Angelo Mutti Spinetta: “Estoy donde estoy por mi propio esfuerzo no por mi apellido”
Angelo es alto, flaco y con la cara angulosa. Tiene un jean, una campera de jean y anteojos negros. En sus rasgos hay mucho de Spinetta: su contextura, sus facciones bien marcadas, su forma de hablar y su manera de expresarse, suave y sensible. En noviembre cumple 18 años, pero para eso falta. Tiene un poco de hambre, son las tres de la tarde, ya hizo cuatro notas y le quedan muchas más. Está en plena presentación de Un viaje a la luna, el film de Joaquín Cambre que protagoniza, y que estrena hoy. También están en el mismo salón el director, Leticia Brédice, que hace de su madre, y Germán Palacios, que hace de su padre. Ni Catarina Spinetta ni Nahuel Mutti se ven cerca, aunque seguramente estén en alguna habitación del hotel Meliá. Angelo tiene el doble apellido, el de su padre que algunos recordarán por ser el chico de rastas de Verano del 98 y el de su madre, la hija multifacética de El Flaco. “En algunos momentos quizá sentía presión desde lo artístico. Ya tengo claro que no tengo que llenarle los zapatos a nadie. No tengo que buscar parecerme ni compararme a lo que era mi abuelo, porque no va a haber nadie como él, ni siquiera su propia sangre”, dice con cara seria para después volver a sonreír.
Más allá de que ésta no es su primera película, es la primera vez que no está resguardado en su gran familia a la hora de actuar. Su primera experiencia en el cine fue en Anagramas, donde también actuaban su padre y madre, su hermano Benicio, su abuela y su tía Vera. El film, al igual que Primavera, donde también actuaron sus padres, estaba dirigido por Santiago Giralt, amigo de la casa, al que Angelo conoce desde muy chico. En Un viaje a la luna no hay otros Spinettas, ni está Santiago, quien fue el que le dio la oportunidad de actuar, primero en una obra de teatro que no se estrenó, Odette, para la que ensayó cerca de un año, y después en Anagramas. “Aunque sabía que podía contar con ellos, con sus consejos, pasar escenas en casa, probar cosas, soy muy independiente. Creo que me gusta salir de mi zona de confort y relacionarme con las personas desde lo que yo quiero mostrarles que soy, desde mi buen lado”, cuenta, con mirada reflexiva.
Con 17 años, Ángelo protagonizó tres películas independientes
En el film Angelo hace de Tomás, un adolescente que vivió un hecho traumático de chico y que se fue obsesionando más y más con conocer la luna. Es introvertido, tiene una familia disfuncional y se refugia en su vecina, Iris (Angela Torres), un amor platónico que es un poco correspondido pero no del todo. “Tomás tiene un trauma que se le generó en la infancia que influye totalmente en la película: por qué él toma medicamentos, por qué quiere ir a la luna, por qué la situación familiar es tan tóxica. En algún sentido su entorno familiar no es nada bueno y por algo se enamora de ella, que es la única que lo entiende”, detalla. Con una estética que en un principio puede llevar a pensar en Stranger Things y sus niños ciclistas, el film intenta desentrañar el trauma a través de algo que por momentos parece lúdico y por otros atemorizante. Mutti Spinetta juega este papel con mucha comodidad: de nerd del espacio con un mundo interno que lo hace estar fuera del externo, aislado, como levitando hasta la explosión, donde logra sacar eso que tiene retenido. “Deja de tomar los medicamentos que le receta el psiquiatra (Luis Machín, uno de sus ídolos) y explota todo a la vez. Desde un lado psicodélico, como que se le va el chip y ve todo como él quiere ver. Esquizofrénico o más bien bipolar. Por momentos está como que no puede más de la felicidad de estar yendo a la luna por fin y a la vez está con su familia y sufre, está triste. No se sabe qué le pasa, es como un remolino de emociones que no frena”, cuenta sobre su personaje. También que se hizo muy amigo de su compañera femenina y que a raíz de eso hicieron teatro juntos.
El film se rodó hace dos años y para lograr mostrar su vínculo con la familia se juntó a ensayar en varias oportunidades con Leticia Brédice.
Tras el estreno de Un viaje a la luna, a mediados de 2018 podrá verse el tercer protagónico de este joven de 17 años en Mi mejor amigo, de Martín Deus. En la película, en la que vuelve a compartir pantalla con su hermano Benicio, interpreta a un adolescente tranquilo que vive en el Sur con una familia contenedora, y que empieza a sufrir una revolución cuando llega a la casa el hijo de un amigo de su padre que resulta ser todo lo contrario a él y de quien se termina enamorando. “Me encantan los desafíos actorales. Me parecen interesante y me hacen crecer”, dice.
Cuando analiza el papel de Mi mejor amigo, Angelo cuenta que a los 8 años se enteró de que Santiago Giralt salía con un hombre. “Los prejuicios no los tienen los niños, salen de los adultos y lo que les inculcan. Nunca me inculcaron esos prejuicios, sino más bien defenderlos. Siempre defendí a los gays y a los transexuales”, dice este joven que por momentos parece un adulto.
