El bahiense Cappa comparó al plan económico de Macri con el de la última Dictadura militar
Entrevista del bahiense con “Publico”. Un bigote ya bastante canoso anuncia el rostro de Ángel Cappa (Bahía Blanca, Argentina, 1946), uno de los deportistas más significados políticamente y de discurso profundo, rompedor en un universo opaco hoy en día. Exfutbolista y con una carrera de entrenador que le llevó de la Argentina y el Barça de Menotti y Maradona al Madrid de la natividad de Raúl de la mano de su inseparable Valdano. Llegamos a una cafetería con aires parisinos cerca del Santiago Bernabéu y a mano derecha se encuentra, de espaldas a la ventana y con la cabeza gacha, concentrado leyendo un libro que le tiene absorbido,Espectros del capitalismo, de Arundhati Roy. “Cuando estaba en el fútbol había días que no era capaz de pasar de una página”, confiesa el argentino, también escritor. Cuando se marcha, una señora pregunta quién era y casi se queda chafada. “Pensaba que era un actor, con ese acento…”.
-¿Cómo fue su infancia? ¿Cómo y dónde creció?
Nací en un barrio de Bahía Blanca que se llama Villa Mitre. Mi infancia la recuerdo extraordinariamente divertida, maravillosamente entretenida. Me llenó de alegría, alrededor de una pelota. Jugábamos todo el tiempo, y en el colegio también. Nuestras madres nos almidonaban el guardapolvo [un delantal que les ponían para ir al colegio, blanco, mas o menos como los médicos] el lunes y en el primer recreo se terminaba el almidón. Me acuerdo que hicieron un equipo en el barrio de baby fútbol y todo el barrio estaba detrás de él. Íbamos a jugar y cuando volvíamos, hacíamos una fiesta en casa de algún vecino. Eso me hizo entender que el fútbol es alegría y es una fiesta.
-¿Qué tipo de barrio era?
Era popular. Era pobre, pero en esa época en Argentina era la época del peronismo. Más allá de los cuestionamientos que se le puedan hacer al peronismo, lo cierto es que se tenía para comer y la posibilidad de hacerse una casa. Entonces, era un barrio pobre pero no se pasaban necesidades como ahora.
-Como futbolista, comienza en el Villa Mitre.
La emoción más grande mi vida futbolística fue el día que debuté en la sexta división con Villa Mitre, porque en ese momento, como el fútbol es un deporte lo practica todo el mundo sobre todo en los barrios pobres, que te eligieran en Villa Mitre era una alegría y un prestigio enorme. Después he recibido muchas emociones, pero como la primera vez que me puse esa camiseta, ninguna. Yo tenía once años, jugamos en un pueblo de al lado. Tenía gripe y no le dije nada a nadie. Tengo aún la foto guardada de aquel día. Después, en primera división fue también un debut enorme, porque toda mi ambición era jugar en la primera de Villa Mitre. Todo lo demás fue agregado.
Después me llamó Olimpo, de lo cual me arrepiento. Me pagaban, al contrario que en Villa Mitre, y me dieron un departamento [casa]. Olimpo era el enemigo máximo. Villa Mitre era la representación de los barrios y Olimpo, de la gente del centro, de los poderosos. Eso es una traición que todavía no he podido superar [dice con media sonrisa]. Tengo una anécdota que es muy graciosa. Cuando yo aún vivía con mis padres, mi papá decidió pintar la casa. El pintor me conocía a mí, porque era del barrio y había seguido toda mi trayectoria. Era tartamudo y me llamaba negrito. Tomábamos mate y solíamos hablar de fútbol. Pero la semana que me enfrenté a Villa Mitre con Olimpo no hablamos nada. Cuando salimos a la cancha a jugar, escucho: “La-la pu-pu ta que te pa-pa rió” [risas]. Era este, y al otro día me vino a saludar a casa como si nada: “¿Qué haces negrito?”.
-Todavía vive en Argentina cuando el golpe de Videla.
Ahí yo ya estaba militando en un grupo que se llamaba Peronismo de base, que era una izquierda del peronismo. El golpe estaba, digamos, más o menos previsto, porque ya el Gobierno de María Estela Martínez de Perón era un gobierno absolutamente degradado, represor y entregado, más que a los militares, a las fuerzas civiles que querían imponer un sistema económico. Por eso llamaron a los militares. Lo que no estaba previsto era la ferocidad del golpe. Muchos compañeros míos fueron encarcelados y otros asesinados. Yo tuve suerte de poder salir de allí, junto con otro compañero.
