El dolor de Batistuta
Bati, con 47 años, ya no puede más. El dolor en las rodillas es tan intenso que quiere que le corten las piernas. Ya vio a Pistorius, y sabe que hay vida después de una amputación.
Sus piernas robustas perforaban las férreas defensas. Le marcó goles a todo el mundo. Un día se cansó y decidió retirarse a jugar polo.
Nunca soñó con convertirse en el ídolo del Real Madrid o del Milan. Él estaba bien en la Fiorentina, allá le daban todo el cariño que él podía pedir y Bati lo único que tenía que hacer era empujarla. Nadie marcó tantos goles como él en la férrea liga italiana.
Durante un año entero ayudó con sus tantos a que la Fiortentina volviera a subir de nuevo. Y con su dedo acusador mandó a callar al Nou Camp, y con la metralleta que tenía en las manos fue campeón con la Roma y un día se fue para Arabia pero las piernas no le daban más.
Ya cuarentón empezó a pagar las deudas de tantos goles. Su garra y temple lo hacían ir a cada encuentro por mas maltrecho que estuviera. Con inyecciones lo rehabilitaban, pero una década después de su retiro, Gabriel Omar Batistuta pagó las consecuencias de estar siempre listo. Los cartílagos de sus rodillas desaparecieron y las raras veces que se levantaba de su cama a orinar tenía que arrastrarse hasta el baño, él que era un depredador del área, él que fue el máximo goleador de la Copa América.
Tres fisioterapeutas velan por Bati y esperan que algún día vuelva a practicar el Polo, el deporte a caballo al que se dedicó cuando abandonó el fútbol, el odiado fútbol.
Sin rodillas y con un dolor que le carcome las piernas, Batistuta aún cree que estas noches en vela terminaran. Si los médicos no lo logran, él quiere volver a dormir en paz, de suerte que hará lo que sea para poder respirar sin llorar. Todo indica que si le toca cambiar sus piernas goleadoras por unas de titanio, lo hará. Al fin y al cabo el fútbol quedó atrás, la vida sigue y hay mucho camino por andar.