A diferencia de sus tíos Dante y Valentino y de su papá, que no terminaron la secundaria, Angelo está a un año de egresarse. “Ahora la tenés que terminar sí o sí, es más necesario que antes, te diría y hasta estudiar una carrera y todo. Yo ni siquiera sé que voy a hacer, quizá me ponga a estudiar cine, quizá me vuelque para la música”. En 2017, decidió bajar un poco la exigencia y pasó de un colegio de doble escolaridad a uno de media jornada, para poder dedicar sus tardes a lo que realmente le interesaba. “Empecé actuación con Nora Moseinco, guitarra, iba al gimnasio, ahora voy a empezar canto. Es en lo que quiero enfocarme, porque es lo que realmente quiero hacer”, revela el fiel heredero del clan artístico.
La música y su costado spinetteano
La música está en todos lados. En las juntadas, cuenta, saca la guitarra y hace temas. No hace mucho, por ejemplo, estaba en su casa en Maschwitz, que está rodeada de verde y naturaleza, con sus tíos y les mostró una canción que habían hecho con su hermano Benicio. A Dante, a quien admira por sus “mutaciones musicales”, le gustó y le dijo que estaba dispuesto a producirlo. Pero además de rap y trap, los géneros en que se siente cómodo el mayor de los tres hijos de Catarina, aparecen canciones de Luis Alberto como “Bajan” o “Cantata de puentes amarillos”, que son sus preferidas. “Me copa tocar en reuniones familiares. La otra vez nos pusimos a cantar `Alma de diamante´. Tenemos momentos re lindos como cualquier otra familia. También toqué `Canción para los días de la vida` y mi tía se la cantó toda. Lo hicimos sin práctica, de una y fue un momento muy mágico”, relata.
Si bien El Flaco murió cuando Ángelo tenía 11 años, tiene nítidos algunos recuerdos con él. “Siempre nos trataba como cualquier abuelo, con el mayor de los amores y el cariño y cocinaba re rico”. Uno de esos platos que no va a olvidar nunca es la comida japonesa que él hacía. “Ìbamos todos a comer a su casa y era una experiencia re linda. Era un abuelazo, que además tocaba la guitarra y cantaba”. Su nieto recién empezó a entender quién era cuando murió, no tomaba dimensión de lo que significaba para el resto del mundo. “Tengo este apellido desde que nací y mi mamá también. Incluso mi mamá es la hija, es todavía más fuerte. Imaginate que ella me educó sabiendo lo que significaba”, dice. Y rescata, entre sus enseñanzas, que no hay que “creérsela” y que no tiene que tener “ninguna pretensión de ser como fue él”. “Hay como una energía que quedó de él y es más que nada de lo bueno que nos dejó: el respeto, la humildad, eso de querernos, ayudarnos, y de todos los buenos valores que nos dejó con su música”.
En su casa, la DJ es su mamá. Siempre les mostró diferentes caras de la música: rock, jazz, música negra, hip hop. “Mi mamá está todo el día escuchando música: en el auto, en mi casa”, dice. Como la música es algo de lo que no solo no quiere escapar sino que corre por sus venas, con Benicio organizan hace unos años una competencia de freestyle en el barrio. Lejos de celos o peleas, Angelo -siguiendo las enseñanzas de su abuelo- destaca la relación que tiene con su hermano. Comparten cuarto, escriben y rapean juntos y también eligieron la misma carrera. “No hay ningún tipo de envidia. De hecho para la película Un viaje a la luna los dos hicimos el casting, él entró primero, les encantó. Después entré yo y también terminé quedando yo pero es felicitar al otro siempre”, cuenta.
“Me manejo un montón con transporte público y voy bien con eso. A veces me piden una foto o algo pero en general soy anónimo”.
Además de las películas, Angelo piensa sacar algo de la música en que estuvo trabajando. “Tengo mucho material que son frutas que hay que empezar a sacarles jugo, ¿no?”, dice. Y también quiere seguir explorando con el guion de un corto que hizo con su mejor amiga Miranda de la Serna. Al revés que muchos de los chicos de su edad, Angelo debutó y se hizo conocido en el cine independiente, antes de trabajar en la televisión. “Mis viejos siempre me cuidaron de ese tema. Como que esperaron a que yo sea más grande para que decidiera”. Dice que le gustaría hacer un papel chico en un unitario o un personaje secundario en una tira de Pol-ka. Este joven niño intelectual asegura: “La tele pasa más por el rating que por la calidad artística”.
Al final, ser el nieto de Luis Alberto deja sus huellas. Pero él con la mirada fija, los ojos achinados, la delgadez y altura de un modelo europeo y su costado introspectivo que cada tanto se vuelve sonrisa no está dispuesto a que nadie le saque mérito. “Estoy donde estoy por mi propio esfuerzo no por mi apellido”. (LN)