Es terapista en hospitales bonaerenses, tuvo dos veces coronavirus y brinda asistencia en Río Negro
El terapista Pablo Centeno es uno de los médicos que ostenta el triste récord de haber tenido dos veces coronavirus y tras haber superado la enfermedad sigue dando batalla como jefe de Terapia Intensiva de dos hospitales bonaerenses, experiencia que trasladó a sus colegas de Río Negro como parte del equipo interdisciplinario del Ministerio de Salud que visitó la provincia durante el brote de casos.
Es consciente que la suya es una especialidad requerida en tiempos de pandemia y que son pocos los profesionales que tiene el país para poder hacer frente a la fuerte demanda actual en algunas provincias.
Por eso, no dudó en formar parte del equipo que estuvo varias semanas trabajando en la provincia patagónica, primero en el hospital de General Roca y después en el “Doctor Ernesto Accame” de Allen, una pequeña localidad ubicada a 20 kilómetros de allí.
“Si te piden es porque se necesita y es bueno poder compartir experiencia con otros y ver de qué manera trabajan, que puede aportar uno desde su experiencia, aprendimos mucho y es bueno poder devolverlo a la sociedad de esta forma. La familia lo entiende y acompaña”, dijo a Télam Centeno durante una entrevista telefónica en la que el viento del sur se colaba fuerte y obligaba a repetir más de una vez las preguntas.
“Vinimos con otros dos terapistas, kinesiólogos y enfermeros, los dos primeros días estuvimos en el hospital de Roca y después en Allen, porque se dio un brote de coronavirus en esa localidad y la terapia intensiva que tenían era muy chica”, explicó Centeno, que el próximo miércoles cumple 50 años y es uno de los médicos que integra los equipos que Nación conforma para asistir a las jurisdicciones.
El ritmo y la experiencia que le dieron los meses previos como jefe de Terapia Intensiva del hospital del Bicentenario, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría, y su trabajo en el Cuenca Alta, de Cañuelas, es lo que le permitió trasladar conocimientos sobre una enfermedad de la que “todos los días se aprende” a sus colegas de Río Negro.
Mientras estaba en el sur siguió el reclamo que en Buenos Aires hizo la policía bonaerense por mejores salarios hace dos semanas. “Pienso que la policía necesita ganar más pero que hay un trasfondo político en la forma de llevar adelante el reclamo”, sostuvo ante la consulta de Télam.
“En nuestro caso, también el reclamo por mejores salarios es justo, pero somos personal necesario, nunca podríamos llevar una protesta de esas características. Nosotros seguimos asistiendo a los pacientes”, confió Centeno.
En momentos en los que se cuestiona la efectividad del aislamiento social que comenzó el pasado 20 de marzo, hace seis meses, con defensores y detractores de la medida que comparten el mismo entusiasmo a la hora de exponer las razones de sus posturas, Centeno aseguró que comprende a los dos sectores, aunque con matices.
“Entiendo las dos posturas, pero te puedo asegurar que la cuarentena estricta nos permitió prepararnos para tener la capacidad operativa que gracias a eso tuvimos. Ahora, el recurso humano es distinto, porque eso el tiempo no te lo brinda, es limitado sobre todo en lo que hace al personal de terapia intensiva que justamente es muy requerido en esta pandemia”, detalló.
“Pero por otro lado puedo comprender a quienes después de tanto tiempo tienen la necesidad de volver a ver a su vieja. Me cuesta entender lo de los bares. Sí comprendo la necesidad de poder poner en funcionamiento una fábrica, una empresa”, argumentó haciendo gala del sentido común del que dio cuenta a lo largo de la charla.
Sin embargo, este “entender posturas” a veces le cuesta más, como cuando se le escapa la vida de un paciente y escribe desde lo más visceral una carta a corazón abierto que subió a las redes hace un par de días y que rápidamente se viralizó.
“Te mandaría por privado la foto de la cara de un tipo de 42 años anticuarentena, que enfermó y se internó febril, estuvo una semana sin respirador, después lo necesitó, estuvo 12 días boca abajo intubado, sin que su familia pudiera verlo cuando estaba vivo ni despedirse cuando estaba muerto (quizás mejor así, porque estaba desfigurado)”, contó.
Sus palabras tuvieron gran repercusión en las redes, quizás fue por la empatía que su descarnado testimonio generó entre quienes buscan crear conciencia sobre las medidas de cuidado que pueden hacer la diferencia a la hora de los contagios, o quizás porque el relato en primera persona da cuenta del dolor y la frustración que los médicos sienten cuando los esfuerzos que hacen no alcanzan para evitar la muerte.
Quizás porque cerró la carta con un compromiso cuando aseguró: “Y te prometo que si llegas a depender de mi, voy a volver a intentar ser el que te intube y el que te extube. Ojalá pueda”.
Lo cierto es que Pablo, al igual que el resto del personal de salud, sigue poniendo el cuerpo a la batalla contra la Covid-19, aunque se hayan acabado los aplausos y pasado los injustos escraches que sufrieron médicos y enfermeros, aún cuando piensan que una vez superada la pandemia no será un lugar de merecido reconocimiento el que tendrán.
“Siento que en la pospandemia vamos a ser como los soldados de Malvinas, a los que la sociedad les da la espalda porque les duele mirarlos”, dijo Centeno a Télam casi a media voz, la que se tiene cuando la tristeza se anuda en la garganta.