"El LSD es útil en el campo terapéutico"
Robin Carhart-Harris, científico británico, propone combatir la depresión con dosis justas de psilocibina, ingrediente activo de los hongos mágicos.
Robin Carhart-Harris no había nacido en 1971, cuando Inglaterra aprobó la Ley de Abuso de Drogas y cerró su última investigación sobre el efecto de drogas psicodélicas en humanos. El científico británico tiene hoy 33 años y hace nueve que se propone retomar ese legado porque cree que este tipo de drogas “revelan la mente”. Después de distintos estudios al respecto, hace dos años que espera una autorización para analizar la ingesta de la psilocibina, el ingrediente activo de los hongos mágicos, porque está convencido de que, administrado en una dosis justa, puede ayudar a combatir la depresión.
En diálogo con Tiempo Argentino, entre sus charlas públicas y sus actividades en el Centre for Neuropsychopharmacology del Imperial College londinense, Carhart-Harris protestó por la burocracia que le impide empezar su investigación, convocó a los interesados a colaborar con donaciones, y aseguró que “las drogas psicodélicas rompen los hábitos generados por la depresión”.
–¿Cómo empezó a trabajar con el efecto de las drogas lisérgicas?
–En 2009, cuando estaba en la Universidad de Bristol. Había empezado un doctorado en 2005, con el profesor David Nutt, y le pregunté si podía hacer un estudio con resonancias magnéticas sobre el LSD. Me dijo que era un poco ambicioso hacerlo en ese momento, con tan limitada experiencia, y me ofreció la posibilidad de hacer un tema relacionado. Así gané experiencia para ejecutar un estudio psicofarmacológico. En 2009, entonces, estudié la psilocibina y empecé realmente a hacer estudios con drogas psicodélicas.
–¿Qué dice al respecto la legislación británica?
–Está prohibido que la gente tome drogas sólo para experimentar sus efectos, pero es legal hacerlo en el marco de un estudio científico aprobado. En la ley británica, al igual que en la internacional, las drogas psicodélicas, como la psilocibina o el ácido lisérgico (LSD), se encuentran en la más alta categoría de daño, lo cual dificulta hacer investigación sobre ellas. Se requiere una licencia del gobierno británico, que lleva mucho tiempo obtenerla, cerca de un año, y cuesta mucho dinero, alrededor de dos mil libras (más de 27 mil pesos). Eso hace que muchos se retiren porque no quieren esperar ni pagar, lo cual dificulta las cosas cuando querés estudiar el tema. Nosotros nos estamos ocupando de difundir que estamos en condiciones de hacerlo. Creemos que probablemente se apruebe la parte legal para que podamos trabajar con drogas psicodélicas en personas.
–¿Se propone combatir la depresión?
–Absolutamente. Es para pacientes con depresión severa, que no responden a medicación antidepresiva, psicoterapia, u otro tratamiento.
–¿De qué manera la combatiría?
–La depresión parece ocurrir porque el cerebro se queda trabado en ciertos patrones, en determinados pensamientos negativos. Los pacientes se traban en sus propias cabezas. Se quedan pegados pensando que son inútiles y que todo es inútil. Y encuentran una gran dificultad en salir de ese estado. Lo que hacen las drogas psicodélicas es romper esos hábitos. Puede ser el primer paso. En depresión, la mente está muy apretada, restrictiva. Las drogas psicodélicas aflojan pensamientos. Eso le permite a la gente liberarse de ese estado y considerar que la vida puede ser diferente. Les permite mirar, de un modo refrescante y más objetivo, de qué manera se están comportando. Las cargas de la vida se aligeran bajo los efectos alucinógenos de las drogas psicodélicas.
–¿Tiene los fondos para esa investigación?
–Estoy un poco preocupado. Temo que no pueda ser cubierto y por eso estoy convocando a que se hagan donaciones para colaborar. Probablemente sea una investigación de 100 mil libras (más de un millón y medio de pesos).
–¿Cuánto duraría el estudio?
