Emotivo homenaje al cura Carlos Mugica
A 40 años de su asesinato por parte de la Triple A, una multitud recordó al comprometido sacerdote en la Biblioteca Nacional.
Lo que había sido convocado como un homenaje terminó convertido en una celebración. Tampoco faltó la tristeza, pero se procesó en silencio. Y aunque hubo carcajadas y aplausos, lo que recorrió el atestado salón Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional durante más de dos horas fue –sobre todo– el impacto ante las imágenes de archivo. O ante la contundencia de los testimonios.
El reconocimiento al cura Carlos Mugica, de cuyo asesinato por la Triple A se cumplirán 40 años el próximo domingo, reunió en el anfiteatro al vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto, director de una muy lograda película documental sobre la historia del sacerdote; a Carmen González, viuda del abogado desaparecido Héctor Sobel, amigo de Mugica y colaborador permanente del servicio de asesoramiento jurídico que funcionaba en la Villa 31 de Retiro en los ’70; y a la periodista María Sucarrat, secretaria de redacción de Tiempo Argentino y autora del libro El Inocente, vida, pasión y muerte de Carlos Mugica. También se sumó el titular de la Biblioteca, Horacio González. “Tenemos que celebrar que estamos todos vivos, moviéndonos. Y ellos también están vivos, aquí, con nosotros”, exhortó Carmen González, también abogada, quien se exilió en España con sus dos hijas tras el crimen de Mugica y el secuestro de su marido.
El homenaje al cura que eligió renunciar a sus privilegios de clase para comprometerse con los pobres y con su identidad política –el peronismo– comenzó con la proyección del film Padre Mugica. Realizado desde la cátedra de Literatura y Periodismo que Mariotto dirigía en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), el documental atrapó a la multitud que llenó la sala más grande de la Biblioteca. Con testimonios de Alejandro y Carmen Mugica, hermanos del sacerdote asesinado, cuyo nombre completo era Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, más un amplio arco de entrevistas a personas que lo trataron mucho, la película muestra la parábola de Mugica desde finales de los ’50, cuando era un joven de familia adinerada simpatizante del antiperonismo, hasta convertirse en el “jetón de la Iglesia” (según su propia definición) tercermundista y comprometida con los villeros, que casi llegó a ser candidato a diputado nacional por el Frejuli en la elección del 11 de marzo de 1973.
En la lista de entrevistados de la película, algunos ya fallecidos, se suceden el historiador Fermín Chávez; sacerdotes que también participaron del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM), como Rodolfo Ricciardelli y Domingo Bresci; amigos que lo acompañaron en sus decisiones, entre ellos la cantautora Marilina Ross y su compinche de la adolescencia Ricardo Capelli, quien fue herido junto con Mugica aquel 11 de mayo de 1974, al salir de la parroquia San Francisco Solano; militantes del peronismo revolucionario como Mario Eduardo Firmenich, jefe de Montoneros, y Graciela Daleo.
Uno de los momentos más fuertes lo protagoniza el hermano mayor del cura villero. En una escena del film, Alejandro Mugica cuenta que su hermano le había confesado que temía ser asesinado por la banda paramilitar de José López Rega. “Yo había escrito una carta para mandar a todos los diarios y denunciar lo que me había dicho Carlos, pero Héctor Ricardo García y Bernardo Neustadt me aconsejaron que no lo hiciera, porque iba a terminar muerto”, dice Alejandro Mugica en el documental.
Tras la proyección, Horacio González, anfitrión, contó que había hecho un esfuerzo para estar presente “por un fuerte imperativo de conciencia”. “Comparecer frente al mártir no es fácil para nosotros, porque es un desafío que nos exige”, subrayó. Permanente impulsor del reconocimiento a Mugica, Mariotto llegó a bautizar con su apellido a su agrupación dentro del peronismo. “En los ’90, en medio de la degradación, era muy difícil justificar nuestro peronismo frente a nuestro alumnado. Por eso hicimos el documental.
Con la colaboración de Gerardo Vallejo, y para contrarrestar las operaciones de los servicios de inteligencia, que siguen, hasta hoy, queriendo mentir sobre quién mató a Mugica”, confió el vicegobernador, quien recordó que varios testigos del asesinato vieron al subcomisario Rodolfo Almirón, uno de los jefes de la Triple A, en el último banco de madera de la parroquia San Francisco Solano.
“Carlos era un chico rico, un cura lindo. Cada vez que se ponía a confesar, 200 minas se querían confesar con él”, recordó con una sonrisa la abogada González. “Yo una vez les dije a Carlos y a mi marido (por Sobel), que López Rega los iba a terminar reventando. Ellos me contestaron que, en política, yo era una boluda. Pero ellos están muertos y yo estoy viva”, agregó con crudeza.
Sucarrat eligió destacar la capacidad de Mugica como “organizador político”. “Carlos fue un hombre que se comportó como un sujeto político, como un luchador, como un articulador. Fue un hombre de acción”, y remarcó que “amaba a la Iglesia, pero sufría con las sanciones que le aplicaban. Era una persona de armados que perduraban. Armó grupos de militancia política, barrial y religiosa. Trabajó por elevar la dignidad del otro, por la liberación de los pobres en la tierra”, enfatizó.