viernes, noviembre 22, 2024
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Manu Ginóbili habló de su futuro…

Emanuel Ginóbili mediante a su red social Twitter, brindó sus sensaciones luego de la derrota del sábado por la noche y la eliminación de sus Spurs a manos de los Clippers de los Angeles. ¿Que escribió? ¿Sigue su carrera?

La pregunta que da vuelta en los principales medios basquetbolisticos del país es si Emanuel David Ginóbili se retirará luego de quedar eliminado en el primer cruce de playoffs frente a los Clippers. El mismo “Manu” escribió en su red social lo siguiente y dejó instaurado la duda a cerca de su futuro:

“Duele siempre un poquito más cuando estás tan cerca y no se da. Ahora a descansar, bajar un cambio, pensar y disfrutar con mi familia”.

“It’s always disappointing when you are so close but end up losing. Very proud of my teammates anyways. Congrats to the Clippers. Great job”.

 COMO LO ANALIZAN LOS DISTINTOS MEDIOS:

Olé: 

“No tengo decidido que voy a hacer. Me voy a tomar un mes o dos ahora que terminamos antes de lo previsto y ahí veré si tengo ganas de seguir o no. Nunca hay que tomar decisiones tan importantes apresuradas. Me sentaré, pensaré con mi familia y veremos”, dijo Manu en la rueda de prensa tras la derrota ante Clippers.

En el bahiense no tuvo problemas en aceptar su actual nivel de juego: “Me sentí lento. Creo que no estuve como suelo estar, pero eso es normal, llega un tiempo en que uno se da cuenta de que no sos el mismo de antes. “Popovich hizo bien en terminar partidos con Danny (Green) y Kawhi (Leonard) porque son mucho más atléticos y defensivamente dan mucho más de lo que puedo dar yo. De todas formas eso no es un problema, tengo que ver realmente si sigo disfrutando y los malos días terminan siendo más que los buenos días. Ahí estuvo parejo”.

Entre los interrogantes sobre su continuidad destacó que “hay que seguir pensando en si tengo ganas de seguir jugando 82 partidos en 160 días o no. En viajar por todos lados y descansando poco en lugar de disfrutar nuestras cosas como a todos alguna vez nos llega, de decir: ¿sigo haciendo esto o no?”.

El cuanto al séptimo juego ante Clippers, dijo: “Fue un partido como muchos de esta serie que podría haber ido para cualquiera. Un par de jugadas dudosas, algún tiro increíble, otro errado y así se define el juego. Es una lástima porque los dos equipos hicieron méritos para pasar pero fue como tirar una moneda al aire. El tiro de Paul entró, el de Leonard de antes no y pasaron un par de cositas raras. Es así el basquet a veces te toca a favor y a veces te toca en contra”.

Por otro lado, Gregg Popovich, en tono de broma, dijo que “todos los años me preguntan si con Manu y Duncan vamos a seguir. Y Creo que volveremos porque lo que nos pagan es muy bueno.

La Nación (Cancha Llena):

Se trató del final para Emanuel Ginóbili, fue en un juego que no pasará inadvertido. Un partido que se convertirá en un clásico de la historia de la NBA. Un duelo de altísimo nivel, con una estrella como Chris Paul jugando a ser el héroe, cerrando la serie con un desgarro a cuestas y anotando un inverosímil tiro ganador a un segundo del final para el triunfo de Los Angeles Clippers sobre San Antonio por 109 a 107, que decretó el 4-3 y la eliminación de los Spurs.

Se despidió de la temporada, y tal vez de su carrera, con dignidad deportiva, reaccionando con un par de triples en el último cuarto luego de una serie muy floja para él. Por momentos se lo vio dubitativo, falto de confianza y reflejando una sensación muy poco habitual, como si ya hubiese procesado internamente el retiro.

