Como nunca, EE.UU. elige la continuidad o lo desconocido
Clinton se perfila como la ganadora en la votación de hoy; Trump busca dar la sorpresa
El mundo está en vilo; los mercados, expectantes, y, como hace mucho no sucedía, esta sociedad está herida de rabia y división. Fracturada ante dos modelos que hoy, en unas elecciones presidenciales tan cruciales como extrañas, se enfrentarán para saber qué país será Estados Unidos en los próximos cuatro años.
En un clima de crispación, opuesto y muy lejano al que hace ocho años marcó la ilusionada llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, los norteamericanos eligen entre la continuidad que promete la demócrata Hillary Clinton y el incierto camino de ruptura que ofrece el republicano Donald Trump .
Ninguna de las opciones enamora por completo pero, si no hay sorpresas y los sondeos tienen razón, Hillary Clinton podría ser la primera mujer en llegar a la presidencia de este país.
Un hito que, de concretarse, podría quedar opacado por la derrota de su atípico adversario. Un hombre no dispuesto a resignarse al silencio. Un hombre que se negó a confirmar si aceptaría una eventual derrota. “Lo decidiré cuando llegue el momento”, dijo, inquietante, semanas atrás.
Proclamada heredera política de Obama, representa la continuidad dentro del cambio y el llamado establishment, frente a la transgresión y ruptura que promete Trump, el candidato que se presenta por el Partido Republicano sin serlo del todo.
Para muchos, es una suerte de populismo a la norteamericana, un fenómeno que cabalgó sobre el descontento de importantes franjas de la sociedad que se sienten excluidas en su propia tierra. El millonario que, con mucho de xenofobia, denuncia y machismo, promete terminar con “la basura de Washington” y su burocracia, a los que, junto con la inmigración, culpa de casi todos los males.
La proyección del voto popular coincide en ser ajustada, con una leve ventaja para Clinton. Anoche, el promedio de sondeos le daba 47,2% de apoyo contra 44,3% para Trump. Pero, más importante y definitorio, le otorgaba el 69,5% de posibilidades de alcanzar los electores necesarios para llegar a ser presidenta.
Aun así, son tales la polarización y la fractura con que cierra esta campaña que si esta noche se alcanzara ese nuevo hito -y la voluntad popular decide que sea un presidente negro el que ceda el paso a una presidenta mujer- es posible que la noticia sea la reacción de Trump. La incertidumbre tiene en vilo a esta sociedad y al mundo. También, el miedo a que el resultado no quede claro esta noche y se aproximen días de dudas y hasta de violencia.
La elección se juega en todo el país. Pero, por el particular sistema de voto indirecto, serán un puñado de estados los que la definan.
“Juntos somos más fuertes”, es el lema de la campaña de Clinton, que llega como candidata del sistema, pero con un “aire” progresista. Si se corona, será el tercer mandato para el Partido Demócrata, algo no muy frecuente en la política de este país.
Trump eligió la idea de “hacer América grande otra vez”. Con una nostalgia por un pasado industrial que ya no existe y el apoyo de una mayoría de población blanca y trabajadora que viene retrocediendo en calidad de vida. Un nutrido nicho de votantes que se siente amenazado por el avance y mejora de las minorías. Sobre todo, la hispana.
El cierre fue con una fuerte implicación de los Obama. “En familia”, los dos clanes -el del presidente y el de quien se proclama su heredera- cerraron en Filadelfia, la ciudad donde se proclamó la independencia.
Trump cerró en New Hampshire, un bastión demócrata que espera arrancarles en esta elección. Rodeado de su familia, lo hizo con un nuevo llamado a “terminar con los burócratas que se llevan el dinero y no solucionan nada”.
Antes de los actos finales, una vez más y como posesos, ambos recorrieron los estados clave en una maratónica jornada. Esquivándose, a veces, por pocas horas. Porque el botín de votos que ambos buscan está en los mismos sitios.
(La Nación)