Boudou: “En la cárcel jugaba al fútbol con Zannini, Cristóbal López, Jaime, Lázaro Báez y otros detenidos”
Cuenta que en el penal de Ezeiza jugaba al fútbol con los otros internos. En su equipo estaban “mi amigo José María Nuñez Carmona y Zannini”. En el grupo del otro pabellón salían a la cancha “Cristóbal López, Jaime y Lázaro Báez”.
La pregunta es casi obligada:
—¿Cómo era ver a toda esa gente, incluido usted, en la cárcel pensando que hace solo dos años estaban todos en la Casa Rosada? ¿Cuál es la autocrítica que hace, Boudou, de todo esto?
—Haber perdido la elección, nada más. Porque estas detenciones tienen que ver con no haber ganado la elección.
Sin autocrítica, entonces, pero con lujo de detalles, el ex vicepresidente Amado Boudou relata los 70 días que pasó en el penal de Ezeiza, desde el 3 de noviembre cuando fue detenido por orden del juez Ariel Lijo en su departamento de Madero Center, hasta el 12 de enero cuando la Cámara Federal porteña revocó la prisión preventiva considerando que estando libre no obstruía las causas judiciales abiertas en su contra.
—¿Cómo le decían en la cárcel?
—En la cárcel me decían “Vice” o “Presi”. Y bueno, la mayoría de los que estaban conviviendo conmigo no eran personas de la política, pero tuvieron ese trato de entrada y lo mantuvieron hasta el último día.
—¿Cómo fue el día de la detención? Con su mujer (la ex diputada mexicana Mónica García de la Fuente) a punto a parir, de dar a luz a León y a Simón, su suegra en su casa y, de repente, mirábamos la tele y lo veíamos esposado y en jogging. Cuéntenos cómo fue ese día de Puerto Madero al hospital y de allí a la cárcel.
—No era un jogging, era un pijama… Y estaba descalzo, sí, como casi todo el mundo cuando duerme. Fue una cosa muy sorpresiva, no lo esperaba. Muchas veces había pensado que podía pasar, con esta persecución que hay sobre muchas opositoras y opositores. Pero en el momento que abrí la puerta y vi de qué se trataba dije: “Bueno, no tienen por qué filmar, acá estoy porque yo no me voy a oponer ni voy a poner ninguna resistencia”. A lo cual empezó una situación bastante desagradable porque la persona que dirigía el procedimiento dijo: “No, hay que filmarlo porque es una orden.”
—¿Una orden de quién?
—Bueno, no lo dijo. Pero a partir de ahí aparecieron las fotos que se vieron en algunos medios y el video que también estuvo dando vueltas. Porque en realidad lo que estaban buscando era una especie de trofeo, por eso me pusieron frente a una pared que se notaba que era bien mi casa, no eligieron una pared blanca, sino una donde había objetos personales, libros, fotos…
—Una imagen de Cristina.
—Una imagen de Cristina, sí. Una estatuita muy pequeña de Cristina. Es que hay muchísimos elementos de folclore de nuestro espacio político que a veces son estatuitas, remeras, pins.
—Usted dijo que fue muy sorpresivo que llegaran a detenerlo…
—Sí, tal cual. No tenía ningún indicio ni lo esperaba. Utilizaron a una fuerza como la Prefectura para hacer un acto de vandalismo o de un escarnio público que nada tiene que ver con la justicia o con el Poder Judicial, sino que tiene que ver con dar la señal de escarmiento a una persona. Pero más que nada a todos los que se animen a hablar -porque esto es lo que les puede pasar-, o se animen a estar en contra del gobierno.
—¿Cuál fue la reacción de su mujer?
—Ella estuvo muy tranquila. Nosotros obviamente vivimos juntos así que conoce toda la situación. Hablamos muchísimo de esto, y ella ha sido diputada en México así que entiende las cuestiones de la política. Pero, claro, es un golpe cuando le termina pasando a uno ¿no? Es como el momento en el que te ponen las esposas: vos lo podés visualizar, lo podés pensar, pero en el instante en que sucede es un golpe. Y es un golpe que hay que tratar de asimilarlo con la mayor fortaleza y entereza posibles… Pero las reacciones son estomacales, uno puede tratar de intelectualizar muchas cosas pero suceden como suceden.
—¿Cómo es de ser ex vicepresidente a pasar a una cárcel fría, sucia, llena de cucarachas? ¿Cómo era la celda que le tocó? ¿Quiénes eran sus compañeros?