Si éste no fue el final, si luego de sus vacaciones, a los 38 años, advierte que aún le queda otra temporada a su trayectoria, también deberá asumir que será desde un rol distinto. En los tres últimos partidos ante los Clippers, Gregg Popovich no confió en él para cerrar juegos muy parejos. Prefirió apostar por Danny Green. Puede haber sido una circunstancia en mal momento, nada más. Pero también puede haber significado una clara señal del entrenador, que tiene un fuerte vínculo con el argentino, tan sólido desde lo afectivo como estricto en el rol laboral. Ambos saben distinguir perfectamente cada cosa. En la cancha, hoy por hoy, la decisión de seguir jugando no será sólo del jugador.

El retiro puede ocurrir fácilmente, pero todavía no lo sé. Y no quiero tomar decisiones después de un partido así, de una desilusión. Tengo un montón de tiempo. Voy a sentarme con mi familia, trataré de evaluar lo que pasó esta temporada, ver cómo me siento

Supongamos por un momento que le ofrecen ocupar un papel secundario en el equipo, más como consejero en el vestuario que como líder en el juego. Podría ser útil, pero sería la primera vez en más de 20 años de carrera en la que le piden que no sea protagonista. ¿Estaría dispuesto a eso Ginóbili?, ¿le interesa? Sólo él tiene la respuesta.

Apenas terminado el partido de anteanoche, la pregunta más repetida para él fue “¿Éste es el final?” La respuesta no es definitiva: “El retiro puede ocurrir fácilmente, pero todavía no lo sé -dijo-. Y no quiero tomar decisiones después de un partido así, de una desilusión. Tengo un montón de tiempo. Voy a sentarme con mi familia, trataré de evaluar lo que pasó esta temporada, ver cómo me siento y si estoy listo para salir de nuevo. Los Spurs también tienen que tomar una decisión y hay que ver qué quieren hacer. Pero no es un tema para hablar ahora, es muy temprano”.

En su cuenta de Twitter, Marianela Oroño, la mujer de Ginóbili, dijo sobre la posible decisión: “No opino, él decide y yo lo apoyo”.

Luego de haber comunicado oficialmente que no jugará con la selección en el Preolímpico de México este año, dijo que el aspecto físico siempre fue un codicionante. Sobre este tema explicó: “Considerando las circunstancias, ahora mismo me siento bien. Pero soy mucho más lento de lo que solía ser, lo puede sentir y a veces es duro. Es entendible, estoy a punto de cumplir 38 años y no espero ser el mismo que a los 25. Tampoco es que estuve con dolores durante toda la temporada como hace un par de años. Pero es duro salir y competir contra chicos de 22, tratar de emparejarse. Ya no tengo la misma energía para mantenerme en eso”.

El cierre de un nuevo ejercicio, luego de 13 temporadas, permite volver a revisar la carrera de Ginóbili en perspectiva. Llegó a anotar 300 triples en playoffs, cifra que lo sitúa entre los tres mejores de todos los tiempos, sólo superado por Reggie Miller (320) y Ray Allen (385). Sus 187 partidos jugados en postemporada también son una marca de peso, ubicándose entre los 15 que más jugaron en la historia de la NBA. Registros que hasta hace 10 años eran impensados para un jugador latinoamericano.

Datos que ayudan a entender por qué su decisión tiene tanta relevancia. Puede ser el final para una de las mayores glorias del deporte argentino.

 
Manu analiza el retiro. 

Sus números

  • 18,7 minutos por partido terminó jugando, también el registro más bajo de su carrera. El anterior había sido el de la temporada 2013/14, cuando jugó un promedio de 25,5 minutos.
  • 1052 partidos lleva jugados Manu Ginóbili en sus 13 temporadas en la NBA (865 en la temporada regular y 187 en los playoffs).
  • 8 puntos por partido anotó Ginóbili en la serie ante los Clippers, es la marca de playoffs más baja de su carrera, por debajo del año de su debut (2003), cuando promedió 9,4 por partido.

