El exconfesor de Julio Grassi obligaba a un nene de 13 años a que lo abrazara para dormirse
Un empresario denunció con identidad reservada haber sido abusado sexualmente por el sacerdote Eduardo Lorenzo cuando tenía 13 años. Lo hizo en sede judicial, con presencia de Alfredo Gascón, abogado del religioso sobre el que ya pesan otras acusaciones y de su propio letrado, Juan Pablo Gallego. El integrante de una de las dos comunidades parroquiales de La Plata relata prácticas similares por parte del excapellán del Servicio Penitenciario Bonaerense que también fue confesor de Julio César Grassi.
El hombre, ahora de más de 30 años, se sintió interpelado cuando leyó acerca del caso de León, un joven que había estado en situación de calle y que fue casi empujado al suicidio porque el cura lo utilizaba como señuelo para atraer a otras víctimas a fiestas con sexo y alcohol que organizaba en su casa, en una parroquia y escuela de Gonnet. Recurrió a la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico y se puso en tratamiento psicológico.
En 1999, el declarante iba al colegio de la Parroquia de Lourdes, en 38 entre 18 y 29 de la ciudad de La Plata. Muchos de los alumnos participaban en la vida de la iglesia, como integrantes de los scouts, Acción Católica y clases de catecismo. Se unió al grupo misionero, que reunía donaciones y las distribuía en barrios carecientes. Practicaba además básquet por fuera de la parroquia, en el club Gimnasia y Esgrima
En ese momento, Eduardo Lorenzo se integró a la parroquia y desarrolló con él una relación de supuesta amistad que ahora el denunciante cuestiona. “En realidad era una relación de abuso psicológico y maltrato. Me llamaba amigo cuando yo lo complacía y me trataba mal cuando yo no estaba a la altura de lo que él esperaba”, señala.
Lorenzo cenaba en casa de los padres del chico, que eran activos integrantes de la comunidad parroquial y tenían plena confianza en él. Organizaba reuniones nocturnas con líderes adultos del movimiento scout en su departamento. “Cuando todos se iban me quedaba yo con Lorenzo, y eso a nadie le parecía raro, y yo como niño me sentía feliz de que me eligiera para compartir esos momentos”, señala el acusador.
Cuando se quedaban solos, el cura se bañaba, se ponía el pijama y se perfumaba. Luego, le pedía al nene que se pusiera un pijama a su vez y fuera a la cama con él “para ayudarlo a dormirse”. “Me abrazaba y me pedía que le diera besos en el cuello. Me abrazaba, me acariciaba. Esto se repitió por dos años. En algún momento yo me iba de la cama de él. En el living había un catre”, relata. Cuando el chico decidía levantarse, le tiraba con desprecio las sábanas para que durmiera, molesto por su reticencia.
Con el correr del tiempo, el sacerdote abrazaba a su víctima “más fuerte”. “Me pedía que yo le pasara la pierna por encima”, recuerda.
Cuando lo despedía, por la mañana, lo trataba como algo de lo que se quería deshacer. “Un cura de 40 años despidiéndose de un chico de 13”, dice el declarante, sorprendido de que a nadie le llamara la atención.
Lorenzo, según consta en la declaración, también despreciaba a las mujeres: “Recuerdo que a una señora que cuidaba a un cura anciano en la parroquia la trataba de ‘Gorda’, ‘Sierva’ y ‘Negra'”, sostiene. Por eso, se explica que las actividades que organizaba en las parroquias por las que circuló incluyeran chicas.