lunes, noviembre 25, 2024
Espectáculos

Maju Lozano denunció que fue acosada por 5 hombres en un restaurante

 

Lo que sería un encuentro divertido con amigas para despedir el año 2017 se convirtió en uno de los episodios más difíciles para Maju Lozano. Una experiencia que no querrá repetir y que ninguna otra mujer debería enfrentar. Por eso, apenas llegó a su casa en la madrugada del martes, Maju escribió en su cuenta de Twitter cómo cinco hombres la acosaron en un restaurante. Y su relato, descarnado, conmovió e indignó a sus seguidores (casi medio millón en esa red social).

Ocurrió la noche del martes, cuando la conductora de Todas las tardes, por Canal 9, se encontró con sus amigas. La mesa que les destinaron estaba ubicada junto a otra que ocupaban cinco hombres. “Cinco tipos”, según el relato de Maju, que “empezaron a molestar”. De inmediato llegó el pedido, “que nos dejen tranquilas que estábamos charlando”. Fue en vano. Peor aún. “Uno de ellos me empieza a tocar la espalda”, cuenta Lozano.

Reitera su reclamo: “Que no me toque”. ¿La respuesta del hombre? “Lo vuelve a hacer”. Maju insiste en su pedido, pero esta vez con un “por favor”, como si encima tuviera que pedirlo así, como un favor… El hombre no solo insiste con tocarle la espalda, sino que además cuenta con la complicidad de sus cuatro amigos, quienes “se ríen, obviamente”. Las amigas de la conductora se suman al reclamo, y Lozano, a la indignación: “Me doy vuelta, le grito ‘Lo volvés a hacer y llamo a la policía'”. Para entonces, le “temblaban las manos”.

Pero la explicación a ese “imbécil” para que cesara su acoso no era suficiente. Porque sí, además de pedírselo por favor, resulta que es necesario explicárselo. “Juro que le estuve por partir una botella en la cabeza —recuerda Maju—. Sé que no es la forma, pero la impotencia de la invasión me superaba. Fue violento”. Sus manos, temblando, su incomodidad, la reacción de sus amigas: nada era suficiente. “Intenta tocarme de nuevo”. Y los amigos del hombre redoblan su complicidad, porque, como narra Lozano, “el pelotudo del amigo le dice: ‘Pará que esta loca te denuncia por falso acoso'”. En la mesa del imbécil, todos ríen.

Indignación, bronca, impotencia: a Maju la desbordan las emociones. “¡Yo era la loca! ¿El tipo me tocó cinco veces la espalda de manera desagradable y yo era la loca?”. Debió contenerse para “no explotar en llanto”. Es que ya era demasiado. Pero faltaba más. Porque el resto de los comensales del restaurante ya habían notado el acoso. ¿Cuál fue la reacción? Nula, como el personal del restaurante, quienes “no tuvieron reacción”. “Nadie hizo nada. (De) las otras mesas solo miraban. Siento que nos falta un montón. No entiendo”.

Maju y sus amigas se van del lugar, porque “la situación era insostenible”. Rato después, regresa a su casa. No puede dormir. Abre el Twitter, hace su descargo, vuelca las emociones que la desbordan (“Estoy mezclada”, dice) por una invasión que no comprende. Y no debe hacerlo. “No entiendo en qué momento algunos hombres piensan que pueden hacer cualquier cosa y a otros les parece gracioso”, reflexiona, desconcertada.

De a ratos llora. En cambio, la impotencia es permanente por “sentir que todavía nos falta mucho por aprender”. Y en la misma sintonía de Calu Rivero por su denuncia contra Juan Darthés, Maju cierra su relato con una idea que a esta altura (si es que alguna vez hizo falta) ya no debería explicarse. Menos aún, pedir por favor: “Todavía muchos no entendieron que no es no. Siento impotencia por mí, por todas y por todos los que miraron y no hicieron nada”.

Hoy, en aquel restaurante y en tantos otros se organizarán nuevas cenas. Y amparado en las risas cómplices de sus amigos y el silencio de los testigos, habrá un imbécil que acosará a una mujer. Y no será el único. Ni lo hará por última vez. Porque Maju tiene razón. Nos queda mucho por aprender. (Infobae)

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