viernes, noviembre 22, 2024
Espectáculos

Se cumplen 22 años del fallecimiento de Daniel Tinayre, el hijo de Mirtha Legrand

La famosa es mi madre, no yo”. Daniel Tinayre hijo solía apelar a esta frase para explicar su vida de perfil bajo, tan opuesta al estrellato secular de su mamá. Cuando nació, el 20 de agosto de 1948, sus padres ya eran famosos: Daniel Tinayre era uno de los directores de cine más importantes del país y Mirtha Legrand una primera actriz que ya había filmado quince películas. Su embarazo lo había anunciado meses antes, después de un desmayo en el rodaje de El Retrato, película que protagonizó junto a Juan Carlos Thorry y Alberto de Mendoza. Cuando Danielito era un bebé de 7 meses lo llevaron a Brasil porque su madre tenía que rodar escenas de Pasaporte a Río, la primera película en la que la dirigió su marido. Pasaba más tiempo en brazos de Elba, la señora que trabajaba en la casa, que en los de su mamá. Así sería su infancia, ensamblado en un mundo glamoroso en el que no tardaría en sentirse como en una fiesta a la que no lo habían invitado. El 31 de octubre de 1950 nació su hermana Marcela, y ahí sí Mirtha intentó tomarse un año sabático para ocuparse de sus dos hijos. Pero duró solo unos meses hasta que de a poco las demandas profesionales propias de una diva la volvieron a absorber. “Si volviera atrás, trabajaría menos y le dedicaría más tiempo a mis hijos. Los chicos volvían del colegio y no me encontraban. Ellos necesitaban a la mamá en casa y yo por mi trabajo no podía. Esas falencias a la larga no son buenas”, declararía alguna vez Mirtha, acaso con más culpa que sinceridad. La verdad es que siempre privilegió su carrera e incluso en los últimos años prefería pasar los veranos en Mar del Plata haciendo sus almuerzos desde el Costa Galana que descansar en su casa de Punta del Este junto a su hija Marcela, sus nietos Juana, Nacho (antes de que se convirtiera en su productor), Rocco, y sus bisnietos.

Mirtha, Daniel y Marcela

El niño atormentado se convirtió en un adolescente retraído y rebelde que rumiaba su desdén hacia esa diva que lo había privado de una madre presente. Si alguna vez Mirtha lo buscaba del colegio, sufría las cargadas de sus compañeros. Le pidió que no lo hiciera más. Tiempo después, comenzó a negarse a posar junto a su familia para las fotos que publicaban las revistas de esa época. La conductora sufría por la frialdad que recibía de su hijo cuando intentaba acercársele, desapego que contrastaba con la relación más cercana que tenía con su padre y también con su tía Goldy, a quien le abría las puertas de esas confesiones personales que a ella le negaba. Mirtha lo asumió, no sin tristeza. Había priorizado su carrera y esas decisiones a veces tienen precios muy altos.

El recelo por la profesión de su mamá tuvo como contraparte la simpatía por la de su papá. Tal es así que a los 20 años les dijo que quería ser director de cine. Tinayre padre le sugirió que fuera a formarse a Europa, y en 1972, con 25 años, viajó a Paris al Instituto de Altos Estudios Cinematográficos. El entusiasmo inicial se fue diluyendo y apenas un año y medio después, Daniel regresó a Buenos Aires. Pero la había tomado el gustito a vivir solo y le dijo a sus padres que se iba a mudar. Su regreso coincidió con los preparativos del casamiento de su hermana Marcela con Ignacio Viale del Carril, el papá de Nacho y Juanita. Reacio a esos despliegues de glamour y siempre propenso a contrariar a su mamá, Danielito comunicó que no iba a asistir a la boda. Nunca le gustaron las fiestas y menos una de 500 personas de interés nacional. Fue una bomba en la familia. A regañadientes, aceptó ir a la ceremonia religiosa y ni las súplicas de su hermana lograron convencerlo de quedarse.

Su perfil bajo le hizo adaptarse sin inconvenientes a una vida más austera en un pequeño departamento en Palermo. Se puso una veterinaria –con ayuda económica de Mirtha- junto a su socio y pareja hasta el día de su muerte: Roberto Gerosa. Si a Mirtha no le gustaba mucho el estilo de vida bohemio de Daniel, esa relación acentuó su disconformidad. Cada vez estuvieron más distanciados. Chiquita, que era cada vez más estrella, nunca quiso hablar de su hijo, ni de la distante relación, que tenían ni mucho menos de su sexualidad.

Lo que no pudo el amor, lo pudo el dolor. La muerte de Tinayre padre el 24 de octubre de 1994, los volvió a acercar. Durante el sepelio, Daniel apuntaló a su mamá. Las fotos abrazados caminando en el cementerio serían las últimas que los medios tendrián de él. Sin embargo, cuando se inició la sucesión de Tinayre, Daniel habría interpuesto una acción legal que lo volvió a distanciar de Mirtha.

Años después otra vez un momento triste los volvería a unir. A Daniel le diagnosticaron un cáncer de páncreas y se lo contó a su mamá el 22 de febrero de 1999, un día antes del cumpleaños de Mirtha. La diva suspendió inmediatamente el festejo. Y entonces sí Danielito, que ya era un hombre de 51 años, bajó la guardia y le permitió a su mamá amarlo y cuidarlo como ella quería. Mirtha fue más mamá que nunca. Luego de que lo operaran el 2 de marzo –en realidad se dijo que “lo abrieron y lo cerraron”-, ante el desenlace irreversible, Legrand se llevó a su hijo a vivir a su departamento en la avenida Libertador. Le acondicionó su propia habitación para que estuviera lo más cómodo posible. Dejó de ir a cócteles, desfiles, estrenos y se dedicó exclusivamente a mimarlo. “Desde que Daniel enfermó la señora atiende el teléfono solamente para hablar con su hermana Silvia, su hija marcela o el productor Carlos Rottemberg”, comentó Elba, su fiel empleada, por aquellos días. El 6 de abril el cuadro de Daniel se agravó y lo llevaron a la Clínica del Sol. Después de seis días volvieron a trasladarlo al domicilio de Mirtha. Allí pasó sus últimos días, contenido por el amor de su madre que al tiempo que le ponía paños fríos en la frente le rezaba, rosario en mano, a la Rosa Mística, de la que es devota. Las únicas visitas que estaban autorizadas a ver a Daniel eran las de Marcela y sus hijos, Roberto Gerosa, Rottemberg y Goldy.

La familia respetó su voluntad de no ser velado. Su cuerpo fue cremado y las cenizas trasladadas al Memorial de Pilar. Mirtha recién volvió a conducir su programa el 29 de junio de ese año. Con lágrimas en los ojos, de riguroso luto, aquel mediodía dijo: “Este es el momento más duro y más difícil de mi carrera. Nunca creí que iba a vivir un momento como éste. Perder un hijo es terrible. Nadie lo imagina. Por más que a una la gente trate de consolarla, sólo el que lo vive sabe lo que significa“.

Fuente: Revista Pronto

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