–Cerca de tres años, aunque es difícil de configurar porque hay mucha burocracia para empezar a tratar estos pacientes. Suena hasta anti-ético que pacientes que se beneficiarían con esto no puedan hacerlo por tanta burocracia. Puede ser muy frustrante y requiere mucha persistencia, no sólo de los investigadores sino también de quienes ponen dinero, porque la burocracia puede ponerlos impacientes y hacer que dejen de financiarnos. Eso para mí sería una verdadera tragedia. Estoy muy decidido a hacer que esto resulte porque realmente creo que puede ayudar a la gente.
–¿La burocracia es el impedimento más grande?
–Sí. Porque la gente puede recoger hongos mágicos y tener la experiencia, pero el problema es que eso no está controlado. Nosotros queremos hacerlo de una manera controlada, con un equipo de psicólogos; suministrar la droga en un ambiente contenido, siguiendo ciertos lineamientos. Y a lo mejor hay gente que escucha que estos hongos pueden traer un beneficio se automedica. Esa es una situación que realmente no quiero que se genere. Creemos que es realmente importante que la droga sea suministrada de la forma correcta. Fuimos contactados por un gran número de personas que dicen que están sufriendo depresión. Estoy seguro que muchos de esos son casos genuinos, que dicen que vienen sufriendo hace mucho tiempo y que intentaron diferentes medicaciones que no funcionaron. Algunos contaron que consiguieron drogas lisérgicas ilegalmente y que eso los ayudó pero decían que querían hacerlo de un modo legítimo y que se ponían a disposición para la investigación. Todo lo que podemos hacer ahora es ponerlos en una base de datos porque hay que esperar todos los permisos necesarios.
–¿Qué permiso les falta?
–No tenemos la droga (psilocibina) en un formato aprobado para suministrársela a pacientes. Hace dos años obtuvimos la primera subvención para hacer este estudio, que puede que demore dos años más. Pero ahora estamos trabados por la burocracia.
–¿Por qué cree que los experimentos con este tipo de medicamentos lisérgico se interrumpieron durante tantos años?
–Es toda una pregunta. Seguramente hay muchas razones. Creo que hubo cierta histeria en los años ’60 sobre el LSD, que seguramente tuvo que ver con la escalada de su uso recreativo. La gente estaba consumiéndolo sin control y hubo algunas experiencias negativas, que fueron exageradas por los medios. Y también fueron enfatizadas por el lobby conservador, en especial en los Estados Unidos. Una teoría es que la perspectiva conservadora de ese país consideraba a las drogas psicodélicas como una amenaza para su ideología porque parecía impulsar un pensamiento plural y menos convencional, quizás más rebelde contra el establishment.
–¿Usted marca alguna diferencia entre las distintas drogas?
–Hay una gran diferencia entre distintos tipos de drogas. Absolutamente. Hay una sobreinformación y una escala muy grande de criminalidad alrededor del tráfico de drogas ilegales y recreativas. El LSD era muy grande en los ’60. Era una de las drogas que los medios y los conservadores se ocupaban especialmente de lobear porque tiene efectos extraños. Algunos efectos pueden dar miedo porque son inusuales. Es fácil si se quiere general alarma pero era desproporcionada, igual que los daños que decían que puede generar. Era un escenario desafortunado. Y es una pena porque es un arma tan poderosa para tratar de entender la mente y es potencialmente muy útil en el ámbito terapéutico. Hay miedos por su uso recreativo, entonces investigaciones científicas legítimas fueron afectadas negativamente, como consecuencia. Yo creo en el valor de estas drogas.
-¿Podría detallar su última investigación sobre este asunto?
–Estoy terminando un estudio de imágenes escaneadas de un cerebro con LSD. Es en 20 personas sanas, hombres y mujeres. Vienen dos veces por semana al centro de escaneo y les miramos el cerebro bajo la influencia del LSD y de placebo, para observar las diferencias. Hay dos tipos de escaneos: resonancia magnética.