viernes, noviembre 22, 2024
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Francia: Le Pen vs. Le Pen en el ring

Jean-Marie Le Pen, fundador del movimiento ultraderechista, y su hija, Marine Le Pen, la actual presidenta del partido, están enfrentados luego de que el papá hiciera un comentario antisemita. Su hija lo calificó de humillantes.

El ADN ideológico y familiar no bastó para mantener la unidad o la continuidad disfrazada entre la historia y el presente en el seno del partido de extrema derecha Frente Nacional. Jean-Marie Le Pen, el fundador del movimiento ultraderechista francés, y su hija, Marine Le Pen, la actual presidenta del partido, están en plena controversia luego de que el papá echara por la borda todos los esfuerzos que hizo la hija para normalizar a la extrema derecha y hacerla pasar como un partido más entre la oferta democrática. La ruptura quedó consumada ahora con la decisión que tomó el Frente Nacional de cerrar el blog que Jean-Marie Le Pen tenía en el portal de Internet del FN y a través del cual desató la polémica. En su crónica semanal de opinión difundida en el portal, el presidente vitalicio del Frente Nacional y recién reelecto eurodiputado arremetió contra los artistas que critican al FN y, especialmente, contra el cantante francés de origen judío Patrick Bruel. El artista se había negado a actuar en las localidades ganadas por la ultraderecha en las elecciones municipales el pasado mes de marzo (más de mil), lo que le valió una respuesta muy al estilo del papá. Jean-Marie Le Pen dijo “la próxima vez lo meteremos en un horno”.

La broma inmunda destapó una caja de Pandora y complicó la empresa de desdiabolización que con tanto éxito la hija de Le Pen había llevado a cabo. Las reacciones no sólo vinieron de afuera sino, sobre todo, del mismo partido y de la boca de la misma presidenta. Marine Le Pen se enfrentó públicamente a su padre cuando juzgó que sus declaraciones eran “un error político”. El papá, condenado dos veces por negacionismo, volvió a la carga. Jean-Marie Le Pen estima que la dirección del partido que lo criticó “se tira una bala en el pie. Es estúpido, impactante y molesto. Me están tratando de manera indigna”, dijo el padre. Lejos de quedarse en ese escenario, la polémica subió de tono dentro del movimiento de extrema derecha. El antagonismo padre-hija es un veneno peligroso para Marine Le Pen, no sólo porque destapa los orígenes irrenunciables de la extrema derecha francesa, sino también porque interviene en el momento justo en que la líder frentista está negociando para crear su propio grupo político dentro del Parlamento Europeo. Sin embargo, los privilegios que otorga la formación de un grupo autónomo en el Parlamento de Estrasburgo no se consiguen fácilmente. Marine Le Pen choca precisamente con la oposición de otros partidos de ultraderecha o populistas de Europa, como el británico UKIP de Nigel Farage, quienes le reprochan su antisemitismo.

Las elecciones europeas del mes de mayo izaron al Frente Nacional a la cumbre. Con 26 por ciento de los votos, el FN se volvió el primer partido de Francia, delante de la conservadora UMP y del gobernante Partido Socialista. Guardián de la línea histórica de la ultraderecha, Jean-Marie Le Pen irrumpió para complicar el rediseño de la ultraderecha. No obstante, las reacciones de su propia hija y de otros pesos pesado del movimiento dejan entrever que la guerra no es únicamente entre el padre y la hija, sino mucho más densa.

Marine Le Pen parece ver en el gesto de su padre otras manos que se agitan en la sombra, como si alguien estuviese dinamitando su trabajo de limpieza. “A quienes ponen en tela de juicio mi línea política o mi estrategia no les queda sino encontrar un candidato para el próximo congreso” (tendrá lugar en noviembre), dijo Marine Le Pen, a lo cual el padre respondió: “Que no se haga problemas, no seré candidato”. Espectáculo poco usual en la extrema derecha, las cacerolas vuelan por los pasillos. Así, uno de los diputados más conocidos del FN, el célebre abogado Gilbert Collard, le recomendó al papá que siguiera los pasos del rey Juan Carlos de España y optara por jubilarse.

Desde que tomó las riendas del partido en enero de 2011, Marine Le Pen se empeñó en borrar las huellas de su papá. La heredera calificó a los campos de concentración nazis como “el summum de la barbarie” y hasta llegó a amenazar con querellar ante la Justicia a quien se animara a considerar que el Frente Nacional era de “extrema derecha”. En pleno auge y restauración, el FN ha pasado de ser el partido maldito a ser un movimiento más con sus módulos reactualizados por la hija de Le Pen: partido popular, republicano, nacionalista, actual, sin lazo alguno con los fachos nostálgicos de la colonización o la simbología nazi. El papá salió a clamar que no, que ellos siguen ahí y son también y sobre todo el corazón del Frente Nacional, que esa singularidad extremista, antisemita y xenófoba está en la raíz genética de la extrema derecha francesa.

En 1987, Jean-Marie Le Pen había creado una polémica internacional cuando dijo que las cámaras de gas eran “un detalle de la historia”. Sus incursiones verbales en el antisemitismo más hediondo son legión. Pero esta vez, el proyectil lo recibió su hija. Para Marine Le Pen, las declaraciones del padre son una humillación; para los demócratas, en cambio, una salvación. Varios editorialistas le dijeron gracias al papá. Luc Le Vaillant escribió en el matutino Libération: “La única posibilidad de que la democracia francesa sobreviva es que Jean-Marie Le Pen sea eterno, que siga profiriendo sus insanidades antisemitas”. Marine Le Pen le puso una máscara decente a la extrema derecha. Jean-Marie Le Pen se la sacó.

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