lunes, noviembre 25, 2024
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¿Vuelve Delfino?

Hace exactamente 26 meses, el 29/4/13, Carlos Delfino se la volcaba en la cara a Kevin Durant en un partido de playoffs. El estadio de Houston explotó y sus compañeros deliraron, pero desde ese momento nada iba a volver a ser igual para el santafesino. En la caída, el hueso escafoides del pie derecho decía basta. Dos días después probó, pero sólo aguantó 10 minutos. La fractura pesaba más y, sin saberlo, el Lancha entraba en una pesadilla que lo puso a prueba en todo sentido. Pasaron cuatro operaciones hasta que en la última, el 29/9/2014, el médico Raul Theaux dio en la tecla y lo revivió como jugador. Hoy, Carlitos volvió a ser y se relame con el regreso impulsado por sus ganas y por una promesa

-¿Te parece que ahora, después de 26 meses sin jugar, es lo más cerca que estás de regresar?

-Sí, estoy muy cerca, pero todavía no considero que llegué, estoy nadando cerca de la orilla. Estoy bárbaro, me siento muy bien físicamente, pero no quiero ser sobreoptimista. Sé que me faltan unos puntitos finales. Estoy madurando mucho mi realidad, fortaleciéndome. Por ahí podría acelerar un poquito y llegar mejor a la preselección, pero prefiero seguir así porque cuatro veces me martillaron la cabeza.

-¿En todo este tiempo llegaste a pensar en que te tenías a retirar?

-Hubo un momento en que mentalmente me retiré. Quería jugar el Mundial de España, tenía una ilusión muy grande y hasta había venido el jefe de equipo de Milwaukee a seguirme. Cuando intensificamos los trabajos, no respondió mi hueso. Al contrario, se entró a formar una necrosis. Mentalmente, fue un mazazo durísimo. Era un mareo muy grande y la verdad es que me cerré tanto que dije “basta, me retiro. No tengo que estar sufriendo para esto”. Cuando me operé la última vez no quería jugar al básquet, sino que quería correr con mis hijos en una plaza. Yo estaba rengo, no podía correr ni para cruzar la calle. Era un pinchazo a cada paso y sólo quería que no me doliera más. Estaba muy cansado, mentalmente no quería saber más nada.

-¿De dónde te agarraste para ganar la batalla mental de dejar de pensar en retirarte?

-Me empecé a sentir mejor y la familia me tiraba. Y además tuvimos un palazo. Falleció mi abuela, Tedy, que era mi segunda mamá. La vieja venía luchándola con cáncer y yo le decía “no quiero jugar más, me retiro”. Me decía “vamos a salir a caminar juntos” mientras ella estaba mal, en cama. Y bueno, en eso de salir a caminar juntos yo le prometí que iba a volver a jugar. Cuando estaba empezando a moverme de nuevo, caminando bien, la perdimos. Y a mi me quedó la promesa eterna de ponerme las pilas y seguir luchándola. Ella es un gran motor, pero no el único. La familia, los amigos, el sentirme bien yo mismo, el tener ganas de mirar básquet, que hace nueve meses no lo hacía ni en pedo. Venía mi señora con la pelota y me decía “enseñale a picar al nene” y yo se la pinchaba. No quería saber absolutamente nada ligado al básquet. Después, al pensar que podía volver a competir se me abrió la cabeza de nuevo.

-Hoy ya no tenés tornillos en el pie, ¿no?

-No, sólo mi hueso tras sacar un injerto de la cadera. Mi patología es el dolor, y hoy el pie me permite hacer todo lo que quiero y pensar que voy a poder estresarlo, jugar partidos consecutivos y todo. Me siento cada vez mejor. Estoy intensificando los entrenamientos y, más allá de que a veces me agarran dolores en el cuerpo, tranquilamente creo que podría estar en una cancha haciendo cinco contra cinco.

-¿Qué hacés día a día?

-Si te digo todo lo que hago, no termino más (risas). Reiki, masajes, mi habitación parece un consultorio de kinesiología con todos los aparatos al lado de la cama. Hago crossfit con un ex boxeador, Mariano Ocampo, y después cancha con mi viejo. Me entreno y hago hora y media en cancha a buen ritmo. Me siento muy cómodo con lo que vengo haciendo.

-Si bien se nota que controlás la ansiedad, ¿jugaste en tu cabeza ese partido soñado de regreso con la Selección?

-Muchísimas veces. Y me río, porque en los momentos de mejoramientos son los que más sueño que estoy jugando en una cancha, viendo caras conocidas y demás. Pero lo sueño en serio, eh. No es que lo pienso y deseo, me viene a la cabeza mientras duermo. Creo que se va a dar cuando tenga que darse. Mientras tanto trato de hacer la tarea, es lo que yo controlo. Después, cuándo y dónde se irá dando solo y se acomodarán las piezas como viene dándose. Al único que le debo algo es a mí mismo. Me siento muy bien y sé que en su momento voy a dar ese escalón que me falta para estar adentro de la cancha. Y eso no está lejos.

Fuente: Olé.com

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