viernes, noviembre 22, 2024
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El big bang de la ciencia argentina

El conductor de Científicos Industria Argentina y Alterados por Pi hace un repaso de los logros del país en el área y propone a los candidatos debatir el futuro del sector en base a programas y políticas de Estado.

El próximo jueves 16, cuando una nueva edición de esta revista esté imprimiéndose en el taller gráfico, el satélite Arsat-1 –el primero geoestacionario construido integralmente en la Argentina– partirá hacia el espacio desde la Guayana francesa. Y apenas dos días después, el sábado 18, el programa Científicos Industria Argentina que conduceAdrián Paenza por la tevé pública, estará dedicado a ese acontecimiento. Tendrá algunas entrevistas realizadas con anterioridad en la sede de Invap en Bariloche, otras concretadas en el Centro de Operaciones de la Estación de Benavídez, de la empresa Arsat, y también a Martín de Ambrosio en la base de lanzamiento, en la localidad de Kouru, para dar cuenta del viaje del satélite a bordo del cohete Ariane5.
“Me cuesta trabajo entender que la gente no lo sienta con mucho orgullo –confiesa Paenza a revista Veintitrés–. Que la Argentina esté ubicada entre los ocho países que pueden hacerlo, es raro. Y sobre todo es raro que no tenga difusión porque aun en Estados Unidos tendría una difusión enorme. No es que no tengamos comunicación en el país, pero para tenerla debemos alquilar el satélite a otro, que un día puede decir no te lo alquilo más… El hecho de que podamos tenerlo es extraordinario, debemos sentirnos orgullosos”. Lo que no resulta raro ni extraordinario es que se entusiasme con este acontecimiento: hace 13 años que conduce Científicos…, un programa que da cuenta, justamente, de las investigaciones y los avances de la ciencia y la tecnología en el país. Nadie más apropiado que él para analizar la actualidad del sector.
De paso por Buenos Aires para grabar la octava temporada de Alterados por Pi, el programa que conduce por canal Encuentro, admite que es tendencioso en su manera de visualizar las cosas: “Las miro más allá de la coyuntura, porque no es que el satélite baja en diciembre del año que viene cuando cambie el gobierno; el satélite va a seguir. Lo mismo pasa con los cinco millones de computadoras que se entregaron a los estudiantes, son cosas que van a quedar para siempre. Me parece que esto tendría que tener un reconocimiento distinto, habría que olvidarse de la coyuntura, que se puede discutir sin problemas, pero algunas cosas… Vaca Muerta, por ejemplo, es de la Argentina, el proyecto que se está haciendo en YPF es algo monumental… Esas cosas deberían aislarse de la disputa. Todas las fuerzas políticas deberían decir ‘hay ciertas cosas que no vamos a tocar’, porque no pueden depender de la coyuntura. Por ejemplo, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, no importa quién gobierne después del 2015, no se toca. Ahora, si todavía tenemos que discutir si necesitamos un Ministerio de Ciencia y Tecnología, estamos en problemas. Pero yo lo discutiría, eh… Claro, sería bueno saber antes de votar si hay candidatos, y cuáles son, que prevén sacar el ministerio o no darle presupuesto. Eso querría, votar un programa y no personas”.
–¿Qué otras cosas destaca de estos últimos años?
–Han pasado muchas cosas, no sé si podría hacer una lista. La Argentina ahora produce vacunas, que antes no podía producir y estaba obligada a comprar en el exterior. Como eso, hay muchas otras cosas, la inversión en nanotecnología, en la generación de software. En realidad lo que está pasando es que hay una política de Estado pensando el país que queremos ser, o por lo menos el que quiere tener la fuerza política que ocupa ahora el Poder Ejecutivo. No se puede aislar lo que pasa de la Ley de Medios, de la Asignación Universal por Hijo, lo que pasó con las AFJP. Hay un modelo, alguien está pensando y eso ya es una diferencia, antes no lo había. O, si lo pensaban, lo hacían lejos de la gente como factor primordial a tener en cuenta. Ahora veo que hay preocupaciones inclusivas. En todas las áreas visibles para mí, hay gente tratando de implementar políticas en donde la gente sea considerada. Eso es un salto cualitativo muy importante. Si hay que hacer una lista, yo la haría con las cosas que tienen que ver con la vida cotidiana, trataría de establecer que quiero vivir en un país que trate el aborto de esta manera, la igualdad de sexos de esta otra, los derechos humanos así… de tal manera que podamos tener el programa del massismo, del sciolismo, del macrismo, del que sea, sacando los hombres de en medio.