-¿Qué supuso para usted el golpe?
El alejamiento involuntario de mis raíces, de mis afectos, que todavía no he podido superar. A pesar de que tengo hijos españoles y una abuela española. Me siento como en mi casa, pero aquello… Una cosa es que vos te vayas voluntariamente y otra cosa es que te tengas que ir de un día para el otro. Y eso es muy difícil de superar, por lo menos para mí. Eso… [hace una pausa de varios segundos] eso no se puede perdonar porque han hecho sufrir a muchísima gente. Han torturado, han asesinado.
Pero no eran cuatro militares locos; respondían a un proyecto económico: el neoliberalismo, que empezaba en esos años setenta, y que barrió con todo. Lo que dice Naomi Klein, la doctrina del shock para imponer todo por la fuerza. Yo le tengo más odio a todos los civiles que generaron el golpe que a los militares. Los militares son unos pobres mamarrachos que muchos de ellos, encima, se creyeron que eran patriotas. Era un proyecto económico como el de ahora de Macri, que tiene la complicidad de los principales medios de comunicación de todo el mundo.
-Aquella dictadura económica es un poco lo que está sucediendo ahora, pero con otro tipo de violencia.
Sí, sí, por supuesto. Ha habido una década de gobiernos que se quisieron zafar del imperio norteamericano y de las garras de las grandes empresas, y ahora está retrocediendo. Macries uno de los abanderados. Es curioso como los medios manejaban más o menos los mismos argumentos, lo cual indica que es una campaña, cuando criticaban a Cristina de Kirchner porque había gobernado con algunos decretos. Bueno, pues hizo trece en dos mandatos y este hombre en quince días ha hecho cincuenta y, sin embargo, no tiene ninguna crítica.
-¿Cómo le ha ido a Argentina en los últimos años con los Kirchner?
Bueno, ha habido cosas buenas y cosas malas. Las buenas fueron la distribución de la riqueza a favor de los altos precios de las materias de exportación. Lo malo es que no modificó la estructura de producción y por lo tanto el capitalismo se rehízo. Y cuando los precios bajaron, no había más que distribuir y el sistema seguía siendo el mismo. Pero, por ejemplo, la gente pobre tenía subsidio para la electricidad, en las casas pagaban una miseria. Ahora, Macri inmediatamente ha subido un 300% las tarifas. Entonces comienza lo que sucedió aquí [en España]: el capital recauda dinero del resto de la gente, empobreciéndola.
-¿No hubo corrupción con los Kirchner?
Seguramente ocurrió, pero España está incapacitada para hablar de corrupción, porque tú en tu casa abres un armario y se caen cuatro corruptos. Pero hay que aclarar una cosa: los políticos son corruptos, pero ¿quién los corrompe? No aparecen tanto los corruptores, que son los grandes empresarios. Es el sistema el que está corrompido.
-¿Cómo afectó el golpe de Videla al fútbol?
No tuvo ninguna repercusión especial, salvo algunos jugadores que conozco que fueron asesinados por haber militado, o encarcelados. Era el negocio el que estaba y está corrompiendo el fútbol, no la dictadura. La dictadura se aprovecha del deporte, pero también la democracia.
-¿Cómo es posible que habiendo una dictadura en Argentina la FIFA celebrara allí el Mundial de 1978?
La FIFA es una entidad mafiosa. Ha quedado en evidencia, no es una frase hecha. Por tanto, le tiene sin cuidado la dictadura. Sólo le interesa lo que le interesa al sistema: el dinero. El sistema cuestiona a Venezuela, pero no a Marruecos, a Colombia o Arabia Saudí. ¿Por qué? Porque lo único que le interesa es el dinero y Venezuela le está impidiendo sacar el dinero escandaloso que sacaban antes. Si mañana Maduro viene y abre la puerta del negocio, se terminó, inmediatamente todos somos amigos. Es verdad que Chávez y Maduro no son iguales, y las críticas son necesarias, pero quienes critican no lo hacen por eso. Como dijo una vez Anguita, no sé si hablando de Cuba o de Venezuela: “Primero quiero aclarar que estoy en la misma trinchera, y ahora voy a hacer las críticas”.