—Nosotros éramos siete personas. Las celdas son individuales pero el espacio es común. O sea, será un espacio de cuarenta metros por diez, más o menos, donde hay un televisor, tres teléfonos públicos, dos duchas y un lavadero para platos y ropa que es el espacio en común. Cada uno tiene su celda que debe ser de tres metros y medio por dos metros y medio. Y ahí me tocó ingresar primero solo, porque era un espacio que estaba vacío, y después ingresaron otras personas: dos colombianos acusados en causas narco, un mexicano … También hubo un abogado argentino llamado Jorge Chueco, una persona realmente… me parece una gran persona. Fue muy bueno para mí convivir con él.
—Chueco, el abogado de Lázaro Báez detenido por lavado de dinero…
—Fue abogado en una de las causas de Báez. Y después había un joven argentino también, ese con condena, que tenía que ver con cuestiones de contrabando. Por último, estaba Hugo Carlos Kirchner también con prisión preventiva, un primo de Néstor a quien no conocía.
—¿De qué hablaban? ¿O estaban todos deprimidos?
—Mire, por ahí suena medio extraño pero no… En el caso mío en particular, yo me había hecho un plan de trabajo para dos años, porque creía que tenía que aprovechar ese tiempo lo mejor posible. Y no me iba a dejar caer ni a doblar, sino que muy por el contrario yo pensé: “Tengo que salir más fuerte de lo que entré, más fuerte de la cabeza, más fuerte de lo físico”. Entonces tenía un plan de trabajo vinculado a lo intelectual, que eran tres turnos de lectura distintos, y un trabajo físico que iba variando.
—¿Cómo era el trabajo físico que hacía?
—El trabajo físico era… Bueno, uno de los colombianos era parte de las fuerzas de seguridad colombianas así que era una persona que tenía un gran estado físico, y él nos hacía clases de crossfit con la música de ellos: hacer flexiones, trabajar con el cuerpo de uno, y por la tarde, muchas veces hacíamos pesas.
—¿Con qué aparatos?
—Las pesas eran pesas tumberas, como dicen, con tarros de lavandina de cinco litros. Uno los llena de agua y los usa para hacer diversos ejercicios, o un palo de escoba para hacer bíceps, o te los atas al tobillo para hacer glúteos.
—¿Es cierto que Báez un día en una visita -cuando él estaba con su mujer y usted con la suya- le dijo: “En un año y medio no me viniste a ver nunca, no me saludes”?
—¡No, no! Báez lo que sí me dijo es que entendía que lo habían dejado. Pero yo no tenía relación previa con Báez así que no hubiera cabido que me dijera una cosa así. No la tenía antes y no la tengo ahora. La verdad que, como un detenido sin condena, me parece que era un compañero ahí dentro de la cárcel y punto.
—Hábleme de la comida de la cárcel, ¿qué comían?
—A mí me gusta mucho comer así que… te dan dos comidas por día, una cerca del mediodía y otra a las siete de la tarde. A las siete se produce algo que se llama “el engome”, que es cuando te encierran en tu celda.
—El engome…
—Vas al engome. El engome es una hora, de siete a ocho. Y después, de doce de la noche a ocho de la mañana, volvés a estar completamente encerrado en tu celda durante todas esas horas. Pero estas dos comidas eran relativamente buenas: pollo con verduras o pizza con verduras. Hay un control de dietólogo más o menos cada quince días. Es bastante parecida a la comida de un hospital. Y el pan es muy bueno. Se hace adentro de la cárcel, así que eso tampoco ayuda mucho a la dieta.
—¿Usted le escribió una carta al Papa desde la cárcel?
—Sí, sí, soy creyente… Y bueno, fue un tiempo de hacer más lecturas también de la Biblia. Otro de los compañeros que estaba detenido me dio un texto sobre el propósito de la vida desde el punto de vista cristiano también. Esas lecturas obviamente ayudan, y estar cerca de Dios para los que creemos, ayuda.
—¿Y por qué tomó la decisión de escribirle al Papa? En general es el Papa quien escribe cartas a muchos que están presos ¿Le contestó?
—Yo le quería contar al Papa una situación colectiva, el tema este de las prisiones preventivas y cómo eran algunas condiciones de detención. Y también un poco de mi visión sobre lo que está pasando en la Argentina en términos económicos en esta etapa. El Papa tiene una gran preocupación por las condiciones de detención y aproveché para enviarle una carta sabiendo que él se comunicaba con detenidos, ahí me enteré que lo llamaban “padre Jorge”.
—¿Tuvo tiempo de hacer la lista de los “traidores”?