Al hablar de vacunas, Paenza hace referencia a las antigripales, de las que se importaban dos millones de dosis en 2001 pero que en la actualidad se fabrican en el país. Pero no sólo eso. Desde 2003 hasta la fecha, las vacunas obligatorias aumentaron de seis a dieciséis, y el 70 por ciento de las dosis necesarias del total de vacunas se fabrican en la Argentina.
Por otro lado, el reclamo a los candidatos de un programa con detalle de las políticas de Estado que proponen se relaciona con la posibilidad de ejercer a posteriori el derecho a reclamar el incumplimiento. En ese sentido y para ejemplificar, contó una anécdota personal. “En la plataforma de la Alianza, yo la voté –admite sin tapujos–, decía que iban a incrementar la inversión en ciencia y tecnología del 0,23 al 1 por ciento del Producto Bruto. Nunca estuvo ni cerca. Un día hablando con Dante Caputo, el secretario de Ciencia y Técnica, le reclamé y me dijo: ‘Ah, pero Paenza, eso es un montón de guita’. Es verdad, era extraordinario, pero no había pasado a ser un montón de guita el día anterior, siempre lo había sido y era una de las razones por las que había votado a la Alianza, porque se apuntaba a una dirección que yo creo correcta. Que el secretario de Ciencia y Técnica me respondiera así es una estafa. Eso pasó”.

–También la promesa del salariazo. ¿Cómo evitarlo?
–Si cada disciplina, cada departamento, seguridad, educación, vivienda, salud, trabajo, apertura de fábricas, pudiera implementar qué queremos hacer con los recursos… Dinero infinito no hay, entonces ¿cómo elegimos? Ya sabemos lo que sucede con la soja, con el trigo, veamos qué pasa con el resto: tenemos las condiciones para mejorar la producción en criptografía, queremos hacer algo en biotecnología, en aviónica… no sé, elijamos hacia qué lugar vamos a apuntar y por qué. Consensuemos para que después no puedan decir que el satélite no le importa a nadie. A lo mejor no le importa a esa persona, pero discutamos cuáles son los beneficios de tenerlo o no. Es cierto que todo no podemos hacer, pero cuantas más cosas generemos menos dependientes vamos a ser. Decidamos dónde nos aprieta el zapato. Pero yo no soy un especialista, digo lo que me parece de sentido común.
El mismo que aplica al calificar de inclusiva la iniciativa de entregar netbooks a los estudiantes de todo el país y preguntarse si algún argentino bien nacido puede no querer la inclusión. Y lo dice con conocimiento de causa: para grabar Alterados por Pi visita colegios estatales de los puntos más distantes. “Los chicos tuvieron acceso a algo que nunca habían visto. No sabían lo que era Internet –cuenta–. Acá no tenemos noción de lo que eso significa porque para nosotros es casi natural. Pero los chicos ven Buenos Aires… es como lo que me pasó cuando vi Nueva York por primera vez, se me venían los edificios encima, era algo imposible de imaginar para mí. En la laguna de San Miguel del Monte, por ejemplo, estaban asombrados de poder ver, en vivo, a personitas alemanas que salían de un colegio y cruzaban un puente gracias a una cámara de Frankfurt; y querían mostrarles cómo ellos también tenían un puente, querían difundir y buscar la contraparte. Antes estaban aislados. Es como abrir una ventana y decirles: ‘Miren, acá está el mundo’. Y los chicos enseñan a los padres, que descubren cosas que no sabían que se podían hacer. Un chico no tiene pudor de equivocarse con la laptop mientras que los padres, de mi generación o más jóvenes, miran todo con cierto recelo; piensan ‘esto no lo voy a saber hacer’, o ‘qué es Facebook’; descubren que el mundo pasa por otro lado. Por eso la definición de alfabetismo era distinta hace 50 años que la actual, hay que enseñar a programar en las escuelas, porque ese es el lenguaje ni siquiera del futuro sino del presente”.