-Un tiempo después del golpe de Videla se exilia en España. ¿Cómo era en los estertores del franquismo?
Yo llegué en un momento de una gran esperanza e ilusión. Por eso me duele tanto la traición escandalosa de Felipe González, de Alfonso Guerra y de toda esa gente a tanta gente honesta que había combatido para traer la democracia a España. Uno creía que estaba en el comienzo de la construcción de una nueva España y eso era alentador y contagioso. Para colmo, se veía a González y todo el PSOE cantando La Internacional con el puño en alto. Y todo eso era muy emocionante. Mi mujer y yo teníamos una amiga que combatió contra el franquismo, Isabel Ríos, que ya falleció. A su marido lo fusilaron y a ella, condenada a muerte también, finalmente la liberaron con la obligación de irse de España. En el ochenta y pico, ya con el PSOE instalado, me dijo algo sobre Felipe que no me animo a repetir. Con una pena muy grande, y yo no puedo olvidarme de eso. Entonces, a Felipe ya se le había puesto la cara de un señor con patillas blancas, y ya no era la chaqueta de pana sino el traje. Ya era otra cosa.
-¿Qué fue la Transición española? ¿Hubo vencedores y vencidos?
Creo que hay que respetarla. La gente hizo lo que pudo. El movimiento obrero y el de izquierdas tuvieron que entregar todas sus reivindicaciones, pero era un momento muy duro; hay que estar ahí. La derecha económica impuso su criterio: “Aquí estamos nosotros y seguimos ganando dinero, y ahora ustedes hagan lo que quieran. Reivindiquen cosas importantes pero complementarias”. Eso permitió al capitalismo rearmarse y acomodarse a una nueva época, pero me parece que no cabía otra posibilidad. Yo lo viví y fue un paso adelante necesario. Lo que sucede es que ahora, cuarenta años después, hay que dar otro paso adelante.
Esa democracia ya no es suficiente, la gente joven necesita una democracia real, participativa. Y la derecha y el capital se niegan a ello, naturalmente. Vos fijáte en esta crisis como las grandes empresas y los ricos aumentaron su riqueza. Lo que yo aprendí en todo este tiempo en Argentina y acá es que por un euro, no por miles, te cortan la mano y la cabeza ¡Por un euro! La derecha, salvo una reaccionaria, puede admitir los matrimonios homosexuales. Ahora, no les quites un euro porque te matan. Y te matan de verdad. No juegan con eso. Entonces, no admiten ahora un paso adelante. Fíjate que le están diciendo ahora radicales a los de Podemos. Y en el sentido más peyorativo, porque si uno defiende una posición la defiende absolutamente, igual que la derecha, no más o menos. Y no hay una sola propuesta de Podemos que exceda el capitalismo o la Constitución. ¿Dónde está la radicalidad en el sentido que ellos dicen? Está en que les dicen: “Ustedes también tienen que pagar impuestos”. El Ibex 35, las Sicav, por favor paguen impuestos.
Y Felipe González es el gran representante de las grandes empresas y del gran capital. Ya sin pudor. Ahora le da igual. Él y Vargas Llosa son los principales abanderados del neoliberalismo en Sudamérica. Y lo hacen descaradamente, ya les da igual. Y Guerra también. Acusaban a Podemos de alterar nuestro sistema occidental. ¡Es de risa! Es lo mismo de lo que les acusaban a ellos cuando empezaron. Es lamentable. A mí me indigna, pero mucho más me da lástima, de ver como la gente, a determinada edad, se abraza a la edad de la razón. Claro, si te va bien económicamente. Por suerte, a mí eso no me ha pasado todavía. Eso a mí me produce una repugnancia asquerosa. ¡Yo entiendo a Aznar! Fue siempre de derechas y nunca le importó nada un pepino que no fuera el dinero.
El capitalismo es un sistema agotado, como decía José Luis Sampedro. No es un sistema de la naturaleza, como nos quieren hacer creer. Es uno más, con la particularidad de que en su evolución genera desigualdad, pobreza y muerte. “Es un sistema que mata”, como dijo hace poco el papa Francisco, y “al que hay que cambiar”, como aconsejó. Seguro que enseguida te amenazan y te dicen: “Entonces ustedes quieren el comunismo soviético”. Y no, no es así. Queremos un sistema verdaderamente democrático y justo, donde se pueda vivir en solidaridad y no en competencia, y en igualdad. Donde todos seamos respetados como seres humanos y tengamos los mismos derechos y las mismas obligaciones. No es tan difícil, ¿no?
