Murió el atleta olímpico Braian Toledo
El atleta argentino Braian Toledo murió en la madrugada del jueves a los 26 años por un accidente automovilístico en la ruta 40, cerca de Marcos Paz, de donde era oriundo. Así lo confirmó Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino.
“Hemos perdido a una gran persona, nuestro querido Braian Toledo. Extraordinario deportista, humilde, generoso, siempre solidario con los demás. Querido Braian: QEPD Te extrañaremos mucho. Rezaremos por ti. Mis condolencias a toda la familia en este desgarrador y triste momento”, escribió el dirigente.
Toledo obtuvo la medalla de plata en lanzamiento de jabalina en el Campeonato Mundial Junior de Barcelona, en 2012, y participó de los Juegos Olímpicos de Londres, en ese mismo año, y de Río de Janeiro, en 2016.
En Río había alcanzado la final, un logro que ningún argentino había alcanzado en el lanzamiento de jabalina desde que lo hiciera Ricardo Heber en Helsinki 1952.
Con la mira puesta en los Juegos de Tokio 2020, Toledo estaba radicado desde hacía meses en Finlandia, donde se encuentran históricamente los mejores especialistas de esa disciplina atlética.
“Estoy pensando en los Juegos Olímpicos, claro, sigue siendo mi gran sueño, pero no pierdo de vista cada paso que doy y soy feliz cada día, con mi familia, mi novia, mis amigos y con la gente que ayudo”, contaba el mes pasado Toledo, quien aún no se había clasificado para Tokio, pero tenía varias opciones (marca mínima, ranking mundial o sumatoria de puntos).
Más allá de su proyección deportiva, Toledo tenía un fuerte rasgo solidario: era embajador del proyecto de la empresa Weber Saint Gobain. Braian había arrancado en su barrio ayudando a la ONG Arriba los Pibes -funciona un merendero que da de comer a 90 chicos, pero también brinda talleres laborales y educativos-, luego siguió con Los Pepitos -un merendero para 120 niños- en Merlo y, sin dejar de ayudar a los otros dos, terminó el 2019 en una sociedad de fomento ubicada en la rotonda de La Plata, convocando distintas empresas para mejorar la realidad de un club de barrio al que asisten 400 chicos por mes.
Ahora para 2020, sin pausa, ya tenía otro proyecto, mucho más ambicioso: “Es un merendero que habría que levantar casi de cero. Hoy dan de comer en una mesita, bajo un árbol. Tienen muy poco. Estamos viendo cómo llevarlo a cabo”, se ilusionaba.
Fuente: La Nación