La falta de leña y comida asusta tanto como el coronavirus en las comunidades mapuches
El aprovisionamiento de alimentos y de leña, junto con la pandemia de coronavirus, son las mayores preocupaciones entre los y las integrantes de las comunidades mapuches de Neuquén ante la inminente llegada del frío, las lluvias y las nevadas que todos los años aíslan a los pueblos originarios ubicados en el cordón cordillerano.
Sucede que lo que puede ser una costumbre trivial en las ciudades, como comprar leña para el asado de los domingos, en algunas áreas rurales que habitan estos pueblos originarios tener madera para darse calor puede marcar el límite entre la vida y la muerte.
Fidel Colipan, werken (vocero) de la zonal sur de la Confederación Mapuche de Neuquén, dijo a Télam que “la leña es un tema preocupante y lo he planteado a las autoridades para hacer una campaña ágil y llevarle leña a los abuelos sobre todo con esta realidad de la pandemia”.
“Algo para matar a los mayores sería dejarlos sin leña”, aseguró y agregó que “se vive en una zona de frío y ya lo han dicho desde el gobierno nacional y los científicos que lo peor se espera en invierno y por eso es muy preocupante”.
Colipan señaló que “hay comunidades donde no hay gas y la única posibilidad es la leña para calefaccionarse y nos queda poco tiempo antes que se cierren los caminos”.
Hugo Lican, longko (jefe) de la Comunidad Ruka Choroy, explicó a Télam: “Nuestra comunidad está en el límite con el cordón de la cordillera neuquina. Nosotros aceptamos las normativas pero hay que tener en cuenta que son realidades muy distintas y a veces la normativa sale sin tener presente la realidad de nuestros pueblos”.
“Este es un sector de campo, se toman prevenciones básicas pero las tareas se deben continuar porque no se puede dejar la tarea rural”, dijo.
También aclaró que “todo se hace manteniendo el distanciamiento entre las personas, no tomar contacto y lavarse las manos, pero la persona que trabaja en el campo lo tiene que seguir haciendo porque vive de eso”.
“Las complicaciones en el aprovisionamiento de alimentos y de la leña nativa que utilizamos para calefacción en invierno, nos afectó mucho porque no pudimos gestionar nada en la primera parte de la cuarentena”, indicó Lican.
Afirmó que “sin leña quedamos totalmente desprotegidos porque esto está relacionado directamente con la salud; nosotros tenemos adultos mayores y en invierno tienen que estar abrigados y calefaccionados”.
Además, Lican explicó que “lo planteamos a las autoridades urgente porque no podíamos dejar de juntar leña y había que adaptar esas medidas y el clima nos juega en contra porque en pocos días más nos vamos a encontrar con la nieve, la lluvia y los camiones no van a poder entrar”.
Algo similar ocurre en la Comunidad Paicil Antreao, en cercanías de Villa La Angostura donde, según contó a Télam el werken (vocero) de la comunidad, Lorenzo Lonkon, “todavía no pudieron aprovisionarse con la leña suficiente y hemos pedido para las familias más necesitadas y cada uno se la rebusca como puede”.
Otra dificultad, en medio del aislamiento obligatorio, es la que alcanza a los chicos y chicas de las comunidades que no siempre disponen de medios tecnológicos que les permitan acceder a las clases virtuales que se dispusieron para no perder el vínculo con la escuela.
La utilización de la tecnología en materia educativa es muy relativa en las comunidades porque en las más alejadas de los centros urbanos no hay red eléctrica, y en consecuencia no funciona internet y menos puede pensarse en la existencia de computadoras.
Fidel Kolipan dijo que “las realidades son distintas a las que se viven en la urbanidad porque una parte puede acceder a la virtualidad pero otra no; no hay internet y hay chicos que están muy lejos y se les complica”.
Hugo Lican señaló que “puede haber una buena planificación y herramientas con lo virtual y tecnológico, pero en estos pueblos no es efectivo, porque por más buena voluntad que haya en un escritorio armando un formato de asistencia escolar, acá en el territorio no se puede aplicar”.
“Lo que se hace es que la dirección de las escuelas (dos primarias y una secundaria) con docentes en equipo trabajan con material impreso y lo llevan casa por casa porque es la única manera de asistirlos y contenerlos”.
También destacó que “junto con la tarea les llevan bolsones con alimentos porque las escuelas funcionan con comedor y como ahora no pueden asistir se los ayuda de esa forma”.
En el caso particular de la Comunidad Ruka Choroy y otras ubicadas en el cordón cordillerano, el ciclo lectivo se desarrolla entre los meses de septiembre y mayo por la rigurosidad del clima.
Lican manifestó que “hay que ver cómo se hace porque se corta el final del año y los egresados quedan sin terminar su formación; habrá que trabajarlo más adelante porque las familias no cuentan con Internet”.
Lorenzo Lonkon indicó que “una parte de la comunidad tiene electricidad porque fuimos nosotros mismos quienes la instalamos pero eso no llega a la totalidad y, por supuesto, no hay computadoras, ni internet. Tampoco la tarea escolar se puede hacer con un celular y la verdad nos falta mucha conectividad”.