El peor final: asesinaron a una jubilada que protegió a su nieta en un robo
“Mataron a la abuela”, gritó la nena de 3 años. Uno de los ladrones tenía una ametralladora.
“Mataron a la abuela”, gritó la nena, de 3 años, tras los disparos. Mirta Rocco (60) estaba tirada en el piso del comedor de su casa, con un balazo en la cadera. Su marido, Carlos Fraile (66), no paraba de sangrar por el golpe que le habían dado en la cabeza. El papá de la chica, Alejandro (30), también con un corte en el cuero cabelludo, salió a correr a los ladrones hasta la vereda. Le tiraron cuatro o cinco veces, sin acertar. “Cometí una locura, pero la vi a mi mamá baleada y enloquecí”, justificó sobre su reacción. Todo esto pasó en el barrio porteño de Villa Riachuelo. Una entradera más que, en esta ocasión, no terminó en tragedia por un milagro. “Pensé que estábamos liquidados”, confesó Alejandro.
Los dueños de la propiedad son jubilados. Carlos sabe bien lo que es tomar recaudos por la seguridad, ya que trabajó 20 años como supervisor de una empresa de seguridad privada. Hace tres años y medio se mudaron a una casa en la esquina de Fructuoso Rivera y Piedra Buena, desde Villa Lugano. Allí, con sus ahorros, pusieron un negocio de artículos de limpieza y perfumería.
En esa casa estaban el miércoles a la noche. Pasadas las 21, su hijo Alejandro (técnico de una empresa proveedora de Internet, el menor de dos hermanos varones) salió hasta donde estaba estacionado su Volkswagen Gol, modelo 2012. Su hijita se quedó en la puerta junto a sus abuelos. Pero de repente aparecieron corriendo cuatro ladrones: uno estaba armado con una ametralladora Mini UZI y los otros con pistolas 9 milímetros flamantes y relucientes. “Adentro, adentro”, le gritaron al joven. “Giré un segundo y me pusieron un fierro en la cabeza”, contó sobre ese momento.
Los asaltantes, que eran jóvenes y tenían gorras, no parecían profesionales y fueron muy violentos. Les sacaron la plata que tenían encima y sólo estuvieron en el comedor. La jubilada se había escondido en el negocio, con intención de salir a la puerta de calle, pero los intrusos se dieron cuenta y la obligaron a salir. “Abrí porque la quemo”, le advirtieron a su marido.
Antes de escapar, uno de ellos disparó al menos dos veces desde la puerta. Un tiro rebotó en el piso y le dio a Mirta, que estaba abrazando a su nieta para protegerla. La bala le atravesó la zona de la cadera, pero no afectó ningún órgano vital ya que la herida fue superficial. Anoche seguía internada en una clínica de Ramos Mejía, fuera de peligro.
“La inseguridad está igual que siempre. Acá no cambió nada”, se quejó Carlos ayer a la tarde. No pegó un ojo en toda la noche ni tampoco tuvo ganas de comer algo, igual que su hijo.
Cuando los ladrones huyeron en un Volkswagen CrossFox, color rojo, el jubilado salió a la calle y justo pasaba un móvil de la Gendarmería, que tiene un puesto a una cuadra. Los agentes no salieron a perseguir a los asaltantes. Entraron a la casa para asistir a la familia.
Ahora todos piensan en la recuperación de Mirta y la contención psicológica de su nieta. “Fue al voleo”, coincidieron padre e hijo. Alejandro sintetizó los minutos de terror que vivieron con una frase: “Hoy nos salvó Dios, podríamos estar todos muertos”.
Fuente: Clarín.com