lunes, noviembre 25, 2024
Espectáculos

Anamá Ferreira confesó haber sufrido violencia de género

 

Una historia de sacrificio, altibajos y tragedias. La de Anamá Ferreira es una biografía intensa, desconocida para muchos. En octubre, la ex modelo nacida en Brasil contó por primera vez tramos de su vida en los que no había ahondado públicamente. En aquella oportunidad admitió que sufrió bullying “toda la vida”, que su madre tomó tres pastillas abortivas durante el embarazo, y hasta que su ex marido, Alejandro Palavicini fue secuestrado por los militares. Ahora se animó a confesar más dramas en una autobiografía.

La empresaria que está al frente de nueve escuelas de modelos acaba de lanzar Negra Guerrera, libro de casi 300 páginas que dedica a su madre Alzira, a su padre Joaquim, a su fallecido hermano Mauricio, a su hija Taina y al diseñador Jorge Ibañez (quien murió en 2014).

El libro, una mezcla de historia de vida más tips de autoayuda y superación, se presentará en la Feria del Libro.

 

Estuve con hombres de todo tipo: más y menos atractivos, con más o menos dinero. En general, siempre salí con buenas personas. Sin embargo, hubo un momento en el que mantuve una relación complicada con un hombre que solo conocía el lenguaje de la violencia“, escribe. “Todavía me pregunto cómo puede ser que haya comenzado esa relación, a pesar de saber que nada bueno podía salir de ahí“.

No todo lo que reluce es oro. Él era un hombre increíblemente lindo, simpático y que bailaba muy bien. Sabía de música y tenía su propia discoteca. La más top del momento. Era el DJ de los lugares de moda. Y musicalizaba los mejores desfiles. Había estado casado con una modelo fantástica que era tapa de revistas. En el ambiente se comentaba que él le pegaba“, continúa el relato.

Lo conocí un verano en 1985. Tenía información sobre su relación previa, pero hice oídos sordos. En ese momento, para mí no eran más que rumores. Quizá pensaba que con un poco de amor y paciencia podía cambiarlo. Pero no es nuestra tarea cambiar a las personas“, sigue la historia.

Él trabajaba de noche y dormía de día. Cuando yo llegaba agotada de trabajar, él estaba empezando la tarde lleno de energía. Eso nos colocaba en sintonías diferentes. Un tiempo después comenzó a aparecer en él ese monstruo de los celos. Si salíamos a comer, la pasábamos genial, hasta que le servían vino… La mirada se nublaba y me acusaba de seducir al mozo o los otros comensales“.

La violencia física no tardó en llegar. Pronto empecé a notar algunos vicios que le adjudiqué a la vida nocturna que él llevaba. Pensaba que con amor podía ayudarlo. Pero estaba equivocada“.

El capítulo suma intensidad y detalles: “Unos días antes de un desfile muy importante, una escena de celos terminó con un manotazo de él en uno de mis ojos. Inmediatamente después del golpe me pidió perdón. Dijo que se le había escapado. Y que no había sido su intención. Según sus palabras, yo debía entenderlo y no volver a darle razones“.

Esa vez intenté todo para bajar la inflamación. El moretón podía bajarlo con maquillaje, la herida interna que tenía era imborrable. Irnos a vivir juntos fue uno de los peores errores. Entramos en un círculo vicioso de insultos y golpes, seguido por pedidos de perdón con llanto y de rodillas. Vivía amenazada y negociando mi libertad“.

Por último, Anamá cuenta: “Un tiempo después comencé terapia con una psicóloga. Yo había ido a verla muy angustiada porque sentía que no podía ver la luz al final del túnel. Logré mudarme, pero eso no fue suficiente para desprenderme de él. Logró entrar a mi departamento y con los ojos llenos de furia me dijo: ‘¿Dónde empiezo a romper?’. Y comenzó a destruir todo. El día que intentó prender fuego la puerta de mi departamento fue el principio del fin“.

El cambio interno ocurrió luego de que leyera en el diario una noticia sobre un femicidio. Esa mujer podía ser yo. Eso mismo que le había pasado a la mujer de la noticia podía pasarme. A mí me salvó mi red de contención. Una década después apareció en una de mis escuelas de modelos. Volví a temblar. Venía a pedirme dinero. Tiempo después alguien me contó que había muerto“, detalla. “Quiero que sepan que se puede salir de una relación violenta y que no tenemos que conformarnos con menos amor del que queremos“. (Clarín)

 

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