-Entonces usted no le dice a sus hijos eso de “Hacedme caso a mí que ya soy mayor…”.
No, no. A mis hijos les digo: “El día que yo diga una estupidez de esas, enciérrenme en una habitación y tiren la llave. No me dejen salir más”.
-Ha comentado en varias ocasiones que ve necesario que el futbolista tenga una conciencia política.
El futbolista y todos, porque política es todo. Es la manera de relacionarnos. Yo nací en un barrio pobre y vi y viví las humillaciones. Y me preguntaba cuál era la razón por la que mi abuela española, la pobre, tenía que trabajar en el campo hasta el momento de parir. ¡Y ella decía que los patrones eran buenos! Y el futbolista, como un ciudadano cualquiera, tiene que tener conciencia política. Pero los futbolistas de ahora reciben tanto dinero que no les permite ver la realidad. No es fácil. También tienen miedo a los azotes del periodismo. Si yo ahora estuviera trabajando de entrenador, y digo esto que estoy diciendo, sería muy duro porque estarían esperando que pierda para decirme que es culpa de Maduro y de los bolivarianos. Y me llamarían entrenador bolivariano y radical.
-Cuando comienza a entrenar, lo hace en la selección argentina y en el Barça de la mano de Menotti.
Sí, pero trabajaba viendo los rivales. Yo estaba formándome y para mí fue importantísimo tener un maestro como Menotti.
-El Barça de entonces estaba en una época muy convulsa.
Me acuerdo cuando Menotti empezó a entrenar, que un pase atrás era silbado en el Camp Nou. Él decía que era preferible asegurar la pelota hacia atrás que no arriesgarla inútilmente hacia delante. Ahora eso es aplaudido. Ese Barça era muy buen equipo. Con Migueli, que fue uno de los mejores centrales que yo he visto. Con Schuster, con Carrasco, con Maradona. Cuando había una falta y Schuster y Maradona estaban cerca del balón para tirarla había una actitud en el Camp Nou de hacer schhhs [se pone el dedo en la boca]. Como: “Silencio, que tiran los dos maestros”. Era como un teatro. Los dos eran maravillosos tirando las faltas.
Pero bueno, entonces Maradona estuvo cuatro meses fuera. Y después Schuster. Yo recuerdo que César [Menotti] me decía: “¿Vos podés creer? Hay que tener suerte para que se te lesionen Maradona y Schuster”.
-¿Cómo era Maradona? ¿No era una persona cualquiera, como cantaba Calamaro?
Sí, es una persona cualquiera. Es un tipo de barrio al que le gustaba el fútbol muchísimo. Amaba la pelota y yo creo que en el único lugar donde él encontraba la felicidad era jugando al fútbol. Siempre se entregaba con el equipo, con los compañeros. Siempre fue muy querido y respetado por ellos, porque no sólo era un jugador técnico y maravilloso, sino que era muy solidario con los compañeros. Siempre estaba en un partido. Y bueno, era un mago, una cosa extraordinaria, fuera de lo normal.
-¿Por qué no triunfó? ¿Las lesiones? ¿Las drogas?
No, no. El primer año tuvo una hepatitis que le tuvo cuatro meses fuera. Y el segundo una lesión que le tuvo otros cuatro meses fuera. Por eso no puedo ser campeón. Nada que ver con otras cosas. Yo no vi nunca que se drogara en Barcelona y no creo que empezara en Barcelona. Creo que fue en el Nápoles, pero no te lo puedo asegurar. El traspaso para nada obedeció a eso. Pero está claro que la droga perjudicó enormemente la carrera de Diego.
-En el eterno debate entre Maradona y Messi, ¿cuál es su postura?
Yo creo que es un debate ficticio. Se puede hacer un debate entre Beethoven y Mozart, pero no tiene sentido preguntar cuál es mejor. Y con esto tampoco. Cada uno de esos grandes ha sido único e irrepetible: Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona y otros muchos. Son incomparables. Es cuestión de gustos. A mí me gusta más Maradona, quizás por razones de edad o por haber compartido mucho con él. Pero no puedo decir que sea mejor. Me emocioné alguna vez y me sigo emocionando con Messi.
-A principios de los noventa, Valdano y usted entran en el Tenerife.
