viernes, noviembre 22, 2024
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Trabajó para unos amigos de su mamá y denuncia que abusaron de ella

 

Desde hace años que Luciana no duerme bien. Se despierta por las noches agitada, transpirada. Pasa muchas horas en la cama tratando de conciliar el sueño. “No me toques”, grita entre sueños algunas noches.

Cuando tenía 15 años, Marcelo y Cinthia, dos amigos de la infancia de su mamá, la invitaron a trabajar en su casa. Ella quería tener algo de dinero para salir por su cuenta, ellos necesitaban alguien que les ayude en las tareas domésticas. Para su mamá eran gente de confianza y vivían a pocas cuadras de su casa de Castelar, entonces aceptó.

Lo que comenzó siendo algo de dos veces por semana fue convirtiéndose en todos los días, varias horas, días enteros, viajes afuera; meses.La pareja tenía una casa en Córdoba a donde se iban de tanto en tanto. Ella fue quedándose con ellos a quienes comenzó a considerar como parte de su familia. Empezó a discutir con su mamá a quien ya no le gustaba el trabajo que tenía y se distanció del resto de la familia. Según define Luciana, le fueron haciendo un “trabajo psicológico” para cortar todo tipo de vínculo externo. La trataban con cariño, excesivo por momentos.

“Quiero hacer feliz a mi marido. Yo sé cómo te mira”, le dijo una vez Cinthia con su marido al lado. Luciana quedó descolocada. “Yo sé que le gustás, veo cómo te mira. Sabés que te queremos mucho. Por eso quiero que sea con vos”, le volvió a decir la mujer. La sentaron en la cama y cuando intentaron sacarle una prenda de ropa, Luciana se negó. “Bueno, entonces mirá como se hace”, le dijeron y comenzaron a tener relaciones frente a ella.

“Esa fue una de las tantas veces que quisieron incluirme en sus relaciones sexuales. Pero él abusó de mí al menos cuatro veces”, contó.

“En ese momento de verdad no entendía nada. No sabía qué no estaba bien. Bajo manipulación no lograba entender qué era lo que estaba pasando”, relató Luciana.

Hoy, con 18 años Luciana pudo entender que lo que pasó fue un abuso. “Me mostraban frente a sus amistades como un trofeo. Él le decía a sus amigos ´mirá la piba que me estoy comiendo´. Fue una locura”, dijo.

“Una vez me dieron clonazepam porque me costaba dormir. Me quedé dormida en el sillón del cuarto de ellos. Me desperté cuando Marcelo me estaba tocando. Le dije que salga, que no me sentía bien. Cuando me desperté gritando tenía su mano en mi entrepierna”, relató.

Meses después, en una discusión que había tenido con la pareja, ya alejada de su familia, se escapó de la casa a lo de una amiga. Le confesó todo lo que había pasado. Se sintió un poco aliviada. Al día siguiente la llamó su mamá; la amiga le había contado. “Pensé que me iba a retar pero me miró entre lágrimas para preguntarme si de verdad había pasado. Ahí caí de qué se trataba”, recordó Luciana.

Al día siguiente su mamá fue hacer la denuncia porque ella era menor. Quedó radicada en la fiscalía n°7 de Morón pero jamás avanzó. Nunca le tomaron declaración a ella ni los citaron a ellos. “Tengo miedo no por mí, sino porque pueden estar haciendo lo mismo con sus hijas o con otras chicas. Marcelo es una persona muy violenta. No pueden quedar impunes”, remarcó.

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