Diario Perfil por Gonzalo Bonadeo

A veces sólo se trata de disfrutar del momento. En el ejercicio casi cotidiano de consumir deporte aprendí que todo espectáculo puede valer la pena si uno se deja llevar.

En estos días impregnados de superclásico hemos hablado y escuchado hasta el hartazgo sobre esa condición tan peculiar del hincha que termina reduciendo toda expectativa de placer a la posibilidad de que su equipo triunfe. Si ampliamos la visión al objetivo final –ser campeón– entonces el goce se circunscribe exclusivamente a los hinchas de un solo equipo.

Bajo el pregón facilista de que sólo importa ganar –finalmente, ser campeón– la mayoría de los mortales deberíamos abandonar cualquier pretensión de deportista aficionado y renunciar a nuestros trabajos en los que, personalmente, fracaso sistemáticamente en las mediciones. El amor propio de nadie soportaría seguir hablando de salto con garrocha o fútbol belga mientras en las planillas de rating la mayoría elige mirar como bobos durante horas a una quincena de analfabetos de la vida. Es algo sustancialmente peor que la derrota que estuvo a punto de padecer Independiente con Alianza de Coronel Moldes.

Afortunadamente, el deporte está lleno de momentos inolvidables. De esos de los que se nutre la razón de ser de este vertiginoso camino a la muerte que es la vida misma. No siempre esos momentos son los del éxito final. Ni en un partido ni en un torneo. Ningún hincha de River se olvida del gol de Funes Mori en el último clásico doméstico jugado en la Bombonera. Fue el de la victoria. Ningún hincha de Boca que haya estado esa tarde en la cancha se olvidará de la obra maestra de Riquelme. La última de las grandes. Hasta ahora. No alcanzó para evitar la derrota.

Aunque parezca contradictorio, no es del clásico de esta tarde de lo que pretenden tratar estas líneas. ¿Qué sentido tendría, si entre la asfixia conceptual que estos partidos provocan en la mayoría de los protagonistas y la rebeldía que, con todo derecho, adopta la pelota tan maltratada, estos partidos salen disparados para cualquier lado menos el que creímos? El asunto es, de la mano del choque más convocante, llamar nuestra atención para que nos animemos a ser capaces de disfrutar del momento.

En la Argentina somos especialistas en estereotipar desde la burla a nuestros mejores exponentes. Castigamos en el deporte como no nos animamos a hacerlo en las urnas. Ya saben: Reutemann no fue un excepcional piloto de Fórmula 1 que nos atornilló frente a la tele peleando con monstruos como Niki Lauda, Nelson Piquet o Emerson Fittipaldi, sino un segundón devenido político que no se animó a ser presidente.

Gaudio no fue un fenómeno talentoso que ganó Roland Garros, sino un loquito que rompía raquetas y gritaba lo mal que la pasaba en una cancha.

Y Messi no es un genio que nos deslumbra desde hace diez años –a razón de un partido jugado por semana– y que siempre jugó por la Argentina, sino un flaquito caprichoso que vomita antes de los partidos. Y encima no fue capaz de hacernos campeones mundiales… como todos los futbolistas argentinos de la historia menos 43: 22 de 1978 y 21 de 1986, con Passarella por partida doble.

La idea de que este planteo es arbitrario no minimiza nuestra responsabilidad; la globaliza. En todos lados proliferan los aficionados que esperan ver perder y cuestionan a los fenómenos a los que, después, añoran. De eso se trata la idea. Nos burlamos de Reutemann por no haber salido campeón en una categoría en la cual, desde hace décadas, lo más cerca que estamos de competir es a través de algún ingeniero o diseñador. Minimizamos a Gaudio –y a esa maravillosa camada de cracks “que no ganó la Davis”, que tampoco ganó Vilas– y hoy miramos con lupa los cuadros de los principales torneos en los que, a veces, ni siquiera tenemos representantes.

