obtener una foto en papel a unos pocos segundos, algo nunca visto hasta entonces. Sus cámaras instantáneas supusieron un hito en la historia de la fotografía y marcaron toda una época, convirtiéndose en un auténtico icono popular del siglo XX impulsadas por artistas como Andy Warhol o Robert Rausenberg.
Estos convirtieron la fotografía instantánea en un medio artístico en sí mismo. La empresa estadounidense supo ganarse el favor de estos creadores nutriéndoles gratuitamente de todo el material fotográfico para que, con sus experimentos, contribuyeran a la masificación del invento.
Polaroid es sinónimo de fotografía instantánea y algunos tal vez recuerden como en su niñez los eventos familiares y otras celebraciones significativas eran inmortalizadas con una fotografía de este tipo. Lo curioso es que, en muchos casos, aquella “polaroid”, en realidad, no era una “polaroid”.
La explicación a esta paradoja es una larga historia que termina el 9 de setiembre de 1985 con la sentencia de un tribunal federal de Boston que condenaba a la firma Kodak por plagio. Para muchos el plagio tecnológico más descarado de la historia.
El origen de un juicio histórico
El lento proceso necesario para obtener una fotografía hacía que muchos investigadores dedicasen sus esfuerzos a intentar simplificar y acelerar este proceso. Hallar la manera de obtener una fotografía instantánea era algo así como encontrar la piedra filosofal de los alquimistas. Fue precisamente un químico e inventor estadounidense llamado Edwin Herbet Land, conocido por aquel entonces el mundo de la fotografía por haber creado el primer filtro polarizador, quien en 1947 encontró la “fórmula mágica” de la fotografía instantánea. Un año después lanzó al mercado una cámara capaz de revelar una fotografía en tan sólo 60 segundos.
A pesar de su elevado precio se convirtió en un inesperado éxito. Hacía 1963 se habían vendido más de 5 millones de unidades en todo el mundo. El lanzamiento ese mismo año de una película instantánea a color hizo a la empresa de Land líderes absolutos de un mercado sin competencia. El mundo estaba rendido a sus pies.
Kodak, que hasta el ascenso de Polaroid había dominado la producción fotográfica en los Estados Unidos, observa con incredulidad y recelo este gran éxito. Una compañía que había hecho del fácil manejo de sus productos su razón de ser y resumía su filosofía corporativa en el lema publicitario “Usted apriete el botón, nosotros hacemos el resto” no podía permitirse quedar al margen de un mercado tan popular (y lucrativo) y, finalmente, en 1976 decidió producir sus propias películas y cámaras instantáneas. Habiendo estado encargados de producir las películas de Polaroid entre 1963 y 1969, no les resultaba demasiado difícil producir películas y equipos propios que, en muchos aspectos técnicos, mejoraban los de su competidora.
Inmediatamente, Polaroid, que estaba convencida de que se habían infringido sus patentes, puso una demanda y, tras un largo y costoso litigio, el fallo de la corte federal de Boston determinó que, efectivamente Kodak había plagiado siete de las 12 patentes en disputa, prohibió a la firma la fabricación y comercialización de material instantáneo y la condenó a indemnizar a su demandante y a compensar a los millones compradores de los equipos Kodak que ahora resultaban completamente inservibles.
Con todo, Kodak no salió muy mal parada: de los más de 12.000 millones de dólares que exigía la firma Polaroid, la indemnización definitiva quedó fijada en 925. La más alta impuesta hasta aquel entonces en un proceso de este tipo y que sólo sería superada en 2012, cuando otro tribunal estadounidense condenó a la multinacional Samsung a pagar a Apple con 1050 millones de dólares en un litigio que ha durado hasta este mismo año y que se ha cerrado con un acuerdo entre las partes.
Libre de competencia, Polaroid siguió creciendo hasta convertirse en un gigante mundial. Kodak, en tanto, logró recuperarse pronto y continúo liderando el mercado fotográfico durante muchos años. Pero, finalmente, incapaces de adaptar sus mastodónticas estructuras a la nueva era digital, las dos firmas terminaron quebrando al comienzo del nuevo milenio. Aunque felizmente desde hace unos meses volvemos a ver cámaras instantáneas analógicas de Polaroid y película para ellas.
Y aunque el pleito en el que se vieron envueltas durante años no tuvo nada que ver con la quiebra, tal vez el recuerdo de este final haya tenido algo que ver en la reciente decisión de Apple y Samsung de resolver sus diferencias mediante un acuerdo al margen de los tribunales. En los últimos años, la fotografía instantánea ha logrado renacer gracias al impulso de firmas como Fuji, que mantuvo viva la llama tras la quiebra de Polaroid. Los álbumes familiares, llenos de genuinas Polaroids o de los plagios de Kodak, pueden seguir completándose.
Fuente: La Vanguardia