Entre mi quiero y tu puedo, como dice el poema de Benedetti, vamos juntos compañero. Empezamos a trabajar en Tenerife. Fue una etapa hermosísima, donde nos divertimos muchísimo. En Tenerife había jugadores afines a nuestra manera de entender el juego.
-Fernando Redondo, por ejemplo.
Era un futbolista y un tipo extraordinario. Una persona dedicada al fútbol. Él calculaba que tocaba la pelota cien veces por partido, y el día que la tocaba noventa y ocho no podía vivir. Era una cosa increíble. Cómo vivía el fútbol y cómo le gustaba jugar. Y cómo entendía el juego.
-Y de las dos ligas de Tenerife al Real Madrid.
Sí, se fueron dando las cosas. Son momentos que uno tiene que aprovechar y a veces uno cae en el momento oportuno, como caímos en el Tenerife y en el Madrid. En el Madrid había muy buenos jugadores, hacía cuatro años que no era campeón y el equipo empezó a jugar bien y salió campeón. Después hubo unas circunstancias políticas y se salió del club y ya está.
En aquella época en el Madrid asistí a la mejor pareja de centrales que yo vi: Hierro y Sanchís. Además, se complementaban y era una maravilla verlos jugar. Cuando íbamos ganando y el partido ya estaba asegurado, yo quería que los encararan mano a mano para divertirme viendo cómo le quitaban la pelota. ¡Era una maravilla eso! Y cómo salían jugando. Sanchís era extraordinario, impasable en el mano a mano. Y Hierro tenía el manejo del espacio y la adivinanza de la jugada. Luego en defensa también estaban Quique Flores en el lateral y Lasa en el lateral izquierdo, que era un complemento importante.
-Y Valdano decide darle la alternativa a Raúl.
Fue otra circunstancia que se dio, porque Alfonso se había lesionado contra el Sevilla. Butragueño ya estaba de vuelta, a pesar de su juventud. Y yo he ido al Bernabéu a ver a Butragueño. Fue un jugador maravilloso, extraordinario, sutil, elegante, era hermosísimo verlo. Raúl era un depredador. Butragueño era un poeta del área; un poeta con gol. Te mataba con poesía. Te regalaba una flor y después te hacía el gol. Y Raúl no te regalaba ninguna flor; te hacía el gol.
Raúl tenía una inteligencia sobre el campo y una personalidad fuera de lugar. Era un chico de 17 años con una convicción de hierro, absoluta. Y no tenía tantas condiciones como para tenerla. Era un poco delirante la convicción que tenía. No era tan hábil, no le pegaba tan bien a la pelota, no cabeceaba tan bien. Sí tenía gol. Pero después, cuando empezaba el partido, sí tenía todo. Era el mejor cabeceando, el mejor regateando y el mejor pegándole a la pelota.
-¿Raúl sabía que iba a ser Raúl?
Estaba absolutamente convencido. Eso es lo que yo creo que le convirtió en Raúl. Eso, y las condiciones que tenía.
-Es usted uno de los grandes defensores del juego bonito por encima del resultadismo.
Es que el fútbol es eso, es alegría, belleza. Cuando uno empezaba a jugar en el barrio, el fútbol te acercaba a la belleza. Era la fiesta esa que yo te dije. Para mí, es muy mezquino reducir el fútbol al resultado y un desprecio a toda la gente que nos hizo disfrutar del fútbol y a todos los grandes jugadores.
-“Ahora se valora sólo la victoria; jugar bien es un adorno. Más o menos como la cultura para el capitalismo”, dijo en un debate.
Así es. Vos fijáte que la pareja ideal del capitalismo es el señor ingeniero o economista y la señora profesora de literatura, para que en las reuniones agregue alguna frase. ¡Y no! La cultura es vital [hace un gran énfasis]. Te hace vivir, te hace ser humano. Y el fútbol es lo mismo. No es igual un pase de Iniesta que un pase mío dado con el tobillo, aunque llegue al destino. Cuando tú dices eso te llaman romántico, te acusan. Por supuesto que también es el resultado, pero también es muchas cosas más.
-En ese sentido, el Barça ha hecho mucho por el fútbol en los últimos años.
