Café Tacvba en el Gran Rex: o de cómo conjugar lo ancestral y el futuro celebrando el presente
Una pared conformada por seis parrillas de leds iluminaba desde el fondo de la boca ancha del Gran Rex, en la noche del jueves, y se puso azul para indicar la salida de los Café Tacvba al escenario. Los surcos entre las luces formaron motivos rupestres y, así, la encandilante puesta en escena resumió gráficamente la esencia y la identidad sonora de este grupo casi treintañero.
Allí conviven lo ancestral y lo actual, las raíces y los avances tecnológicos, el gusto por lo auténticamente mexicano y el bagaje universitario. Un movimiento pendular entre pasado y futuro, pero conjugado en tiempo presente, define su música desde siempre.
Futuro, la primera de la noche y el primer hit de Jei Beibi (su último álbum, editado en mayo), terminó de reafirmarlo con su formato de cumbia electrónica con aires de carnavalito y folclore latinoamericano que se arrastran por una adhesiva base trap. Las voces de Rubén Albarrán y Quique Rangel se entrelazaron mientras ellos lucían como en el videoclip: una máscara cadavérica y dos colitas de pelo parabólicas al estilo Princesa Leia para Albarrán; Rangel, como un Chewbacca en ácido. Faltaba ese colectivo con alas de la línea 29 que los condujo por el espacio, pero tampoco lo necesitaron. Volaron junto a la guitarra de Joselo Rangel y las teclas de Emmanuel “Meme” del Real; más Luis Ledezma (batería) y Ramiro del Real (guitarra acústica), invitados permanentes.
Si bien se trataba de la presentación de su disco más reciente, evitaron la solemnidad e integraron sabiamente las canciones nuevas en un repertorio con muchos clásicos. El efecto fue siempre encantador: y aunque las comparaciones sean odiosas, en los estrenos hay diversas huellas, elementos y formas que recuerdan a las anteriores instancias de la discografía tacuba. Nunca se rompió la continuidad y acertaron, por ejemplo, al tocar la balada sónica Que no entre los bloques de Volver a comenzar / Eres y los covers Como te extraño (Leo Dan) / Chilanga banda (Jaime López).
Tras la descarga punk pistolera del primal La chica banda, los Café Tacvba se retiraron del escenario. El show lo retomó Meme en solitario, acompañado con su teclado para cantar El mundo en que nací, su propio y privado Vos sabés, aunque demasiado edulcorado y no tan inspirado como el tema de LFC. Pero a Meme, dueño del característico “papá-papaeueo” que destaca a El baile y el salón (y que es coreado por el público en cada momento), se le puede perdonar cualquier cosa.
Luego de la belleza melancólica de Mediodía, que refleja la paradoja de pasar un sábado en soledad pese a vivir en una gran urbe como puede ser la Ciudad de México o bien Buenos Aires, Rubén se tomó unos minutos para ser consecuente con su mensaje de tolerancia, ecologismo y paz: pidió “buenos pensamientos” para los estudiantes, las mujeres, la comunidad LGBT, los pueblos originarios, los animales y la Pachamama.
Una parrafada inclusiva, reflexiva y, sí, algo demagógica, que remató con un sonoro “¡Qué viva la vida!” que inmediatamente después justificó con el estribillo de 1 2 3, en el que asegura que “el amor siempre ganará”. En la canción siguiente descifró de qué se trata esa enorme palabra de solo cuatro letras, entonando que “el amor es bailar” (El baile y el salón). Y como mejor que decir es hacer, los cuatro tacubas originales hicieron la de siempre, la coreografía que todos esperan: abandonaron los instrumentos, pasaron al frente y bailaron sincronizados en el clímax de su versión de Dejate caer (Los Tres), antes de despedirse del público porteño que siempre lo recibe con los brazos abiertos. (Clarín)