—La verdad que no me sucedió. Las personas que yo me imaginaba que iban a estar, estuvieron y de la forma que cada uno pudo. Porque también hay que entender el nivel de exposición que tiene la cuestión y el esfuerzo físico que es ir a la prisión. A veces esto se pierde de vista ¿no? Los familiares de quienes están detenidos la pasan tan mal como los detenidos. Todos los trámites para el primer ingreso, lo que son las colas para entrar a la cárcel muchas veces bajo la lluvia o bajo el rayo del sol… Las familias y en particular las mujeres hacen un esfuerzo tremendo para sostener la situación. No porque las mujeres lleven cosas sino porque se llevan a sí mismas. Realmente sostienen la vida de muchas personas dentro del penal.
—¿Tenía miedo de las cosas que uno ve en las películas que pasan en las cárceles: violaciones, abusos, malos tratos? ¿Le pasó, lo pudo ver?
—Por supuesto que sí. También parte del acondicionamiento físico, consciente o inconscientemente, tuvo que ver con esto. Pero gracias a Dios no sucedió. Ese primer día que yo ingresé, nos miramos, nos sentamos en la mesa de metal que está atornillada en el piso con seis banquetas atornilladas en el piso, y tomó la palabra el colombiano este que era de las fuerzas de seguridad y dice: “Bueno, mire, no lo tome a mal pero a los argentinos no les gusta mucho el esfuerzo para la limpieza. Así que yo le propongo que hagamos un equipo de limpieza colectivo porque esto está muy feo”. Y empezamos ahí una guerra contra las cucarachas y contra la suciedad muy colectiva, trabajando todos juntos.
—¿Las cucarachas le pertenecen al gobierno de Mauricio o al gobierno de Cristina?
—¡Qué pregunta hace Viviana! Creo que no le pertenecen a ningún gobierno, sería injusto. Mire, la Constitución nuestra dice que las cárceles tienen que estar limpias y demás, pero la verdad es que a cada pabellón lo tienen que sostener los internos, los detenidos. Y funciona así y me parece que está relativamente bien que funcione así.
—Tuvo que aprender a ser ordenado…
—Ordenado soy, pero aprendí a hacer cosas que no estaba acostumbrado. Por ejemplo, lavar sistemáticamente la ropa.
—¿Qué ropa usaba?
—Bueno, es todo un tema cómo te vestís de preso.
—¿Cómo se viste un preso ahí adentro?
—Porque ahí tenés que entender también que sos uno más y que tenés que convivir en un pie de igualdad y llevar una convivencia lo mejor posible. Muchos presos andan con el clásico equipo de gimnasia y yo adopté esa ropa. Lo que pasa es que el tiempo que estás en tu lugar podés estar con shorts o con musculosas, cuando hacés un paso fuera de tu lugar ya tenés que tener pantalones.
—Hábleme de la Navidad, del Año Nuevo con los colombianos, el mexicano, el argentino contrabandista, el primo de Néstor. ¿Cómo fue esa celebración de fin de año en el penal de Ezeiza?
—Fue extraño. Nosotros, a los quince días de estar en prisión, empezamos a hacer nuestra propia comida, más allá de la que venía. Muchas veces reciclábamos la que nos daban para que estuviera un poquito mejor.
—¿Por ejemplo?
—El pollo. Cortarlo y mezclarlo con un arroz o con alguna verdura o ponerle algún condimento. Al día veinte pudimos entrar una olla y un pequeño hornito y cocinábamos. Entonces empezamos a tener nuestra propia comida. Así que cuando llegó Navidad y Año Nuevo ya teníamos un entrenamiento bastante importante sobre algunas cosas.
—¿Cómo era el día de visitas?
—Es un momento muy importante para el que está detenido. Es casi como que uno se prepara para algo especial ¿no? Te levantás temprano, te bañás, te ponés lo mejor que tenés, hacés tu termo, tu mate, vas a recibir a tu visita.
—¿Sus padres iban?
—Mi mamá está internada y mi papá es muy grande. Como la visita dura dos horas, entran y salen todos juntos. Y no estaban para eso, así que hablábamos por teléfono.
—¿Qué le dejó estar preso?
—¿Qué me dejó? Lo primero, entender que uno tiene que enfrentar todas las situaciones con fuerza, con alegría, con entender que son circunstancias.
—¿Y de dónde sacaba la alegría?
—Y bueno, primero de saber que iba a tener dos hijos. Después, de que mi mujer me acompañaba. De que muchos amigos estuvieron, muchos amigos, muchas amigas, muchos compañeros, muchas compañeras, me estuvieron visitando. Y después, de aprender cosas, porque para mí el aprendizaje que te da la lectura siempre fue un hecho de alegría en mi vida, desde muy chico.
