El bahiense Mario Ortiz presentó un nuevo libro con reconocimiento nacional
El nuevo libro de Mario Ortiz, Cuadernos de Lengua y Literatura. Volumen VIII, una experimentación sobre el lenguaje y su relación con la materia que comenzó hace más de diez años, fue presentado anoche en la librería Eterna Cadencia por el autor en diálogo con el escritor Aníbal Jarkowski.
Publicado por Eterna Cadencia Editora, el libro es una suerte de pieza conceptual que cruza prosa, verso, ensayo, cuento y retratos autobiográficos a partir de objetos y artefactos -como un viejo televisor encontrado en la calle- que el escritor resignifica para preguntarse acerca de la relación entre las palabras y las cosas.
“Creo que todavía nos podemos seguir preguntando para qué sirve la la literatura; no es un pregunta ociosa que lanzó Sartre alguna vez, claro que no le vamos a dar las mismas respuestas, los tiempos son otros; sin embargo es una pregunta que se reinventa porque las respuestas también se reinventan”, sostuvo Ortiz en la presentación.
Y apuntó: “Cuando (Vladímir) Mayakovski dijo que había determinados problemas cuya solución era estrictamente literaria o poética, lo estaba pensando para el contexto de la Rusia revolucionaria, situado en la década del 20; sin embargo, esa frase sigue resonando y hoy las respuestas son inéditas de acuerdo a los problemas inéditos que se nos presentan”.
“Este libro, en cierto sentido, fue un trabajo sobre la propia emoción y una especie de exorcismo, porque a partir de su publicación pude cerrar el duelo por la muerte de mi padre y la posterior venta y demolición de la casa donde pasé mi infancia y juventud. Tiene que ver con el momento en que uno se da cuenta de que está huérfano”, manifestó.
Ortiz contó que “no había pasado más por ese lugar -era muy fuerte ver como demolieron mi propia casa-, y recién la semana pasada, después de tener este libro en mis manos, pude volver a pasar. Entre ese hecho doloroso y la propia persona, están luchando las palabras”.
“Las palabras son aquellas que de algún modo nos constituyen, nos curan y que pueden, incluso, contribuir mínimamente a ayudar a otro. La pregunta sería: cómo comenzar cada vez de nuevo. Cuando estamos a punto de caer, aparece ese acto de resistencia y se convierte en lenguaje”, señaló el escritor.
Y explicó que “cuando eso ocurre, no ocurre por la genialidad de una sola persona, porque el mito del genio romántico sabemos que es una construcción cultural; hay entonces una pluralidad de voces, de otros textos que nos fueron constituyendo. Puedo pensar ahora, para esta escritura, en Sebald, Magris, Perec, y tantos más”.
Ortiz sostuvo que la otra pregunta sería: ¿La literatura es solamente sintaxis? “El propio Borges se contradecía al respecto o lo pensaba de otra manera, cuando citaba aquella frase de Stevenson que decía que en definitiva los personajes son nada más que cadenas oracionales. Nosotros, en el fondo, nos resistimos a eso, decía también Borges”.
“Nos resistimos a pensar que el Quijote sea nada más que un efecto de la sintaxis -apuntó-. Hace poco fue el Día de la Tradición y todos nos negamos a pensar que el Martín Fierro sea nada más que un conjunto de procedimientos verbales”.
Para Ortiz, “esto no implica disolver la especificidad del hecho literario, del propio trabajo con la palabra; al contrario, la idea es perforar la ventana del gabinete de la escritura, abrir la cárcel del lenguaje para que las palabras empiecen a anudarse con las cosas en vínculos nuevos. Ahí está la función política del lenguaje”.
Por su parte, el escritor y académico Aníbal Jarkowski, contó que “hace un año y cinco meses, en ocasión de presentar el libro anterior de Mario en esta misma librería, hice referencia al pintoresco episodio en que un jurado le negó el Premio Nacional de Literatura a ‘El jardín de senderos que se bifurcan’. Hoy regreso a Borges porque me permite aproximarme a la obra de Mario”.
“Borges entendía que eso que llamaba poesía intelectual era su suerte, una especie de fatalidad a la que también había terminado por resignarse y trataba de ejercer de una manera grata; hay mucho de fatalidad en lo que uno escribe y, muchas veces, los escritores prefieren desconocer y proponer que es la voluntad la que define la escritura propia”, sostuvo el ensayista.
Y explicó que “por un lado, no puede decidirse acerca de la fatalidad de lo que uno dice o escribe; sin embargo, la idea de fatalidad, destino, continuidad, es una operación intelectual; una operación a partir de abstracciones que intentan comprender lo que muy probablemente sea incomprensible”.
“En este nuevo volumen de sus cuadernos, Mario escribe que le basta con cerrar los ojos para verse dibujando o construyendo artefactos que junto con un amigo de la infancia llamaban computadoras, cuyo modelo ideal encontraba en la supercomputadora que controlaba ‘El túnel del tiempo'”, señaló.
Y expresó: “No sé si de manera premeditada o no, pero entiendo que la relación de Mario niño y sus artefactos inventados es en realidad la perfecta descripción de la relación entre Mario adulto y sus libros, también inventados sin ningún propósito evidente, sin ningún otro propósito que el de construirlos”.