–Es complejo, hay tantos lenguajes de programación…
–Sí, pero eso es después, cuando se analiza cómo se baja la idea para que sea ejecutable, pero el principio: cómo se dan instrucciones, aprender a razonar, a escribir algoritmos, eso es una estructura de pensamiento que se educa. Aparte hay que hacerlo con gente joven. Basta mirar los ejemplos de los últimos diez, quince años: los que fundaron Google, Facebook, Twitter, Microsoft eran todos tipos jóvenes. Es más, no hay Nobel de matemática, el equivalente es la medalla Fields, que se entrega cada cuatro años a personas que hayan hecho contribuciones originales a la matemática pero que sean menores de 40 años, cota que no tienen los Nobel, porque históricamente los mayores aportes los hacen los que tienen menos de 40 años. Me parece bien, hay que estimular a la gente joven, pero para eso hay que darle herramientas y ayudar, porque un tipo puede descubrir el fuego raspando dos piedras, pero ya estamos por el encendedor electrónico. Y se puede redescubrir todo, pero va a llevar tiempo.
“Como a una banda de rock”, cuenta que reciben, en el interior del país, al equipo que graba Alterados…, un programa que ya cumplió siete temporadas continuas en la televisión pública. Científicos… lleva trece. Sin duda, hay un interés por estos temas que despertó en los últimos años. ¿Qué influyó en la sociedad para que esté ávida de conocimiento científico? Según Paenza, la clave está en “las comunicaciones”. “Ahora las fuentes son múltiples. En una época la escuela, sacando la casa, era la fuente de información y de formación. Hoy la escuela tiene un montón de competidores: la televisión, Internet, las redes sociales –analiza–. En 1972 había dos canales de televisión, hoy hay 500 y con alto grado de especificidad. Se amplió el acceso al conocimiento, que está claro es poder, pero además, la oportunidad para comunicar, contar lo que sucede en vivo y en simultáneo”.
–Muy distinto a cuando usted era secretario académico en la Facultad de Ciencias Exactas…
–El único cargo de gestión que acepté en mi vida, en el Departamento de Matemática, durante el gobierno de Alfonsín. En ese momento, el ’83, las revistas científicas llegaban con dos años de retraso. Hace treinta años, no 150. Y cuando llegaban algunas personas descubrían que el problema en el que estaban trabajando ya estaba resuelto hacía un año. No había alternativas para consultar. Entonces, cuando fui a Madrid, poco antes del Mundial de Fútbol, le pedí al rector de la Universidad Complutense, Baldomero Rubio Segovia, no que me fotocopiara todas las revistas porque iba a tener que fotocopiar una hemeroteca, pero sí los índices. Los fotocopiaba, los anillaba y me los mandaba por correo. Tardaban 15 días. Yo los ponía en donde entraban los matemáticos, para que vieran las novedades y si encontraban un artículo que les interesaba se ponían en contacto con el autor. Veamos lo que pasó con la tecnología: ahora se trabaja en Skype, no hay necesidad de viajar, se conectan personas que están en Bariloche, Sudáfrica y Alaska y trabajan en lo mismo en tiempo real. Entonces, ¿cómo no va a haber más avidez? Inclusive el tipo de formación. Antes se consideraba sabia a la persona que tenía conocimiento sobre muchas cosas, ahora no tiene sentido. Si alguien no sabe algo lo busca en Google, para qué va a perder tiempo y neuronas.
–En un repaso de los últimos diez años, ¿cómo evalúa, además de las netbooks, hechos como la repatriación de científicos, las vacunas, la clonación? ¿Son hitos en la historia del país?
