Cómo fue el primer show de Joan Manuel Serrat en el Teatro Colón
Con el primero de sus dos conciertos frente a un teatro Colón colmado, Joan Manuel Serrat dio comienzo al “Festival Únicos”. El Dj Hernán Cattaneo, Luis Fonsi, Il Divo, Rick Wakeman, Ariel Ardit, Jairo, Lucía Galán, Tini Stoessel, Lali Espósito, Patricia Sosa, Horacio Lavandera, Miguel Ángel Estrella, Niña Pastori, Marta Sánchez, Elena Roger, Karina “la princesita”, Marcela Morelo y unos cuantos más serán de la partida en este encuentro de cantantes y músicos que pasarán por esta emblemática sala porteña hasta el próximo 2 de marzo.
Ídolo y visitante asiduo en nuestro país -recordemos que no hace mucho había estado en el Luna Park como parte de la troupe El gusto es nuestro junto a Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos-, Serrat volvió en este caso al elegante formato sinfónico que ya había experimentado, que había dejado plasmado en un álbum de 2003 y que había presentado por entonces en el mismo Colón de Buenos Aires.
Convocado para ser parte de este ciclo que reunirá a artistas de muy diversos estilos y géneros, y fuera la controversia renovada sobre el uso de esta sala para las músicas populares, el catalán debió agregar una segunda función -que cronológicamente terminó siendo la primera- por el interés que despertó, una vez más, en un público que siempre le es muy fiel por aquí. Así, sin el compromiso de un disco para presentar y con el acompañamiento instrumental de un organismo sinfónico integrado por músicos de las principales orquestas argentinas, armó un repertorio sostenido en muchos de sus clásicos, por cierto fundamentalmente en castellano.
Con el comienzo anunciado para las 20.30, el cantautor ingresó al teatro por la puerta de Cerrito a las 19.46. Apenas pasados dos minutos del horario de inicio, ya con la orquesta sobre el escenario, subieron el pianista Ricard Miralles, histórico compañero de aventuras musicales y conductor de muchos de sus grupos, y el director y responsable de los arreglos Joan Albert Amargós. Una pequeña introducción instrumental dio lugar a la aparición de Serrat, y antes de que sonara una nota en su garganta, la sala se puso de pie por primera vez.
Desde allí todo fue un festejo para los fanáticos del artista; sobre todo para sus seguidores más antiguos. Porque el repertorio, en su enorme mayoría, fue una lista de obras maestras de la canción popular hispanoamericana, de esas que compuso en sus años juveniles. Se escucharon “Se equivocó la paloma” (en rigor, de Carlos Guastavino y Rafael Alberti), “Mi niñez”, “De cartón piedra”, “Benito”, “Barquito de papel”, “Penélope”, “Aquellas pequeñas cosas”, “El carrusel del Furo” y “Bendita música”, entre otras.
A poco de comenzar, saludó sencillamente con un “buenas noches y muchas gracias por estar aquí y permitirme hacer realidad este sueño de una noche de verano”. Hizo un pequeño paso por su obra en catalán con dos de las más conocidas por aquí, la monumental “Pare” y “Paraules d’amor”. Homenajeó a Antonio Machado con “Cantares” (que despertó la primera gran ovación de un público que en general se mantuvo contenido frente a la monumentalidad de la sala) y “La saeta”. Hubo también un recuerdo para Miguel Hernández (“un maravilloso poeta del siglo XX nacido en Orihuela y asesinado en la cárcel”, dijo) con “Las abarcas desiertas”, para la que convocó a la argentina Elena Roger, con un embarazo muy avanzado, para compartir un dúo.
Sólo con el piano de Miralles, en otro de los puntos muy altos de la noche, hizo la “Balada de otoño”. Puso una vez más de pie a la gente con “Mediterráneo”, su pieza más emblemática. Cerró la parte formal del concierto, como es su rutina desde hace años, con “Fiesta”. Y dejó para los bises “La saeta”, ya mencionada, y “No hago otra cosa que pensar en ti”, esta vez con el acompañamiento del piano a cuatro manos de Miralles y Amargós.
Si hubiera que describir en una frase lo que ocurrió en la noche de ayer en el Colón, en una ciudad que Serrat conoce mejor que muchos argentinos, puede decirse que fue un recital a pedido de sus fans. No hubo sorpresas más allá de la presencia fugaz de Elena Roger. Los arreglos sinfónicos no son, quizá, los que le dan mayor fuerza a estas canciones tan conocidas, pero cumplieron considerando el contexto. Y aunque el público se animó muy poco a las palmas y a los coros -apenas se lo escuchó efusivamente sobre el final-, se fue feliz de presenciar una nueva ceremonia de reencuentro con este artista al que tanto quiere. (LN)