—Usted me puede decir “Yo soy libre interiormente”, “La libertad es otra cosa”, podemos filosofar un montón, pero saber que uno no puede levantarse a la mañana y salir a hacer su vida cotidiana y estar encerrado…
—Es espantoso, pero es tu situación y la tenía que resolver.
—¿Lloró en la cárcel?
—No.
—¿Nunca?
—No lloré. Quizás alguna vez de emoción, las veces que vino Mónica.
—Pero no de tristeza o de pensar que no salía más.
—Es que tristeza no tuve. Porque, además, como yo estoy convencido de que soy inocente y que las cuestiones por las que yo fui detenido no tienen nada que ver…
—¿Podría haber sido detenido hace cinco años por la misma causa, por ejemplo?
—Exactamente, exactamente. Pero, bueno, esto es este asunto de los jueces, que actúan como…
—¿La Justicia funciona con el poder de turno? Y en ese caso, ustedes fueron poder de turno en algún momento.
—Yo digo: el Poder Judicial funciona bastante acomodándose al poder de turno…
—Ustedes lo sintieron en carne propia.
—… y con bastante poco apego a los Códigos. Digo, los Códigos Civil, Procesal y de fondo ¿no? No los códigos de las personas. Y es raro, porque el juez que me detuvo, el día que me mandó a detener, habló de una forma medio mafiosa. Dijo: “Ahora cambiaron las reglas del juego”. Parecía una cuestión que tenía que ver con códigos, que no son los Códigos escritos de la Justicia.
—Pero ¿qué le quiso decir, Boudou, que antes cuando ustedes eran poder también las reglas se podían cambiar a favor o en contra?
—Yo creo que tiene que haber algo de eso. Yo no le seguí la conversación.
—¿No pensó en Esteban Righi (el Procurador General de la Nación dejó su cargo luego de que Boudou denunciara a su exestudio de abogados por el delito de tráfico de influencias) en ese momento?
—No.
—¿Por qué?
—Righi era un funcionario del gobierno, una persona con toda una historia muy importante en el peronismo.
—Sí, con Cámpora, claro.
—Y bueno, no tenía nada que ver con la actitud de este juez, creo que no tenía nada que ver.
—Pero, ¿son perseguidos políticos, como dicen ustedes, o perseguidos por el Código Penal?
—Y… el Código Penal se aplica con mucha labilidad y laxitud en la Argentina. Porque yo creo que una gran parte del sistema no ejerce justicia sino que es un Poder Judicial. Ahora se le puso un nombre, algo así como “Lawfare”, la guerra de la ley. Porque es un mecanismo que no solo se está usando en la Argentina sino en otros países, estamos viendo lo que sucede en Brasil con Lula, por ejemplo, que lo están proscribiendo a través del sistema judicial. En el caso mío, la detención fue totalmente arbitraria e ilegal, así como muchísimas causas que tienen muchísimo de armado, muchísimo de servicios y muy pocas pruebas.
—Vuelvo a la prisión. ¿Cómo es el olor de una cárcel?
—Espantoso. Es una de las cosas que me parece que te quedan grabadas adentro porque es una mezcla de humedad, tierra, mugre. Es muy feo. Yo pedí que me trajeran sahumerios y los ponía en la celda, porque la verdad es muy feo. ¿Usted sabe que las ventanas están rotas, todas las ventanas?
—Los vidrios.
—Sí. Como en la canción de Charly que decía “Mi cuarto da al jardín”, bueno, la ventana daba a la cancha de fútbol, que no se ve nada porque son todas rejas. Pero era una cosa maravillosa el día que cortaban el césped y uno sentía el aroma del césped.
—Cuando jugaba al fútbol, ¿con qué preso de los “famosos” se encontraba? ¿Jugaba con Cristóbal López, con De Sousa, con Báez?
—Un profesor de educación física nos juntaba a los pabellones A y B, donde estaba mi amigo José María Núñez Carmona y Zannini y no había otro preso conocido.
—¿En el otro grupo quiénes estaban?
—Después en otros equipos sí estaban Cristóbal, Jaime, Báez, y otras personas.Todos jugábamos al fútbol.
—¿Cómo era ver a toda esa gente, incluido usted, en la cárcel pensando que hace dos años estaban todos en la Casa Rosada? ¿Cuál es la autocrítica que usted hace, Boudou, de todo esto?
—Haber perdido la elección, nada más. Porque estas detenciones tienen que ver con haber perdido la elección.
Fotos: Nicolás Stulberg y Archivo Infobae