Entre el mito y la realidad, así empezó Sandro de América
Sandro de América arrancó anoche, diez minutos después de lo previsto, con dos placas. Hemos visto la primera en innumerables ocasiones. Nos advierte que estamos ante una historia de ficción y que “cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”. La segunda es más sugestiva e inesperada. Nos lleva a otro terreno. Es una definición de la palabra mito: “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino y heroico”.
¿Fuera del tiempo histórico? Roberto Sánchez, para todos Sandro, es una de las grandes figuras de nuestra cultura popular, cuya vigencia sigue tan arraigada que esta ficción inspirada en su vida y su obra despertó la mayor expectativa en muchísimo tiempo para las realizaciones televisivas de su tipo.
¿Personajes de carácter divino y heroico? Gillo Dorfles, el gran filósofo, crítico de arte y artista italiano que acaba de morir a los 107 años, escribió en un pequeño y magistral ensayo de 1967, Estética del mito, que volver a darle valor al mito, en el sentido de otorgarle “un valor de realidad efectiva a aquello que para muchos solo era fábula e invención, significaba también volver a dar valor a una razón de ser del arte”. Y agrega que las “fábulas heroicas” que se remontan a tiempos antiquísimos de Grecia no son simples ficciones. Se sostienen todo el tiempo en historias verdaderas. “Si el héroe es más que el hombre, no por ello debe ser concebido como un ser ficticio e inexistente en realidad”, apunta en referencia a la obra de Giambattista Vico, filósofo italiano del siglo XVIII. Con esas mismas palabras, Dorfles podría estar hablando tranquilamente de Sandro, cantante popular argentino del siglo XX.
Israel Adrián Caetano tal vez no haya leído a Vico, pero reconoce a Sandro de inmediato como un héroe moderno, sencillamente porque como él nace apenas uno en un millón. Así lo expresa el padre de nuestro protagonista (un extraordinario Jorge Suárez), que se rinde en un momento desde su sencillez de modesto trabajador de Valentín Alsina en los años 60 al convencimiento de que su hijo está llamado a un destino triunfal. Y está dispuesto a sostener el optimismo irrefrenable del muchacho, que sueña con seguir los pasos de su admirado Elvis.
Todo esto ocurrre cuando todavía la historia no se puso en marcha. Lo que Caetano cuenta desde el guion de Esther Feldman y una minuciosa puesta en escena que recrea con luminosa transparencia la vida cotidiana en el conurbano de medio siglo atrás en los primeros 50 minutos de Sandro de América, emitidos anoche por Telefe, es el prólogo de la historia. Una historia que el propio protagonista, enfermo y cansado, quiere contarnos en el final de su vida. Con la voz profunda de Antonio Grimau , la bata roja y el tubo de oxígeno, el Sandro que nos relata este viaje en el tiempo es un héroe que dice: “En el escenario siempre estuve solo”. Un seductor nato que espera con paciencia su momento para pasar al frente para evitar que Los de Fuego terminen abruptamente cada actuación escapando de los monedazos de un público impaciente.
Cuando llega ese instante y se decide a aprovecharlo termina el primer episodio, un prólogo más descriptivo que dramático que abrirá hacia adelante puertas e instancias mucho más complejas, tal como lo esbozaron los adelantos que acompañaron los créditos finales. La historia de Sandro, entre el mito y la realidad (que para Caetano son dos manifestaciones del mismo fenómeno) comenzará de verdad en esta noche. (LN)