–Y sí, pero no están aislados, son los emergentes de una cantidad de cosas que están pasando. Es muy difícil valorarlos durante el proceso, mientras están pasando. Todavía no tenemos claro qué van a generar. Antes eyectábamos gente del sistema, ahora la incorporamos… es muy incipiente, se están dando condiciones que antes no existían. Diez años es como en una criatura, tiene todo el potencial pero no está desarrollada. Es el principio de empezar a considerarnos y respetarnos. De no generar los recursos para que los aprovechen otros. Pero esperemos un poco, no hubo ni siquiera una generación con estas condiciones, diez años es casi nada. Hace cincuenta años era aceptable que les ataran el brazo a la espalda y les pegaran reglazos a los zurdos, ¿qué cosa estaremos haciendo ahora que no sabemos? Antes de sacar conclusiones deberíamos darnos un poco más de tiempo. Por eso apostaría a revitalizar este modelo. Pero esa es mi opinión. Otras personas deben mirar esta década de otra manera. Entonces, veamos juntos con buena fe y yo también encontraré un montón de cosas negativas, pero en algún lugar tendremos una intersección común de cosas malas y otras que están bien. Si podemos ponernos de acuerdo en las que están bien, ya le habremos ganado terreno al río, y no vamos a echarle agua. Esa parte cuidémosla, que quede garantizada para todos los argentinos independientemente de la coyuntura y del vaivén político.
Periodista, docente aquí y en Estados Unidos, autor de la saga de libros Matemática, ¿estás ahí?, Paenza recibió el Konex de platino, varios Martín Fierro por sus programas y hace apenas un mes el premio Leelavate, en Seúl, por su trabajo como divulgador científico. Y hace apenas unos días participó de la edición TEDx Río de la Plata, que se realizó en Tecnópolis. En los eventos TED, destinados a difundir ideas que valen la pena, los principales pensadores y hacedores del mundo son invitados a dar la charla de su vida en 18 minutos. Para Paenza, que habló 35 porque nunca miró el cronómetro, fue una “experiencia muy interesante”. “Tuvo 10.500 asistentes, mientras que el TEDx que más asistencia convocó en el mundo reunió a 2.500. Es notable ¿no? –comenta–. Eso también muestra que hay muchas cosas escondidas que no vemos, que requieren de acontecimientos puntuales y únicos para mostrarse. Cuando falleció Kirchner, incluso yo dije ‘pucha, qué extraordinario’ al ver la cantidad de gente en la calle. Esto es lo mismo, porque fueron 10.500 pero se anotaron 40.000, hubo que sortear y los que no entraron quedaron mortificados. Y no son japoneses. Algo está queriendo decir. Hablar de matemática a diez mil personas y que no se vayan, es muy fuerte. Creo que no hace falta agregar nada, decir que en el país se produjo un acontecimiento semejante”.
–Lleva años viajando por el país, ¿qué cambios nota?
–Hay cambios. Se produce ciencia de muy buena calidad en todo el país. Tengo que hablar de matemática porque otra ciencia no conozco, pero se hace matemática de muy buena calidad en Santa Fe, Córdoba, Rosario, Mendoza, Bahía Blanca, en el Instituto Balseiro… y ahora el lugar geográfico importa cada vez menos. Porque no se necesita un acelerador de partículas, un tomógrafo, un microscopio, un aparato para investigar, basta con el acceso a la biblioteca, ahora virtual, y la posibilidad de discutir ideas. Será que yo estoy tan acostumbrado a que suceda eso en el ámbito universitario que es lo que querría proponer. Me gustaría poner sobre la mesa cosas que pienso y ver si las podemos discutir, porque a lo mejor estoy equivocado. Pero cómo saberlo si no lo puedo discutir. Pero además y en general, los científicos tienen ganas de comunicar, nos llaman para que vayamos con las cámaras, primero porque se sienten orgullosos y después porque quieren contar qué están haciendo en ese lugar. Yo no puedo ir a todos lados, pero las cámaras sí van. Es un programa que lleva trece años continuos en televisión abierta, dimos vuelta al país cuatro veces. Es raro y también dice cosas del país, porque no pasó en otro momento, y no empezó con este gobierno sino con el de Duhalde. Pero el acuerdo con Tristán Bauer fue que el rating no importaba. Un día Tristán, recién nombrado director del canal Encuentro, entró a un bar con Matemática, ¿estás ahí? en la mano y me dijo: “Quiero hacer este libro por televisión”. Así surgió Alterados por Pi y ahora vamos a grabar la octava temporada. Yo pensé que no iba a vivir esta cantidad de cosas, aparte no conmigo porque, ¿por qué conmigo?
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