viernes, noviembre 22, 2024
Sociedad

Tirar de tu cabello o rascarse la piel pueden ser signos de trastornos graves

 

Lucy Harper, de 17 años, es una estudiante de secundaria que vive en College Station (Texas) y ha estado pellizcándose la piel desde que tiene uso de razón. Cuando estaba en séptimo grado, también comenzó a estirarse el pelo.

“Durante un tiempo, el hecho de pellizcarme la piel estuvo bajo el radar, pero realmente me di cuenta de la gravedad cuando empecé a arrancarme el pelo”, comenta.

Perdió tanto cabello que sus compañeros de clase le preguntaron si se estaba quedando calva. “Intenté todo para parar la situación. Compré un montón de juguetes para los dedos. Intenté restringir el movimiento de mi brazo con una muñequera. Tuve un permiso para utilizar guantes y sombrero en la escuela, e incluso una vez asistí a clases de piano con tiritas en cada una de las puntas de mis dedos”, relata.

Harper sufre de tricotilomanía (extracción del cabello) y excoriación (extracción de la piel, también conocida como dermatilomanía), dos de varios trastornos conocidos como comportamientos repetitivos centrados en el cuerpo (BRFB por sus siglas en inglés). El término general agrupa a una serie de hábitos repetitivos de “aseo personal” que pueden causar daños o lesiones al tirar, pellizcar o raspar la piel, el cabello o las uñas.

Muchas personas se involucran hasta cierto punto en morderse las uñas o rascarse con fuerza la piel. Pero cuando estos comportamientos se vuelven extremos y fuera de control, se los considera trastornos graves.

“Hay un daño psicosocial significativo”, señala Douglas Woods, profesor de psicología en la Universidad de Marquette, que ha estado estudiando estas condiciones. Entre aquellos que no pueden contener el impulso de tirar, picar o morder, “la depresión es relativamente común. Las personas se vuelven muy cohibidas y la autoestima sufre. Comienzan a evitar situaciones sociales en las que las personas pueden notar los efectos de su comportamiento, y a menudo pasan una gran cantidad de tiempo tratando de cubrir los efectos”.

Históricamente, los BFRB habían sido considerado trastornos de control de impulsos junto a la cleptomanía y la adicción al juego. Sin embargo, en la edición más reciente del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, los BFRB se clasifican como trastornos obsesivo-compulsivos o TOC. “La verdad es que probablemente pertenecen a una categoría intermedia”, remarca Woods.

Aunque ahora se considera en el mismo espectro, los dos, en realidad, son bastantes diferentes. El TOC clásico ocurre cuando alguien experimenta pensamientos recurrentes e incontrolables, como un miedo desproporcionado a los gérmenes, y un comportamiento en el que uno se siente obligado a repetir una y otra vez, como el lavado de manos excesivo.

Los trastornos de control de impulsos, por otro lado, generalmente implican una incapacidad para resistir un impulso potencialmente dañino o autodestructivo.

Fuente: Infobae

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