Cumplió 18 años, tiene 85 causas penales y se fugó 10 veces
“Carlitos” escaló las rejas del centro de detención de menores en el que estaba durante un partido de fútbol.
MENDOZA.- A los 17 años, “Carlitos” ya había alcanzado un triste récord: 85 causas penales en su contra y una decena de fugas de instituciones de menores. Ahora acaba de cumplir los 18 y es buscado intensamente, pues hace una semana volvió a escaparse, esta vez con un compañero, mientras se jugaba un partido de fútbol en la Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil (DRPJ).
“Carlitos” -su identidad completa es preservada por la Justicia- tiene un frondoso prontuario. Su caso está amparado por la ley 26.061 de protección integral de los derechos de los niños y adolescentes, por lo que era asistido con tratamientos y capacitaciones. Sin embargo, sus problemas con las drogas y la falta de contención familiar lo llevaron a reincidir en el delito una y otra vez.
El director de la DRPJ, Isaac Morales, pastor evangélico y licenciado en Teología, confirmó a LA NACION que no hay novedades sobre el paradero de “Carlitos”: “La historia del chico es muy triste, dolorosa. Vivió entre plazas, calles y barriadas. No tuvo la figura familiar bien puesta en el hogar. Nosotros lo hemos abordado con diferentes programas y tratamos de sacarlo adelante, pero es muy difícil también su contexto”.
En tanto, fuentes del Ministerio de Seguridad mendocino dijeron que la policía están convencida de que el evadido se encuentra oculto en algún asentamiento.
En su prontuario, “Carlitos”, oriundo de una villa de Las Heras, a pocos minutos de la capital provincial, no sólo tiene robos, hurtos y amenazas, sino intentos de homicidio entre sus 85 causas. Además, no sólo se ha fugado en varias oportunidades del ex COSE (centro de detención de menores), sino que ha sido protagonista de intentos de motines y de una evasión de un centro de rehabilitación de adictos en Buenos Aires, Casa del Sur, llegando a una decena de fugas, según reveló el diario local El Sol.
“No medimos la cantidad de delitos, sino la disciplina. Si la conducta es evasiva, tenemos que estar atentos. Hacemos todo lo que está a nuestro alcance. La verdad es que con esta fuga ha puesto en riesgo su vida”, señaló Morales a LA NACION.
“Carlitos” y otro menor decidieron escabullirse la tarde del lunes pasado por los peligrosos y altos alambrados perimetrales del centro de detención mientras jugaban un partido de fútbol. Desde allí enfilaron hacia barrios del oeste de Godoy Cruz.
ALTA REINCIDENCIA
El temor oficial es que vuelvan a caer en ese círculo vicioso difícil de combatir. La alerta está puesta en el alto grado de reincidencia delictual juvenil que existe en Mendoza, a pesar de que bajó en el último año.
En la Unidad de Internación de la DRPJ están alojados 84 menores de 18 años por diversos delitos, que van desde robos simples y venta de drogas hasta homicidios y violaciones. Además, hay 700 menores sin encierro bajo el paraguas del programa de medidas alternativas, con acompañamiento familiar.
Una situación llama la atención: a la par del crecimiento de la violencia narco en Mendoza también se evidenció en el ex COSE un incremento de casos vinculados a la comercialización de estupefacientes. Así, del total de internados, un 20% está directamente relacionado con la venta ilegal de drogas.
“Son jóvenes que tienen condiciones económicas muy bajas y que en muchos casos roban para consumir. Pero también hay más casos por venta de drogas y muchos chicos son usados para comercializar, incluso dentro de la institución”, reconoció el director de la DRPJ.
Sin embargo, las autoridades advierten un cierto “recelo” de los jueces a la hora de determinar el “encierro” de un menor, tal vez por problemas menos graves, como puede ser “escándalos en la vía pública”. De ahí la importancia, según los responsables de estos centros de menores, de que la privación de la libertad sea el último de los recursos que se utilice con los menores.
Los especialistas coinciden en que el desafío es poder cambiar el contexto familiar de los jóvenes mediante la puesta en marcha de programas de manera integral e inclusiva con toda la comunidad afectada. Así, quienes se encargan de vigilar el comportamiento de los jóvenes en la unidad de internación apuntan al contexto de crianza y al educativo. Aseguran que el joven fugado sufre graves problemas familiares, de conducta y de adicciones.
“Personalmente he tenido una vida no tan triste como la de estos chicos. Pero tuve en mi vida la oportunidad de Dios, por eso hay esperanzas con todos los que se acercan a Él tienen la oportunidad de cambiar”, sostuvo Morales, quien aclaró que la parte espiritual también se trabaja con los chicos, incluyendo a todas las religiones.