viernes, noviembre 22, 2024
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De fantasma a sinónimo de consagración: Nigeria

.- Llueve en esta ciudad. Como tantas veces, las gotas deslizándose por los ventanales disparan el viaje al pasado. Pero no hay languidez ni melancolía al echar un vistazo por el espejo retrovisor; apenas las primeros recuerdos dibujan una mueca de sobresalto, pero enseguida las imágenes encienden un volcán de ánimo y esperanza. Una historia que refresca la teoría del final feliz.

Nigeria pegaba un puñetazo en la mesa de los grandes. Y de nuevo la Argentina, que seis años antes había sufrido el amanecer del fútbol africano al recibir un cachetazo de Camerún en el debut del Mundial de Italia, se topaba con otra sombra negra que directamente la mandaba al diván. Los ojos del mundo descubrían a Nwankwo Kanu, Okocha, Amokachi, Ikpeba, Babayaro y Taribo West. La aparición espectral de Emmanuel Amunike cuando se agotaba el tiempo reglamentario, detrás de un achique mal tirado, le arrebataba a la Argentina la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Un angustioso 2-3 tras haber estado en ventaja por 2 a 1 que amargaba a Passarella, a su ayudante Sabella. A todos. Se creía que África acababa de dar el primero de muchos zarpazos., que todavía se están esperando.

Nigeria se instalaba como una alucinación para la Argentina. Algunos años antes, en el Mundial Sub 17 de Japón, en 1993, en Nagoya, las Águilas habían arrollado a los chicos que dirigía Mostaza Merlo: 4 a 0, con Oruma, Babangida, Babayaro y, desde ya, Kanu. En Estados Unidos 94, en el inolvidable partido de la enfermera llevándose de la mano a Maradona para el antidoping, la selección de Basile comenzaba en desventaja y dos goles de Caniggia rescataban al equipo de un duelo tan cerrado que Luis Islas era el héroe de la resistencia en el final. Y había más: en 1995, en el desierto saudí, ahora por la Copa de las Confederaciones, otro duelo terminaba empatado sin goles, con Néstor Fabbri como columna de una selección en apremios. En los 90, con sólo mencionar a Nigeria se agitaba un tembladeral.

Pero la sombra empezó a evanecerse. La selección domó al fantasma. El sorteo colocó a los nigerianos en el estreno de la Copa del Mundo de 2002, y aunque si bien se trató de un triunfo ajustado en Ibaraki, un cabezazo de Batistuta puso las cosas en su lugar. Pero las casualidades y el azar cruzaron nuevamente a las Águilas en la ruta mundialista. Y en otro debut: en 2010, en Johannesburgo, y volvió a ganar la Argentina, por la mínima y de cabeza, con la rúbrica del Gringo Heinze. Cuatro años más tarde, sí., Nigeria. Pero ahora para cerrar el Grupo F, con la selección ya clasificada para los octavos de final y los africanos sin margen de derrota si no quieren comprometer su pasaje en caso de un triunfo de Irán sobre Bosnia. Hasta podría haber sorteo entre ellos.

Pero ese no es asunto de la Argentina. El panorama frente a los nigerianos comenzó a volverse venturoso. Tanto, que se convirtieron en la barrera previa a dos coronaciones albicelestes. Dos grandes alegrías para jugadores que ahora están en Brasil. Dos penales de Messi condujeron a la selección a derrotar a las Águilas y alzar una nueva corona Sub 20, en el Mundial de Holanda de 2005. Ese conjunto de Pancho Ferraro venció 2 a 1 y, además de la Pulga, contaba con Garay, Zabaleta, Gago, Biglia y Agüero. De aquella Nigeria juvenil a esta que llegó a Brasil 2014 sin ninguna marquesina titilante, sólo se mantiene su jugador emblema y referencia, el volante John Obi Mikel (Chelsea). El conjuto que dirige el cuestionado Stephen Keshi está atravesado por rebeliones internas e intromisiones gubernamentales. Muy lejos de la admirada belle époque.

En la última conquista albiceleste, ya como un preanuncio de buenas noticias. otra vez apareció Nigeria. Se trató del desquite de Atlanta 96, porque esta vez en los Juegos de Pekín 2008 la medalla dorada brilló sobre el pecho de Mascherano, Messi, Sergio Romero, Zabaleta, Garay, Agüero y Ángel Di María, autor del gol en la final tras asistencia de Leo y una larga corrida. Es más, en la gira bautismal del ciclo de Sabella, el segundo amistoso, en la lejana y exótica Dacca, capital de Bangladesh, el oponente fue. Nigeria, que perdió 3 a 1. Es que la Argentina desarrolló la destreza para amaestrar a las Águilas. El adversario indócil que despertaba pesadillas se convirtió en un eslabón hacia los mejores sueños.

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