jueves, noviembre 21, 2024
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Brexit: Reino Unido inicia ruptura con la Unión Europea

La primera ministra británica, Theresa May, notificará oficialmente la salida de la UE luego del referéndum de junio de 2016. La medida pondrá a prueba la solidez de las economías europeas pero también de las británicas.

El Reino Unido notificará oficialmente a sus socios europeos una salida de la Unión Europea que pondrá a prueba la solidez de las costuras europeas pero también de las británicas.

Al término de dos años de negociaciones, la UE habrá perdido a un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y potencia nuclear, pero el Reino Unido podría quedarse sin Escocia e Irlanda del Norte si el descontento de ambas con el Brexit acaba en independencia.

El divorcio empezará en el momento en que Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo -el órgano que reúne a los líderes de los países de la unión- reciba, hacia las 11H30 GMT, una carta de la primera ministra británica Theresa May invocando el Artículo 50 del Tratado de Lisboa.

Esas líneas, redactadas curiosamente por un diplomático británico (“todo Estado miembro podrá decidir, de conformidad con sus normas constitucionales, retirarse de la Unión”) serán el principio del primer abandono de un Estado miembro en 60 años de historia de la UE.

May presidió temprano una reunión extraordinaria del gobierno, y se dirigirá al Parlamento justo en el momento en que está previsto que Bruselas acuse recibo de la carta.

En Bruselas, el embajador británico ante la UE, Tim Barrow, llegó aproximadamente a las 10H00 (08H00 GMT) a la sede del Consejo Europeo para entregar la misiva.

Los mandatarios europeos tienen previsto establecer sus grandes líneas de negociación el próximo 29 de abril en una cumbre en Bruselas, sobre la base de la propuesta que Tusk les presentará antes del viernes.

Las negociaciones propiamente dichas empezarán a finales de mayo, principios de junio, y el primer cara a cara entre May y los líderes de los 27 será el 22 de junio.

May quiere una ruptura neta y renunciará al mercado único para poder controlar la inmigración, lo que ha despertado preocupación en sectores estratégicos como la banca y los constructores de automóviles, muy dependientes de sus negocios en la UE.

En cambio, el principal negociador europeo, Michel Barnier, pretende que los tres millones de ciudadanos europeos en Reino Unido conserven sus derechos.

Sin embargo, la cuestión que protagonizará el inicio de las conversaciones será la factura a pagar por el Reino Unido. Aunque todavía no hay cifra oficial, se estima que los compromisos presupuestarios adquiridos por Londres ascienden a hasta 60.000 millones de euros (64.000 millones de dólares).

El ministro de Finanzas, Philip Hammond, admitió a la BBC que habrá que pagar -“no se puede tener todo”-, pero discrepó del montante, atribuyéndolo a una estrategia: “después de todo, esto es una negociación”.

Las portadas de los medios antieuropeos tenían un tono eufórico. El Daily Mail hablaba de “¡Libertad!”, y The Sun ilustraba la suya con una gran foto de los acantilados de Dover, la muralla física que protege al país de las invasiones europeas. En el otro extremo ideológico, The Guardian hablaba de “salto a lo desconocido”.

El referéndum del 23 de junio de 2016 (52% a 48% a favor del Brexit) dejó heridas por cicatrizar en la sociedad británica, y este miércoles coincidirán manifestaciones de protesta y muestras de alegría y alivio.

“Estoy contenta. Creo que podemos defendernos perfectamente solos. ¿Qué hacen por nosotros? Nada”, explicó Christine Garrett, de 66 años, una jubilada del barrio londinense de Bethnal Green.

“Estoy contenta porque estoy harta de inmigrantes, eso es todo lo que tengo que decir”, sentenció Irene, de 63 años, mientras Julia Rogers, de 38, estimaba que se avecina “un desastre”.

El ingreso británico en la UE se produjo en 1973 tras dos negativas del presidente francés Charles de Gaulle, que estaba convencido de que los británicos eran unos europeos reticentes que iban a actuar como caballo de Troya de Washington.

El Reino Unido prosperó económicamente como miembro, moldeó el bloque y le arrancó concesiones: se le permitió quedarse al margen del euro y del espacio Schengen, obtuvo la creación del mercado único, la ampliación del bloque a los países del Este y que se le reembolsara dinero del presupuesto agrícola, al famoso grito de Margaret Thatcher “quiero que me devuelvan mi dinero”.

Todo ello no bastó para acabar con la percepción, entre parte de la prensa y el público, de que Bruselas era un nido de burócratas empeñados en subyugar a las instituciones británicas con regulaciones caprichosas, como el tamaño de las bananas, un bulo difundido por el actual ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, cuando era corresponsal del Daily Telegraph en la capital belga.

Los jóvenes, las mujeres, Londres, Irlanda del Norte y Escocia votaron a favor de seguir en la UE, pero los ancianos, los hombres en general y el resto de Inglaterra y Gales, acabaron sacando al Reino Unido de la UE contra todo pronóstico, iniciando una ola que acabaría recorriendo el Atlántico y propiciando la elección de Donald Trump.

“Crees conocer el sentimiento que reina en el resto del país, pero luego… Es una pena”, lamentó Lauren Papendorf, una londinense de 26 años que sólo ha conocido a su país dentro de la la UE.

Como muchos sondeos y analistas, Papendorf no vio venir el Brexit y el fin del sueño de Winston Churchill, el primero en formular, en 1946, el anhelo de “unos Estados Unidos de Europa”. Si llegan algún día, lo harán sin su país.

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