He visto a McEnroe irse silbado de Wimbledon, donde fue el único campeón al que los socios del All England se negaron a cederle la condición de socio honorario que corresponde por estatuto a todo aquel que ganase el certamen. No sólo le adjudicaron ese estatus sino que hoy es la gran estrella de la exhibición principal del museo del torneo.

En esto, los argentinos tampoco somos distintos al resto. Tal vez nos saquen ventaja en eso de honrar memorias y respetar recorridos. Y seguramente no pasaría en Old Trafford o en el Meazza lo que pasó en la Bombonera, cuando el mismo grupito que se sumó a los silbidos a Novak Djokovic porque confesó que le gustaba la camiseta de San Lorenzo se sacaba selfies con Leandro Fariña. Pero, más que menos, a todos nos pasa esto de no saber disfrutar del momento. Y valorar con altura a quienes son responsables del disfrute.

Casi colgado de esta crónica queda su auténtico protagonista. Si no fue anoche, muy pronto veremos los últimos minutos de Emanuel Ginóbili en la NBA. Probablemente, jugando al básquet. Quizás ya hayamos visto su último partido con la celeste y blanca. Tan grande y doloroso como eso es lo que puede estar pasando mientras en casa aún no logramos iluminar a la bandada de pájaros bobos que sigue enfatizando que el bahiense priorizó la plata de sus patrones al compromiso con la bandera. Asterisco, diría Basile: cuando quien lo dice trabaja de periodista, lo único que está haciendo es proyectar. Medir al otro a partir de sus propias prioridades.

Creer que el legado de un jugador sobresale por su compromiso con el seleccionado lo deja muy bien parado: hasta la aparición de esta camada maravillosa de la cual Ginóbili es líder conceptual y deportivo, nuestro básquet festejaba como un título conseguir una plaza olímpica o meterse entre los ocho en un Mundial. De su mano, como pieza clave de un andamiaje lleno de talento –seguramente irrepetible–, hubo medallas doradas y de bronce en juegos olímpicos y un subcampeonato mundial. Más que eso, fue la cabeza más visible de una generación que puso a nuestro básquet en un lugar de privilegio en el mundo. Lugar que, está visto, la dirigencia aprovechó para enchastrarlo todo.

Por lo demás, ignorar su campaña en Italia y, sobre todo, su década en los Spurs –cuatro anillos y siempre al menos una rueda en play offs– como parte de su representatividad criolla sólo puede ser asunto de torpeza o de mala fe. No me imagino a Manu diciendo que él “siempre juega por la Argentina”. Sospecho que su compromiso de ciudadano pasa por cosas tanto o más profundas que su condición de deportista. Sin embargo, es cierto que siempre ha jugado por la Argentina.

Pero más cierto es que lo vamos a extrañar horrores. Muchísimos argentinos tendremos una razón fundamental para no mirar la NBA por un tiempo. Sería el duelo lógico ante semejante ausencia. Con las disculpas del caso para Scola o Prigioni que, supongo, entenderían la figura.

No seré yo quien se anime a explicar cuál es la magia de su juego. No sabría hacerlo. Además, entiendo que su excelencia pasa por lo que gente como Julio Lamas considera es su inteligencia fuera de lo común. No sólo para jugar al básquet. De tal modo, hay un Ginóbili para aprovechar fuera de las canchas. No sé si alguien que decida cosas en el futuro del país querrá y sabrá cómo hacerlo: a veces, la idoneidad da miedo.

Mientras, hay una camiseta blanca número “20” que, más temprano que tarde, los Spurs retirarán y colgarán del techo del estadio. Es un honor reservado a los grandes de verdad. Vayamos pensando en retirar la “5” celeste y blanca.

Con todo el amor que siento por Diego, Manu ha sido para nuestro básquet más que el mismísimo Maradona para nuestro fútbol.

 

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