Efectivamente. El Barça de Guardiola es el mejor equipo que yo vi en mi vida. Alguien dijo que el arte es una promesa de felicidad. Ese Barcelona era una promesa de felicidad. Si le salía bien, era muy feliz. En cambio, de otros equipos, que son respetables porque cada uno hace lo que quiere y me parece bien, lo único que puedes esperar es que ganen porque otra cosa no hay. Es como decía Cruyff de Mourinho: “De Mourinho uno tiene que esperar que gane, porque otra cosa no tiene”. Y es así. Jugar como un equipo pequeño como lo llegó a hacer el Madrid de Mourinho es terrible, es despreciar absolutamente todo lo que te hace mejor como ser humano.
El fútbol, igual que la literatura y que la música, necesita dos cosas: sensibilidad y conocimiento. No todos tienen las dos cosas. Y algunos, o muchos, no tienen ninguna de las dos. Y entonces es difícil. Una vez le pregunté a Cruyff por qué no hay gente, sobre todo entrenadores, que se adhieran a esta manera de entender y de jugar. Y él, con la forma que tiene de contestar así tan de repente y tan contundente me dijo: “Ah muy fácil: porque hay que saber” [trata de imitar a Cruyff y se ríe]. Es cierto, para jugar bien hay que saber. Y no cualquiera sabe. Lo otro, lo de que hay que pelear, y hay que luchar, y hay que tirarse al suelo, eso lo hace cualquiera.
-¿Cuándo y dónde fue más feliz?
En la niñez y ahora. Ahora que estoy en la cierta edad, y fijáte que cuando vos tenés muchos años dicen que la edad es cierta, como si antes fuera incierta, tengo algo que a mí me tranquiliza: siempre he hecho lo que he querido hacer. He pasado momentos malos y buenos, pero de los malos que he pasado, tanto en la vida como en el fútbol, me queda la satisfacción de haber hecho lo que quise. Y sigo haciendo lo mismo. Lo único que con el tiempo entendí que no era tan inteligente ni tan valiente como creía. Entonces soy un poco más prudente en ese sentido.
-¿Por qué?
Porque cuando era más joven pensaba que era brillante, que era inteligentísimo, que todos los demás eran menos inteligentes que yo. Esa vanidad que uno tiene de joven, o que yo tenía. Y después me di cuenta de que no es así. Hay mucha gente mucho más valiente que yo para decir lo que dice y para hacer lo que hace. No sólo en la vida, sino también en el fútbol.
-¿Hay algo de lo que se arrepienta, que cambiaría si pudiera volver atrás?
Cambiaría mucho, pero eso sería pretender que la vida de uno sea perfecta. Cambiaría muchas cosas y cometería otros errores, porque la vida es eso, errores y aciertos. Como decía un diario de mi ciudad cuando uno jugaba al fútbol, que nos dejaba con la incógnita: “Alternó aciertos y errores”. Entonces, uno no sabía si había jugado bien o mal [risas]. En lo que sí sigo pensando como cuando tenía 18 años es en la necesidad de hacer un fútbol mejor en una sociedad mejor. Porque cuando yo tenía 18 me decía: “Ya vas a ver cuando sientes cabeza”. Y, por suerte, no la senté.
-¿Qué o quién le ha decepcionado más?
Yo seguramente también he decepcionado a mucha gente. A mí, en política, más que decepcionarme, me parece que no tienen derecho a traicionar a la gente que ha luchado por hacer de nuestra convivencia algo mejor y más justo. Se han puesto en ese lugar y después lo han traicionado. Después, lo demás, son decepciones de la vida; nadie es perfecto, como decían en Con faldas y a lo loco, de Billy Wilder. Yo supongo que Felipe González alguna vez ha visto la realidad tal cual es y ha visto a mucha gente que ha luchado honestamente. Y ahora Felipe no tiene derecho a pisotear todo eso. Por eso te digo que respeto mucho más a Aznar, porque su política siempre ha sido despreciable y no te oculta nada. Pero este [Felipe González] sí. O lo oculto, en todo caso, durante mucho tiempo. ¿Con qué derecho hace eso? Si estás del otro lado porque no tienes ganas de luchar, porque te parece bien ahora disfrutar del yate de tus amigos, no digas nada. Ya está, retírate. No te pongas a combatir del otro lado, y además aprovechando el supuesto prestigio que le dan los medios de comunicación ahora. Eso es peor todavía, porque hay mucha gente que todavía le sigue escuchando. Aunque creo que menos, cada vez menos [ríe].
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