El legado del general Grondona
Cuenta la historia que uno de los atributos del general Perón, para construir su poder, era que en las reuniones privadas siempre les decía a sus interlocutores lo que éstos querían oír. Y después tomaba la decisión que se le antojaba.
Julio Humberto Grondona heredó esa controvertida habilidad. Quien se sentaba frente a él en el antiguo escritorio del edificio de la calle Viamonte o en la despojada mesa de plástico blanca de su estación de servicio, se iba -o creía irse- con algo de lo que había ido a buscar. En general, plata.
De allí que uno de los pocos errores que el líder que parecía eterno (y sigue pareciéndolo) aceptó alguna vez, ante una pregunta bien puntual y directa, fuera tan revelador: “Fui demasiado generoso. Siempre les di mucha plata a los dirigentes, y los clubes se endeudaron. Más plata, más deuda”. Revelador.
Como se le marcó en aquel momento, más como una conclusión que como una repregunta, aquel defecto era, en realidad, la fuente de su incomparable poder. ¿Más plata, más deuda? Más deuda, más dependencia. La génesis de la ahora ridícula unanimidad, que en realidad no es tal. La génesis del actual callejón sin salida por el que transita, torpemente, el pobre fútbol argentino.
Los que levantaron la mano para aprobar un disparatado torneo de 30 equipos , sin saber cómo se iba a organizar ni cómo se iba a financiar, todos ellos, le debían algo a Julio Grondona. Todos ellos le debían y le temían. Todos ellos habían pasado alguna vez por su oficina y habían oído, como si les hablara el general, lo que querían oír. Hoy, todos ellos, son corresponsables del legado del general Grondona.
El significado de transparencia se aplica al fútbol desde una de las acepciones de la palabra, no la primera. El fútbol es transparente porque se le ve todo, de manera obscena. Y lo que no se ve, se ha dejado traslucir, a propósito: por ejemplo, la percepción de que en el fútbol argentino todo es posible de “arreglar”, no precisamente de solucionar. Si es cierto o no, además de imposible de demostrar, porque esas cuestiones no se pagan con factura ante la AFIP, no es lo más importante. Lo importante es que se piense que es posible. Porque de allí se construye el poder. Lo demás lo alimenta la manera cada vez más enfermiza que se tiene de vivir el fútbol en la Argentina, donde los hinchas compiten por la victimización de su club, para demostrar que es el más perjudicado mientras los demás, todos los demás, son beneficiados. Para todo encuentran razones, enajenados en una sinrazón que pretenden disfrazar de pasión.
Hasta aquí, eso era lo peor de legado del general Grondona, mezclado con puntos positivos, como el predio de Ezeiza, la jerarquización del seleccionado y la competitividad de algunos clubes chicos devenidos en fuertes. Hay que mezclarlos esos puntos. Porque si se los destaca por separado, se corre el riesgo de que algún lector desatento o algún editor manipulador se quede sólo con lo positivo (en una edición especial de la revista oficial de laAFA , tras la muerte de Grondona, se publicó un párrafo de una columna que escribí.Justamente el que destacaba lo positivo, el 10% del texto total).
Pero si algo expresa de manera brutal lo peor del legado del general Grondona es lo que ha dado en llamarse “el torneo de 30”, sin necesidad ya de agregarle el “de Primera División ” que lo califica ni el “mamarracho” que lo define. O al revés. Es lo mismo.
- “El torneo de 30” se va a financiar con el Prode bancado, decían. Objetivamente falso. ElProde bancado no existía, no existe ni existirá.
- “El torneo de 30” se va a organizar, coordinar y cuidar sobre la estructura del AFA Plus , decían. Objetivamente falso. El AFA Plus no existía, no existe ni existirá.
- “El torneo de 30” va a ser más federal. Subjetivamente falso. La federalización se estaba dando de hecho y deportivamente, con un enemigo para sostenerse que, curiosamente, nadie pone en debate: el controvertido sistema de promedios.
- “El torneo de 30” va a ser más competitivo. Subjetivamente falso. A mayor cantidad de equipos, la calidad se diluye y con ascensos masivos, tal cual está sucediendo en esta transición, donde la noticia, como el avión que se cae y no el que aterriza, no es quién sube, sino quién no asciende.
- “El torneo de 30” era, en realidad, la herramienta para construir más poder, desde la dependencia, sea económica o deportiva.
- “El torneo de 30” no tuvo, no tiene ni tendrá bases económicas, organizativas o deportivas. Sólo populismo y demagogia.
El Prode bancado era el sueño que tenía Grondona para no depender de nadie. Ni del Gobierno. Gobierno que, por cierto, llevó el Fútbol para Todos a un lugar bien lejano a aquella idea original que Aníbal Fernández había anunciado el día del lanzamiento oficial. ¿Alguien se acuerda, hoy, de que el Estado no iba a poner un peso y que, de lo que sobrara de la recaudación publicitaria privada, una parte se iba a destinar al deporte olímpico? ¿Alguien se acuerda de que, si salía un peso del Estado, cada peso iba a ser controlado para que fuera a parar adonde correspondía y a quien correspondía? ¿Alguien se acuerda de que los clubes con un peso de deuda no iban a poder jugar? ¿A alguien le importa, en realidad?
Lo único que importa es que todos sean felices con el fútbol. Todos. Que asciendan todos, o casi. Que nadie descienda, o los menos posibles. Sobre todo en 2015, el año de las elecciones. Después se verá. Todo pasa.
Pero no. O al menos no tan fácil. A menos que el Gobierno esté dispuesto a conformar a todos con dinero. Con más dinero.
A los grandes, a los chicos, a los fuertes, a los débiles.
A D’Onofrio , Angelici , Tinelli / Lammens , Córdoba, Rosario o La Plata, y a Lemme , a Silva o al Ascenso, de la B hasta la Z. Al G10, que en privado dice “esto es la muerte del fútbol argentino”. Y a los grondonistas, que desde el Twitter del presidente de Barracas Central vociferan “Se quedaron CORTOS. Volvimos a ganar”. Más dinero para los que administran razonablemente bien y más dinero para los que gastan 200 cuando reciben 100. Descontroladamente, como hasta ahora, pero más. Una salida para el callejón, aunque conduzca al abismo.
En 1931, en medio de una situación de crisis, de diferencia de intereses, el fútbol argentino, para bien o para mal, se refundó. Fue el nacimiento del fútbol moderno, el profesional, que hemos conocido hasta hoy, 2014. Hubo un antes, que hoy se valoriza desde el revisionismo histórico y estadístico, y hay señales de que, a partir de hoy, debería haber un después. Algunas señales que, como si de un radar se tratara, suenan fuerte cuando se acerca el análisis al cuándo y se debilitan cuando se acerca el análisis al quiénes y al cómo.
Mientras en las calles las barras se matan por el botín, por lo que hubo, por lo que hay o por lo que habrá, ya no está el general detrás del antiguo escritorio ni de la despojada mesa.
Ya no está quien les diga lo que quieren oír a los que deberían tomar las decisiones. La decisión. Apenas si se ven por allí algunos fantasmas de Isabel y hasta de López Rega.
Fuente: Canchallena.